Felices los normales

A propósito de un buen libro de la psiquiatra Mercedes Navío

José Martínez Jambrina

José Martínez Jambrina

La literatura autobiográfica está de moda. Diarios novelados, relatos reales, novelas en marcha, cuentos basados en hechos reales llenan los escaparates de las escasas librerías que resisten al cierre. La autoficción es un género difuso, tan utilizado para salir del trance que supone novelar la propia vida dando gato por liebre como despreciado por los que lo usan con ese motivo. "Raramente, el Yo no es segunda persona", escribió González Ruano, cita con la que Arcadio Espada abre su libro autobiográfico. La austeridad en la prosa de Ruano era directamente proporcional a la velocidad con la que hacía muchas de sus columnas. Pero ese "raramente" limpia el cielo de nubarrones y chubascos de verano.

"Felices los normales" es un texto drásticamente autobiográfico absuelto por ese "raramente" ruaniano de las infestaciones de la ficción. Es un buen libro escrito por la psiquiatra Mercedes Navío Acosta, directora de la Oficina Regional de Salud Mental de Madrid. Y dirigido, remedando a Erving Goffmann al presentar a su autora, ante la vida cotidiana. Este objetivo, a priori sencillo, alcanza en el trabajo de Mercedes Navío una dimensión importante que crece con dolor, sufrimiento y, finalmente, una estable alegría sobre la veracidad del relato: es un texto hilado a caballo entre el temor y la valentía. Como así ha sido la vida de la autora desde su infancia granadina hasta su actual estabilidad vital en Madrid junto a su esposa y a su hijo de ocho años.

Mercedes ha elegido una performance muy acertada para explicar lo complicado que han sido algunos tramos de su vida, especialmente los que atañen a su homosexualidad. El libro se estructura en pequeños fragmentos que la autora considera claves en su biografía y en su actual estabilidad laboral, familiar y social. Decía Julián Marías que la orientación sexual era uno de los más potentes organizadores de la personalidad del individuo adulto y recomendaba, por tanto, pocos juegos al respecto en el ámbito educativo público.

La biografía de Mercedes es valiente, muy explícita, delicadamente limpia y clara al respecto, y su lectura será de gran ayuda para muchas personas. Mercedes Navío es psiquiatra y está orgullosa de serlo. Quede constancia. Porque psiquiatra vocacional no es cualquiera.

Hay dos piedras basales en este tratado de paciencia que se hacen especialmente respetables y agradables de leer: Mercedes Navío busca abolir ciertas formas de esclavitud vital o social sin que ello implique transformar en esclavo al esclavista. Esta ausencia de resentimiento dulcifica el texto y lo llena con esa luz honrada que tenían los veranos camusianos.

Y hay una constante reivindicación del buen hombre al modo en que lo pensaba Antonio Machado. Camus y Machado son dos de los espejos que Mercedes Navío ofrece a la pretenciosa autosatisfacción de los normales y de quienes no dudan. O sea, a los idiotas.

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