Opinión | La semana política

"Descofiñizar" el Gobierno

El empeño de IU por marcar su rumbo en el Gobierno trastocando decisiones que llevan el sello o la inspiración del exvicepresidente Juan Cofiño

En los despachos más recónditos de IU se recita el siguiente trabalenguas, una y otra vez hasta poder enunciarlo sin trastabillar: "El Principado está cofiñizado. ¿Quién lo descofiñizará? El descofiñizador que lo descofiñice, de Izquierda Unida será". Y la mera enunciación, como un exorcismo, intenta mudar el sabor del Gobierno a golpe de cambios regulatorios.

En su primera entrevista una vez elegido presidente de la Junta General, con LA NUEVA ESPAÑA, Juan Cofiño, el otrora vicepresidente de Barbón, dejó un titular que resuena por el pasillo subterráneo que discurre bajo el enlosado de la calle Suárez de la Riva: "La incorporación de IU al Gobierno no puede desnaturalizar el programa del PSOE". Nacía el mes de julio de 2023 y aún no se había rubricado acuerdo alguno entre los socialistas y la coalición gobernar en coalición. Cofiño, tratando de adoptar la pose parlamentaria, apuntaba entonces que el PSOE necesitaría apoyos en la legislatura pero que IU no podría presionar con sus exigencias más que el valor de sus tres diputados de los 45 del arco parlamentario. Entonces aún se pensaba en un posible diálogo normalizado con el PP, o que el PSOE se arriesgase a gobernar en solitario. Dejaba Cofiño en manos de los órganos del partido la decisión de si integrar a IU en el Ejecutivo. Y quien en la pasada legislatura había sido el referente operativo de Barbón, el señor Lobo al que llamar si había algún problema y el "marine" que desembarcaba en los terrenos en los que se empantanaba la acción del Gobierno, ahora se retiraba a la paz institucional del palacio de Fruela.

Creer que meter a IU en el Gobierno inauguraría una luna de miel política era de una ingenuidad candorosa. Ya en las negociaciones, en el PSOE se evidenciaba la división entre quienes advertían de plagas bíblicas en el día a día y quienes defendían una fórmula mimética a la que Pedro Sánchez adoptaba con Yolanda Díaz en Madrid. Cofiño había sido en la pasada legislatura diana de la coalición, que le responsabilizaba de que el PSOE se apoyase en su última etapa en aquel espectro viviente que era el grupo parlamentario de Ciudadanos. La aprobación de la ley de calidad ambiental puso cruz y raya.

Cofiño no ocultó nunca su visión de un socialismo que cree en el libre mercado, alejado de las imposturas ideológicas y que "facilite el desempeño a la empresa para que pueda crear riqueza y repartirla". El PSOE de Sánchez ya había emprendido un rumbo que hacía que algunos perfiles salieran por la banda a causa de la fuerza centrífuga.

Hubo acuerdo, y el gobierno "de unidad progresista" incorporó el adjetivo de "reformista" a exigencia de IU. Fíjense: el ala socialista elige la expresión "vocación reformista" o "profundamente reformista", mientras que Ovidio Zapico, el consejero de IU y líder del partido, refiere "reformismo fuerte", siguiendo las tesis del comunista italiano Enrico Berlinguer. El "reformismo fuerte" deja de lado ensoñaciones ideológicas de revoluciones románticas para optar por intervenir en el corazón económico modificando leyes y normas. De ahí que la coalición exigiese operar en parcelas del gobierno vinculadas a la economía. No logró Industria y Medio Ambiente, pero se adueñó de Ordenación del Territorio, la tubería por la que necesariamente pasan, a la postre, la mayor parte de las acciones empresariales, industriales o comerciales: desde la planificación eólica, el plan de La Vega o las modificaciones urbanísticas para instalar inversiones.

El último golpe de mano ha tenido que ver con la reforma de las directrices de comercio. El documento que circulaba abría la puerta a instalar equipamientos comerciales en zonas industriales, una demanda que formulaba pensando en Costco insistentemente Ángel García, alcalde del concejo en la que Juan Cofiño ocupa la secretaría general del partido. Cuando Cofiño era el apoyo de Barbón para la gestión ordinaria, el Presidente no dudaba en defender el derecho del alcalde de Siero a ordenar su casa. Ahora, en un gobierno "descofiñizado" ("descafeinado" dirán otros), el énfasis decae, el documento se guarda en un cajón. ¿Qué menos con un alcalde que no dudó en fotografiarse con el líder del PP, Álvaro Queipo para más escarnio?

"Cofiño no está", repetía alguien en el PSOE cuando en la negociación del Gobierno la coalición enumeraba su propia lista del rencor. Pero, al tiempo, el vacío en el Ejecutivo generado por la ausencia de Cofiño iba adquiriendo entidad corpórea. El problema para los socialistas no era tanto la ausencia del expresidente como la presencia constante de su ausencia. Gimena Llamedo, una vicepresidenta que ha tratado de marcar su propia impronta, tenaz, minuciosa y entregada, ha padecido injustamente el peso de ese vacío.

Todo este cóctel alimenta a quienes dentro del partido ven un rumbo errático en el Ejecutivo y recelan de la capacidad del PSOE para imponer agenda, mientras IU marca la suya propia. Y se recita con insistencia ese trabalenguas: "El Principado está cofiñizado…".

Suscríbete para seguir leyendo