Levantar las moquetas para sostener la antorcha ética

Daniel Ripa

Daniel Ripa

"Los partidos exigen a los ciudadanos que tengan salarios como en Bangladesh mientras no tocan el sueldo de sus parlamentarios. Pero nosotros no cobraremos sin trabajar". Ésta fue la primera declaración de Podemos Asturies en la Junta General, de la mano de Emilio León. Era 9 de junio de 2015 y habíamos rechazado 20.000 euros al negarnos a percibir retribuciones hasta tomar posesión. Fuimos los únicos. Nuestra sorpresa aumentaría una semana más tarde, en el primer pleno en la Junta General, ya con Javier Fernández y Cherines. ¿Hablaríamos del rescate a las familias y PYMES? No. Unanimidad primero en pactar salarios y fondos para los partidos. "¿Era esto la política?", pensábamos consternados. Aunque nos rebelamos y levantamos las alfombras de estas prácticas, fuimos profetas en un desierto de moqueta: cada año se incrementó el gasto público en diputados.

En la legislatura que comenzó en 2019 todo fue más allá. La tradición debía continuar. Con Podemos debilitado, a nadie sorprendió que la primera medida de la alcaldesa de Xixón fuera subir su remuneración o que el parlamento impulsara una indemnización por cese, un paro para las señorías. Era un mensaje claro: "vuelve la política de siempre". Lo califiqué entonces como "reparto del botín". Decía el alcalde de Marinaleda, Sánchez Gordillo, que los cargos públicos debemos ser los primeros a la hora de los sacrificios y los últimos a la hora de los beneficios. Invertir el orden provoca efectos letales en la credibilidad de las instituciones.

La política se define por los símbolos que construye. Es significativo que con una decena de leyes atascadas, sin garantizar nuevos derechos en esta legislatura baldía, en lo que sí se ponga de acuerdo el parlamento, de izquierda a derecha, sea en mejorar la vida de sus integrantes. Y lo hace con entusiasmo. Se habla de que es una discriminación que no exista subsidio de desempleo para las señorías, a pesar de que recibimos catorce pagas de entre 4.600 y 5.312 euros brutos (recuerden que en Podemos somos los únicos que donamos hasta la mitad de esa cuantía, en mi caso 160.000 euros en los últimos 8 años). Pretender homologar nuestras condiciones a las de cualquier trabajador, cuando la mitad de la población cobra menos de 1.300 euros, es sencillamente obsceno. Hasta que levanté la voz hace unos días, esta medida pretendía aplicarse ya, y en silencio, con palmas y aplausos casi unánimes. Tras romper la omertá y saltar la polémica, ahora se dice que se aprueba, pero en diferido, para los que vengan después, en una especie de solidaridad de clase inversa con los precarios diputados futuros. La única garantía de que una vez pasadas las elecciones, sin el miedo al desgaste electoral, se intente pagar con carácter retroactivo, como ya hicieron otros parlamentos antes, a pesar de ser irregular, es que se rechace rotundamente esta medida.

Yo llegué a la Junta General para conquistar derechos para los asturianos y asturianas, no para sus diputados. Hoy tendrá lugar el pleno final de este mandato y allí se abordará esta polémica medida. Lo diré claro: la última vez que apretaré el botón de votación en el parlamento no será para aprobar una indemnización por cese a sus diputados y diputadas. Asumiré las consecuencias de esa insumisión moral y, si llega a aprobarse, rechazaré los 35.000 euros que me corresponderían, en un escrito dirigido a la Mesa del Parlamento. No juzgo a quienes lo acepten. Otras instituciones tienen derechos similares y cada circunstancia personal es un mundo. Hay personas con hijos a su cargo y otras que no; algunas se reincorporan a un puesto en la Administración, otras son autónomas que tardarán meses en arrancar.

Cualquier decisión individual es comprensible, pero soy dueño de mi cuerpo y mis acciones. Me iré del parlamento con el mismo saldo en la cuenta corriente que cuando entré.

Podemos Asturies lideró durante años, en solitario, una lucha ética sin precedentes. Limitación salarial de sus cargos públicos, devolución de dietas, donaciones a proyectos sociales, rechazo a subvenciones electorales, oposición a cualquier subida de retribuciones y asignaciones a los grupos parlamentarios, donación de sueldos a la sanidad pública durante la pandemia… Como una aldea gala, mantuvimos en Asturias el límite salarial más estricto, también dentro de Podemos. Es decir, cobramos menos que cualquier otro parlamentario del Estado para donar más a iniciativas sociales, hasta 60 organizaciones. Cualquier militante de Podemos siente orgullo de este compromiso. Este es el Podemos que hierve en mi sangre, lo que también me ha costado críticas internas por exceso de austeridad. Y sin embargo, la historia política está llena de precedentes éticos, como Gerardo Iglesias, volviendo a la mina tras dejar el parlamento, Julio Anguita, renunciando a su pensión como diputado o, en nuestro caso, Lorena Gil, perdiendo salario por representar a los asturianos, como hará la pediatra Cova Tomé. Es también el hilo conductor con miles de personas anónimas que empujan, sin nada a cambio, los proyectos políticos y que permiten que, durante algún tiempo, otros podamos poner la cara para volver después a nuestras vidas, lo que ya hicieron en mis filas Kike López o Andrés Ron. Decido situarme en su estela, recordando a los que me sucedan nuestra responsabilidad en mantener viva esta antorcha ética y esa esperanza en que otra política siempre es posible.

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