Opinión | La Asturias que más sorprende

Mejor los territorios que los mapas

Lugares insólitos sin salir de la región

Decía Susan Sontag: "No he estado en todos los sitios; pero están en mi lista". Recorrer el mundo, vagabundear al modo flaneur, con el único objetivo de experimentar la serendipia, es quizás una de las actividades más gratificantes que existen. Se puede realizar sola o en compañía, en la montaña o en una gran ciudad. Es además gratis, si nos perdemos en nuestro entorno inmediato. Caminar sin rumbo, conducir sin objetivo o perdiéndolo a cada rato, es la mejor forma que existe para encontrar lo inesperado. Es preferir los territorios antes que sus mapas, con permiso de Houellebecq. Una elección, a fin de cuentas, que conduce inevitablemente a la sorpresa.

Por supuesto que cuando se deambula por Bangkok o por Chiloé, por Trípoli (cuando se podía) o Samaná, lo diferente o raro son más constantes para nosotros. Ya lo decía el gran Reverte: "La aventura de viajar consiste en ser capaz de vivir como un evento extraordinario la vida cotidiana de otras gentes en parajes lejanos a tu hogar".

Sin salir de aquí, de casa, mirando hacia los lados, hay tanto por descubrir en Asturias, tanto por disfrutar. Sin despeinarnos, y sólo para abrir boca, voy a sugerir algunas pistas, lugares que a mí me han fascinado, asombrado o generado sensaciones diversas. Sitios para visitar, sitios para emocionar, entornos para sentir o soñar. Habrá lectores que los conozcan, mejor para ellos.

Para empezar: Lugás. Un emplazamiento en un promontorio de Villaviciosa cerca de la iglesia románica de San Juan de Amandi, donde se alza un santuario cristiano; que sin embargo parece (como tantos otros) remontarse a cultos sagrados desde mucho antes. Sitio de ritos en torno a una hoguera, donde no falta el simbólico tejo. Me contaba el arquitecto Diego Cabezudo cómo, cuando acometió las obras de un cercano hotel, se fijó en las energías telúricas de la zona –las Líneas Hartmann– y su coincidencia con otros factores. Cabezudo, miembro de la Asociación Española de Geobiología, y de la Asociación Asturiana de Bioconstrucción, observó que el entorno de la iglesia presentaba energías positivas muy potentes, que se prolongaban hacia la zona del establecimiento. Yo no creo en casi nada, desde que me enteré de lo del Viejito Pascuero (versión chilenizada de Santa Claus), pero sí en las personas sabias. Y si Diego lo dice, será verdad.

Siguiendo hacia el oriente, llegamos a Ribadesella, esa playa que la Marquesa de Argüelles convirtió en balneario; donde ahora su casa es hotel; pero no paramos. El itinerario de las grandes mujeres de Asturias, o el de los indianos, para otro día. No nos detenemos pues; pasamos junto a la Cueva de Tito Bustillo y su centro de interpretación –que también aparcamos en la recámara– y continuamos por la carretera que lleva a Sardalla, donde nos sale al paso el impresionante Palacio de La Piconera, levantado una vez más con dinero de América. Y poco después, en todo su esplendor, se abren las inmensas fauces de La Cuevona, una formación caliza con sus estalactitas y estalagmitas, cuya peculiaridad estriba en que la carretera la atraviesa a lo largo de 300 metros para posibilitar el acceso a la pequeña localidad de Cuevas del Agua. Está constituida por una caliza del Carbonífero, época en la que la parte de la litósfera que hoy forma Asturias ocupaba una latitud muy próxima al Ecuador. Me comenta el geólogo Juan Bahamonde, profesor de la Universidad de Oviedo, que los sedimentos y rocas de aquel mar tropical se deformaron y emergieron formando parte de una gran cadena montañosa, con una historia complicada. Así que sorprende lo que vemos, y más aún lo que nos cuentan de un pasado submarino. Da qué pensar.

En este recorrido errático, nos dirigimos ahora al occidente de la región, donde tanto hay por descubrir, o remirar, o repensar. Por el impresionante Puerto del Palo se llega a Grandas de Salime, donde Vaquero Palacios, con la colaboración de su hijo Vaquero Turcios, levantó a mediados del siglo XX esa presa imposible, en uno de los lugares más sorprendentes de Asturias. Sólo por asomarse desde el expresionista mirador hacia la vertiginosa caída, ya merece el viaje. Si además se visita el interior, caprichoso y excéntrico, aún más.

Y hay tantos lugares más que nos muestran una Asturias mágica, atractiva y sorprendente.

El Moyón de la Corralá en Pola del Pino (Aller): un monolito inquietante de origen precristiano.

Las capillas del Monsacro en el monte homónimo, a las que sólo se accede por una ruta de montaña que hay que recorrer a pie. Allí, la leyenda ubica el escondite de las reliquias llegadas de Jerusalén, antes de su traslado a Oviedo.

El pequeño cementerio protestante de Mieres, donde reposan los restos de Numa Guilhou, El parque escultórico de Candás en torno al faro y al Museo Antón.

Por no hablar de la estupenda arquitectura contemporánea, en ciudades u oculta entre la vegetación. Eso, para otro día.

Porque son tantos los lugares para perderse, los sitios por descubrir o recrear. Tanta Asturias por mostrar y conservar. Lo único que necesitamos es más tiempo, unas cuantas vidas más; porque ganas y entusiasmo no faltan.

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