Opinión

Síntomas preocupantes en la sanidad asturiana

Exterior del edificio de consultas externas del HUCA.

Exterior del edificio de consultas externas del HUCA. / IRMA COLLIN

Los responsables de la sanidad asturiana anunciaron al inicio de esta legislatura que reordenar las áreas sanitarias, atajar las listas de espera, revitalizar la red primaria y mejorar la asistencia en salud mental constituían sus grandes prioridades para la legislatura. Todos esos problemas no son en realidad compartimentos estanco, sino partes de un conjunto interrelacionado. Los preocupantes síntomas que empieza a emitir una estructura que consume cuantiosos recursos exigen de inmediato alejarse de la autocomplacencia y encender las luces largas para que las tensiones que precisamente ahora empiezan a aflorar no acaben por cronificarse, ni pongan en riesgo las prestaciones.

El plan estructural anunciado esta semana para las listas de espera refuerza las consultas vespertinas y aumenta los conciertos con los centros privados. Ambas fórmulas cuentan con detractores entre los propios socialistas y los partidos de izquierda, sobre todo cuando las practica un Gobierno de la derecha. Sin aplicar criterios técnicos, pragmáticos y viables en el diseño de las medidas de choque no será posible responder con eficiencia a la incontestable realidad de los números. Tampoco estaría de más revisar el funcionamiento en el horario ordinario. De repente y de manera inexplicable acusa un deterioro, con el acelerante de la emergencia del covid de por medio. La simplificación de los procesos y la rapidez en la resolución ayudarían, con una evaluación continua, máximo rigor en el análisis y la voluntad sincera de revertir inercias perniciosas.

Cualquier intento de intervención choca con un muro complicado de sobrepasar: la carencia de profesionales sanitarios, desde la medicina a la enfermería, y los obstáculos para captarlos y fidelizarlos. Concurre otra circunstancia que ahonda este déficit, el trasvase de facultativos del ámbito público al privado que ha empezado a intensificarse en Asturias por las dificultades para retribuir adecuadamente a los mejores. El igualitarismo mal entendido, aquí y en cualquier otro aspecto de la competitiva sociedad actual, se revela como un criterio perjudicial.

La demanda de hospitalización en salud mental crece, y no de manera coyuntural sino estable. El HUCA ampliará las camas de sus unidades de adultos y adolescentes, pero los psiquiatras temen que no alcance. La sucesión de episodios con autolesiones y suicidios adquiere proporciones inquietantes. Igualmente, el relevo generacional en los centros de salud presenta complicaciones. No basta con aumentar las plazas MIR. En la última adjudicación quedaron sin cubrir algunas incluso en Oviedo y Avilés, además de en las alas. Los jóvenes licenciados no las encuentran apetecibles. Se habla de mejorar condiciones a los médicos de familia. Los ejecutivos autonómicos ofrecen contratos de tres años a quien termina la especialidad, lo máximo autorizado, con atractivos extra para arrimar el agua a su molino. En la pelea por los médicos pierden casi todas las regiones. La descentralización, irreversible, ha dado fruto, pero con limitaciones evidentes en proyectos estratégicos. Su desarrollo tampoco resulta incompatible con la coordinación global de los medios disponibles. La pugna pura y dura entre autonomías egoístas e insolidarias está mostrándose como un camino plagado de trampas.

No existen panaceas, ni políticas inocuas. Elegir conlleva costes. Sobre estos frentes hay que explorar alternativas prácticas e imaginativas fundamentadas en la experiencia, sin ceder a los intereses diversos –partidistas, sindicales, laborales– que a menudo gravitan sobre la salud. Máxime cuando el Principado ha convertido su gestión de la sanidad en un emblema y la circunstancia diferencial ante sus rivales ideológicos. Mantener la calidad asistencial requiere apertura de mente, buscar remedios eficaces sin dejarse arrastrar por el sectarismo y los prejuicios. Y conviene pensarlos ya, antes de que sea tarde.