Pocos médicos, muchas necesidades sanitarias

Algo hay que hacer, porque el sistema empieza a dar síntomas de agotamiento y a desencantar a unos ciudadanos que hasta hace bien poco solo hablaban maravillas de la atención  

Una profesional de la Sanidad asturiana.

Una profesional de la Sanidad asturiana.

Editorial

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Cada vez más médicos rechazan trabajar en la red pública. El exponencial aumento de la demanda provoca las mayores listas de espera de la historia en los centros que rige directamente la comunidad autónoma y saturación en los que dependen de la iniciativa privada. Los profesionales que salen actualmente de las facultades son insuficientes para atender las necesidades. Aunque la pandemia puso el sistema contra las cuerdas en el anterior mandato, la que va camino de convertirse en realidad en la legislatura de la sanidad es la que acaba de empezar. Asturias se juega mucho. 

La dedicación exclusiva de los médicos a la sanidad pública, una fuente de controversias continuas en el sector, siempre ha sido considerada por el PSOE asturiano como un rasgo distintivo de su política. De este principio categórico han hecho los socialistas un elemento para remarcar diferencias ante la sociedad entre los modelos conservador y progresista. Otra defensa de un emblema doctrinal en la que Asturias iba quedándose sola, con el resto de comunidades, incluso de su mismo color, avanzando en dirección opuesta.

Los facultativos de los hospitales y centros de salud que desean ejercer también en el ámbito privado deben renunciar a un plus de 996 euros mensuales denominado «complemento específico», la cuantía disuasoria más elevada de España. Este concepto salarial se abona a cambio de nada. Por la simple renuncia a trabajar en la empresa privada. Los detractores de la retribución suelen decir irónicamente que se trata de un dinero percibido «por jugar al golf por las tardes».

No es la única traba. Quien compatibiliza el trabajo para el Principado con su propia consulta está obligado a sacrificar su carrera en el escalafón público. Sin dedicación exclusiva nadie puede optar a ocupar jefaturas de servicio ni otros puestos de responsabilidad y promoción interna.

Los gobiernos socialistas asturianos han defendido siempre este planteamiento con firmeza. Incluso en los tribunales. La decisión más drástica y controvertida la adoptaron en diciembre de 2002. Aprovechando la ley de acompañamiento de los Presupuestos, impusieron la exclusividad obligatoria a los nuevos contratados. Ninguna región lo hacía. La razón oficial: «Incrementar su grado de compromiso». En el trasfondo latía la convicción de que permitir «la doble militancia laboral», por así llamarlo, era «una fuente de chanchullos». El Tribunal Constitucional tumbó diez años después la norma.

Pero la cruda realidad parece que va a derribar ahora este muro ideológico casi infranqueable. Los médicos son un bien escaso. Una población cada vez más longeva y demandante de cuidados redobla las exigencias. La cifra de doctores que solo trabajan en el sector privado en Asturias ha aumentado en los últimos años de 198 en 2013 a 460 en la actualidad. Los seguros y la atención particular se disparan porque muchas personas corrientes, no precisamente castas privilegiadas, intentan a través de esa vía sortear las demoras.

El dato invita a pensar en una pérdida de atractivo de la prestación pública. La Consejería de Salud, como informó en exclusiva LA NUEVA ESPAÑA, se muestra dispuesta a levantar la mano y aliviar obstáculos económicos que le resten efectivos. Faltan muchos aspectos por concretar, entre otros las fórmulas para evitar el enchufismo y los trasvases irregulares de pacientes. Lo previsible es que el complemento de casi mil euros no se suprima, sino que se transfiera a otro concepto salarial, de manera que los facultativos que mantienen la dedicación no sufran una merma en sus ingresos.

Estamos ante un cambio de posición muy significativo, reivindicado desde hace mucho por organizaciones colegiales y sindicales de médicos y partidos de centro-derecha. Incluso algunos proponen extenderlo a otras categorías, como enfermeros y fisioterapeutas. Algo hay que hacer, porque la sanidad asturiana empieza a dar síntomas de agotamiento, a requerir cuidados de emergencia y a desencantar a unos ciudadanos que hasta hace bien poco únicamente hablaban sobre ella maravillas.

Los actuales consejeros del Ejecutivo de Barbón iniciaron la andadura con un órdago autoimpuesto, la reordenación de las áreas sanitarias. Desde agosto los retos en esta materia no han parado de crecer. La titular del ramo, Conchita Saavedra, declaró en su primera entrevista, concedida a este periódico: «Vamos a utilizar todos los recursos disponibles para atender las necesidades asistenciales de la población». Si eso significa atajar con pragmatismo y sin prejuicios sectarios el problema, bienvenidas sean su energía e ideas innovadoras. Tratándose de bienestar personal, nada desearán tanto los asturianos como un servicio de calidad y a tiempo, por encima de cualquier fundamentalismo.