Parando en Villalpando

Riesgo de ambigüedad

El amor en tiempos de inseguridad ortográfica

Riesgo de ambigüedad

Riesgo de ambigüedad / Pablo García

Maxi Rodríguez

Maxi Rodríguez

–No sé qué decirte, anoche tuve sexo solo una hora...

–¿Con tilde o sin tilde?

–Qué más da, María Esther. ¡Esta noche tengo sexo seguro!

–¿Seguro como adverbio o como adjetivo?

–¿Eh?

–¿Seguramente o con seguridad?

–¿Qué?

–No puedo seguir así, Jaime.

–¿Así cómo?

–¡En riesgo de ambigüedad!

–Pero María Esther… ¿Tú me quieres o no?

–No lo sé, Jaime. Tengo más dudas que el Diccionario Panhispánico.

–Eres una tildista peligrosa, deberías relajarte.

–¿Yo?

–Sí, Mari, sí. Yo a ti te he visto tildar hasta el Solo de Han Solo. Y deberíamos poner el acento en lo importante.

–¿Follar, te refieres?

–No, follar no lleva tilde, no soy tan idiota. ¿O sí?

–Uf. Antes me ponía tu desconocimiento gramatical pero ahora…

–¿Te ponía dónde, qué? ¡Acaba la frase, María Esther!

–...Te negabas a acentuar las mayúsculas, pero en cambio los monosílabos…

–Quizá deberíamos dejar de vivir juntos.

–Pues cómprate un piso primero.

–¿Un primer piso?

–No, Jaime, primero es adverbio. Luego ya, si eso…

–Quizá sólo sea una mala racha, con mensajes contradictorios en torno a la acentuación gráfica.

–No lo sé. Entre la RAE y los wasaps…

–No puedo con tanta inseguridad ortográfica, coño.

–Yo soy de tilde estable. Tú eres más de rollos.

–Si no tildas, nunca te equivocas.

–Por tu culpa he abandonado las tónicas.

–¡Ja! ¡Menuda excusa para tomar la ginebra sola!

–Que no, Mari, que busco un mundo de palabras átonas.

–Y luego vas y tildas a las personas. A mí me has tildado de viciosa.

–Que no, Mari, sólo dije que usabas bien la lengua…

–¿Ves?

–...De Cervantes.

–Ya estamos. Siempre metiendo terceras personas en tus zonas erógenas.

–Mira, en nuestra primera cita dije que quería un café sólo y te piraste.

–Claro, Jaime, yo donde no me quieren...

–¿No viste la tilde en mis ojos? ¿No la viste?

–¿Qué quieres que te diga? Como hablante dejas mucho que desear.

–Vaya, María Esther, no encuentro el porqué.

–Si tienes un porqué puedes soportar cualquier cómo.

–Qué difícil es todo. El día menos pensado le echo dos güevos y tildo el adverbio…

–No serás capaz, sólo se permite en caso de ambigüedad.

–Uf, esto es un sin vivir.

–Qué duro lidiar con un riesgo así.

www.parandoenvillalpando.com

Suscríbete para seguir leyendo