La espiral de la libreta

Tamames y las tormentas que no vienen

Los acertados consejos de Cicerón en el tratado "De senectute"

Olga Merino

Olga Merino

En las primeras semanas del convulso año en que acuchillaron a Julio César, el año 44 antes de Cristo, Marco Tulio Cicerón escribió el "Cato maior de senectute", más conocido como "De senectute" a secas, un tratado donde el orador romano reivindica la utilidad del anciano sensato y experimentado en la gestión de la cosa pública. La obra se plantea como un diálogo, a la manera platónica, entre Catón el Viejo y dos jóvenes, Escipión y su amigo Lelio, quienes se admiran de la intensa actividad desplegada por el primero, de 84 años, una edad rara en aquel tiempo remoto. Catón los arenga a no maldecir la senectud, sino a tomarla como una etapa más de la vida, también pródiga en dones.

Antes de que los romanos se envolvieran en sus túnicas, sabemos que hacerse viejo es una inmensa contrariedad, hablando fino. Escasean los placeres, mayormente los de la mesa y la cama, aunque la sabia naturaleza atenúa el deseo de tenerlos. También merman la memoria y el vigor. Pero Catón advierte a sus jóvenes oyentes que las grandes empresas no se consiguen con la fuerza física o la agilidad del cuerpo, sino con el juicio: "Tiene la vejez, especialmente la adornada con honores públicos, tan grande autoridad, que ella sola vale más que todos los placeres de la juventud". La "auctoritas". Ramón Tamames la dilapidó.

Cafinitrina para Patxi.

Debo confesar que me reí con lo de la cafinitrina, cuando el prestigioso economista le recomendó al socialista Patxi López, por su encendida alocución, una de esas cápsulas para prevenir el infarto. Tampoco anduvo errado en la demanda de cortesía parlamentaria, que al Congreso no se acude a gritar. Pero, por lo demás, el docudrama de la moción de censura careció de interés alguno. Cuatro chascarrillos de taberna, algunos irritantes, como el de Isabel la Católica y la lucha feminista.

Un último fruto.

Prosigue Cicerón en su tratado: "Ni canas ni arrugas pueden conferir repentinamente autoridad: antes bien, la vida anterior pasada honorablemente, recoge la autoridad como un último fruto". Así pues, en la supuesta voluntad de resultar útil, de investirse de esa autoridad, Tamames habría hecho mejor ciñéndose a su faceta de economista, dedicando el tiempo y la ocasión en el Congreso a una lección magistral. Su ensayo "Estructura Económica de España", todo un clásico, comienza precisamente por un capítulo dedicado al medio ambiente, el cambio climático y la economía del agua, un recurso escaso y mal repartido. Cómo ahorrarla y aprovecharla. Habría venido de perlas, porque no llueve ni a tiros.

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