Opinión

El fin de la vida social de los barrios

Las consecuencias del auge de las viviendas turísticas

La vida en el barrio va desapareciendo. Al menos en las grandes ciudades. Van cerrando tiendas, servicios… la sal de la vida social. Ya solamente resisten los viejos. La vida del estrés lo borra todo poco a poco. Un ejemplo lo tengo cercano. Les cuento:

El barrio, al que rodean varias colonias de hace un siglo, estuvo prácticamente encerrado en un contexto industrial en medio de la ciudad. Grandes almacenes y explotaciones ocupaban la mayor parte de los terrenos dentro del recinto. Hasta los autobuses desviaban su trayectoria para no entrar en la zona. En un momento dado, el Ayuntamiento lo abrió a la construcción de nuevos edificios. Y el barrio cogió vida social en sus calles popularmente comerciales.

Fueron apareciendo nuevas construcciones, se abrieron calles nuevas y las industrias se trasladaron a la periferia. El recinto solamente había sufrido la contaminación causada por la salida de mercancía pero no padecía de gran polución producida por residuos de procesos industriales o biológicos. Los camiones dejaron de recorrer sus estrechas calles y el barrio recuperó el dinamismo que ya tenían las calles adyacentes. Era un barrio nuevo y en él se fueron instalando profesionales de distintos ámbitos sociales.

Por su calles se veían poetas, novelistas, periodistas, cantantes, artistas diversos, destacados miembros del derecho y de la judicatura. Se abrieron consultas médicas y ambulatorios, un mercado y bastantes supermercados, cines, parques, restaurantes, comercios de todo tipo (ferreterías, mercerías, peluquerías, tiendas de electrodomésticos…). Pronto se convirtió en una pequeña ciudad moderna, con delegación municipal, centro cultural, instalaciones deportivas, parques infantiles, un gran auditorio. En un área entre cuatro calles se llegaron a abrir numerosas tiendas pequeñas y hasta ocho supermercados. Y, por supuesto, se instalaron varios negocios regidos por inmigrantes chinos (primero fueron restaurantes, después tiendas de todo a cien –luego a un euro–, ahora establecimientos de venta de cualquier materia (constructoras, fotocopiadoras, etc.).

Al tiempo nacieron líneas de autobús y estaciones del suburbano, que comunicaban con cualquier zona de la gran ciudad. El barrio, con su solera, se fue transformando en una pequeña ciudad dentro de la gran urbe. Así vivió largos años hasta que una crisis económica y una pandemia iniciaron el declive de una parte del distrito que se había transformado en zona residencial. No cerraron los bares por una decisión política que, además, les permitió extenderse hacia aceras y aparcamientos para ganar su adhesión. Pero se fueron clausurando establecimientos de todo tipo. Ferreterías, droguerías, mercerías, papelerías y librerías, tintorerías, tiendas de ropa y de electrodomésticos y un largo etcétera. En pocos meses cerraron varios bancos y hasta tiendas de chinos colocaron inusitados carteles de cierre "por jubilación". Tramos enteros de calles se cubrieron de paneles de clausura y el ámbito social y cultural iba desapareciendo. Las restricciones que corporaciones locales y leyes generales iban imponiendo sobre los pisos turísticos parece que empujaron a los alquiladores a salir del centro gentrificado y el barrio popular con un comercio social que animaba la convivencia comenzó a ver cómo cada establecimiento que cerraba se transformaba en vivienda turística. La apertura a la calle directamente sin connivencia con los vecinos ha propiciado que una pequeña tienda reforme su trozo de fachada, con una persiana con barrotes, y se convierta en residencia turística.

Hoy el barrio madrileño de Prosperidad, donde se veían en el mercado a galardonados escritores, deportistas, profesionales de la abogacía, catedráticos, artistas, emprendedores, obreros, gentes de toda clase, con cines, pequeños teatros, el Auditorio Nacional, varios parques y jardines, canchas deportivas, con una vida social dinámica, se está convirtiendo en un recinto de viviendas turísticas que apagan su energía y agilidad, donde lo único que no cierra son las farmacias.

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