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El gran reto para el Estado del bienestar en Asturias

La sanidad regional, tocada por los esfuerzos de la pandemia y por la presión de los cambios demográficos, está perdiendo algo de su prestigio: evitemos a toda costa descapitalizarla

El gran reto para el Estado del bienestar en Asturias

La falta de médicos empieza a causar trastornos para mantener el nivel asistencial de la sanidad asturiana. El llamamiento que el presidente Barbón realizó esta semana para que los sanitarios que trabajan en otras comunidades «en condiciones deficitarias o insultantes» vengan a Asturias –usando las nuevas mejoras retributivas en la atención primaria como gancho– es una forma estrambótica de llamar la atención sobre el problema. Una guerra entre autonomías por anexionarse profesionales generará a lo sumo ruido. Las soluciones habrán de llegar de propuestas globales, rigurosas y serias. Estamos ante un enorme desafío, quizás el mayor, para preservar el Estado del bienestar en su arquitectura actual. Alguien debe coger ese toro por los cuernos antes de convertir en irreversible el deterioro de la atención. 

¿Qué ocurre para que los centros de salud se hayan convertido, de la noche a la mañana, en la diana de todas las protestas? Los lectores encontrarán respuestas en el reportaje que nuestro suplemento dominical "Siglo XXI" dedica hoy a analizar la situación. Los consultorios necesitarían unos doscientos médicos más para cumplir su tarea. El grupo de hombres y mujeres en teoría más proclive a frecuentarlos, el que supera los 65 años, creció en 62.000 personas. Los asturianos de los tramos etarios superiores, de los 85 a los 100 años, han llegado incluso a duplicarse desde que el Principado asumió las competencias sanitarias, en 2002. Sin duda, una noticia extraordinaria, un éxito rotundo de la sanidad regional que se transforma a la par en su primordial quebradero.

EN IMÁGENES: Adrián Barbón visita el consultorio local de La Vega (Riosa), sometido a una reforma integral de las instalaciones

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Hay más enfermos que atender con menos médicos. Esta disparidad está en la base de muchas disfunciones del sistema y traslada la tensión en cadena. Una atención primaria desbordada por la demanda desplaza la carga a los hospitales y satura sus urgencias. Las cosas todavía irán peor a no tardar mucho por la natural evolución poblacional, cuando las cohortes de la explosión de la natalidad del pasado siglo, los hijos del "baby boom de los 60", vayan alcanzando la edad de jubilación y ensanchado la pirámide por la cúspide.

La cuestión esta vez no es que falten recursos o voluntad política para aumentar las contrataciones de médicos, sino directamente que no hay facultativos. A los escasos que acceden a la profesión en Asturias la incorporación a los ambulatorios les resulta poco atractiva. La especialidad de medicina de familia tiene escaso tirón entre las nuevas generaciones.

A invertir esa tendencia responde el pacto salarial alcanzado esta semana por el que los médicos de los centros de salud que hagan dos guardias verán incrementando su sueldo mensual en mil euros, además de otros beneficios complementarios. Lo que está sucediendo se veía venir, con plantillas envejecidas y un relevo que no llega. Exprimir al máximo a la actual plantilla recompensando su esfuerzo puede entenderse como un plan de choque para taponar en un primer momento la vía de agua. Pero difícilmente constituirá el remedio a la larga. Ha habido una mala planificación. Persistir en la ausencia de estrategias sin altura de miras comprometerá la viabilidad del sistema.

Los únicos inocentes son los usuarios. Desconcertados, perciben señales peligrosas. Arraiga un malestar importante, sensiblemente superior en ámbitos urbanos, por la merma en la calidad y la lentitud en la atención. Las zonas rurales preservan por ahora cierta paz. Pero en un futuro próximo, si la carencia de personal se agudiza, acabarán por verse inmersas en la misma dinámica. No es una cuestión exclusiva de Asturias. Ni tiene que ver con diferentes modelos de gestión. Existe un clima de conflictividad en varias comunidades autónomas de diverso signo. ¿Cómo es posible que las facultades de Medicina sigan manteniendo numerus clausus tan restrictivos? A cualquier ciudadano le resulta imposible entenderlo, aunque levantar la barrera no va a conseguir resultados inmediatos. Por eso urge sentido de la anticipación. Una batalla entre autonomías por repartirse la escasez o la miseria acabará dañándolas a todas.

Esta carencia no es la única que afrontará la sanidad regional en los próximos lustros. El diseño hospitalario data del inicio de la autonomía, cuando las comunicaciones eran otras. Una gestión más coordinada y especializada de cada sanatorio, evitando duplicidades y situando cada uno a la vanguardia en digitalización y nuevas tecnologías, multiplicaría su eficiencia. La reordenación del mapa sanitario tampoco admite muchas más demoras. Para modernizar el conjunto de la red en todos sus frentes y para aligerarla de estructuras desfasadas por el paso del tiempo, peso muerto que resta agilidad a las prestaciones.

La sanidad regional, tocada por los esfuerzos de la pandemia y por la presión de los cambios demográficos, está perdiendo algo de su prestigio. Pero sigue gozando de un alto grado de confianza entre los asturianos y codeándose con las que gozan de superior consideración en España. Evitemos a toda costa descapitalizarla.

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