Canga y los dinosaurios

Francisco García

Francisco García

Con buen criterio, Diego Canga quiere desterrar a los viejos saurios del PP (Parque Pleistoceno en una de sus primitivas acepciones). No pretende el nuevo líder que, de un plumazo, se extingan a consecuencia del meteorito provocado por el advenimiento del candidato llegado de Bruselas, sino que se echen a un lado, para que crezcan los alevines, se renueve la cadena trófica y el ecosistema político se muestre menos cruento con los populares, ahora que los saurópodos del PSOE sucumben a las dentelladas jupiterinas de su amo y rey, el tiranosauro de Moncloa.

Les pide que se aparten del día a día, y que, como los Picapiedra, se pongan al volante del troncomóvil y, carretera y manta, disfruten de una jubilación gozosa. Y que no enreden ni disputen a los jóvenes el territorio, que no hay bocado para todos.

No quiere Canga que en la sede regional del PP queden huellas estratificadas de pisadas temibles. O sea, que ni por asomo la planta noble de Azcárraga,12 se convierta en un remedo de la playa de La Griega o en una galería de huesos de diplodocus al modo del Museo del Jurásico de Colunga. Tal vez el cabeza de cartel popular quiera promover por las buenas, sin necesidad de cataclismo, una sucesión ordenada de cuadros que aunque inexpertos en las artes de caza mayor se sienten capacitados ya para afrontar con garantías el futuro de una organización sometida a frecuentes embates tectónicos.

La va a costar al nuevo referente del PP asturiano desterrar tanta evidencia fósil como persiste en los anaqueles de un partido donde pesan aún mucho los pesos pesados. Pero es lógico que no quiera despertar de un mal sueño y que el dinosaurio aún siga allí, lagarto, lagarto.

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