ERA (y es) gente mayor…

La atención a la tercera edad

Javier Gámez

Javier Gámez

Donde no se honra a los ancianos no hay futuro para los jóvenes. (

Papa Francisco

Nacemos, crecemos, envejecemos… Es el discurrir lógico de la vida, y cada etapa debemos vivirla con el mejor de los espíritus y con la mayor dignidad, algo que, cuando se llega a la "edad provecta", cada día se hace más difícil, más problemático y más traumático. Veo más cerca la llegada a ese momento de la vida y, posiblemente, el amable lector piense que, al acercarse esa etapa, acuda a aquel dicho: "Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar". Pero no, la cuestión está ahí, en el momento actual...

Sí, por suerte o por desgracia, la experiencia de muchos años en contacto con esa "gente mayor" me lleva a pensar que nuestra sociedad –hablo de la sociedad española– no lo está haciendo bien, que no está honrando a sus mayores, que no les está ofreciendo los cauces para vivir con dignidad, para que vivan los últimos años de sus vidas con decoro, bien atendidos, con un espíritu joven (no juvenil), sin carencias…, en suma, dignos merecedores de una vida "cordial", porque, además, esa generación ha sido una generación sacrificada, con una vida dura, cruel en muchos momentos, pero que ha salido adelante y ha levantado a una España rota y dividida tras una guerra, y por ello merece el reconocimiento a su esfuerzo y a su sacrificio, que sólo es alcanzable dándole una vida digna, porque en esa "gente mayor" hay vida y, sobre todo, sentimientos. Y esto no es sólo responsabilidad de los políticos; lo es también, y muy especialmente, de nosotros, de los que algún día (espero) llegaremos a ser "gente mayor", unos antes y otros después.

Hay tantos ejemplos de esa falta de empatía hacia nuestros mayores… Llegó la maldita pandemia y vimos como ellos fueron las mayores víctimas, con encierros prolongados en pequeños habitáculos de residencias geriátricas, con alejamientos prolongados de sus seres queridos, con muertes que no debieron llegar en ese momento… Sí, eran mayores, más vulnerables a cualquier virus, pero todavía vivían y tenían futuro, mucho menor que el de cualquier joven, pero futuro, y algunos murieron por otra "pandemia", la de la soledad, que resquebrajó su salud mental, sobre todo. Aquella cruel pandemia que a todos nos asoló, nos trajo situaciones y actuaciones necesarias en su momento…, que llegaron y se quedaron. ¿A quiénes afecta más? A nuestros mayores, ahora aún más perdidos con las recurrentes citas previas, las gestiones "online", las carencias de medios, especialmente sangrantes en aquellos lugares en donde más se padeció y en donde más se debió de trabajar y priorizar: las residencias geriátricas, especialmente las públicas.

Hace ya unos años titulaba uno de mis artículos así: "El concepto de ‘prioridad’ en la política" (LA NUEVA ESPAÑA, 24/1/2014). No caló mucho en la clase política; confieso mi fracaso. Pero insisto: creo que es fundamental que nuestros políticos prioricen sus actuaciones y que, sobre todo, lo hagan respecto a los más vulnerables, con especial atención hacia nuestros mayores, porque algún día ellos (y nosotros) también lo serán. A veces, a pesar de sus carencias y de sus necesidades, siento envidia de otras sociedades menos "avanzadas" que veneran, respetan y atienden a sus mayores; nuestro país, por desgracia, y parafraseando el título de una conocida película de los hermanos Cohen, "no es país para viejos" (No Country for Old Men, 2007) y sí un país con un cierto carácter "infantiloide" (no hay que ver más que a muchos de los integrantes de la mal llamada "nueva clase política").

Termino particularizando en nuestra tierra asturiana y en las ya mencionadas residencias para mayores, gestionadas por un organismo público dependiente del Gobierno del Principado, el ERA. Como decía más arriba, por suerte o por desgracia he tenido durante varios años un contacto muy estrecho con estas instituciones, que, aunque en menor medida, aún mantengo y de las que conozco su realidad actual. Pues bien, no es de recibo el fuerte deterioro que muestran algunas de ellas, ni las carencias tanto humanas como materiales, que se acrecientan día tras día y que llevan al padecimiento y al sufrimiento, primero de los residentes, pero también del personal, desmotivado y, en algunos casos, afectado en su salud, sobre todo la emocional, lo que al final redunda en la deficiente atención de aquellos. Por eso, yo les pido encarecidamente, una vez más, a quienes gestionan lo público, a nuestros gobernantes (asturianos, en este caso), que prioricen, y una de las prioridades debe ser la buena atención de nuestros mayores en los últimos años de sus vidas, vidas sacrificadas y esforzadas para que los más jóvenes tuvieran un futuro y una vida mejor de la que ellos habían tenido.

Cuando me dicen que soy demasiado viejo para hacer una cosa, procuro hacerla enseguida. Picasso

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