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La hora de Macarena

El circuito funciona así: siendo la partitocracia una suplantación de la voluntad del votante por un sindicato de votados, genera antipartidismo, caldo de cultivo de antipolítica y populismo, de los que al final viene la autocracia de los caudillos, pero también la rebeldía de algunos acaudillados de confianza. Llegados aquí, es natural que alguna gente adore desde el minuto uno a los expulsados del sistema, y que estos, encantados con la adoración, la ceben con nuevos alardes de disidencia. Así hay que entender el ascenso a los altares mediáticos de Macarena Olona, aunque tampoco haya que menospreciar las bocanadas de salud que pueda deparar el disidente. Luego se apagan los focos y una de dos, o se restituye por otra vía al mundo de la partitocracia o su genio autocrático le lleva a fundar un partido antipartido. Una tercera opción, irse a casa en paz, siempre es más dura.

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