Espinaréu (Piloña),

Ana ZAPICO

En el corazón mismo de la parroquia piloñesa de Espinaréu, caracterizada por la riqueza etnográfica presente en antiguos y numerosos hórreos que se conservan en el lugar, se encuentra el Arboreto de Miera, un conjunto de árboles de especies eminentemente autóctonas que se extienden sobre, aproximadamente, ochenta hectáreas de terreno, rodeado por unas de las manchas de bosque más importantes del centro de Asturias. Un trozo de paraíso.

Viejos robles, castaños, nogales, alisos, avellanos, hayas y abedules conviven en el Arboreto de Miera junto con pinos, abetos y acebos plantados hace algo más de un cuarto de siglo y que aún no han conocido la explotación maderera humana.

Aunque se dice que es el río Infierno el que baña con sus aguas el terreno del Arboreto de Miera, esa aseveración no es del todo precisa, ya que ese cauce discurre a la altura del puente de la Pesanca, zona en la que se ha habilitado un área recreativa en la que no faltan mesas, bancos, parrillas, fuentes de agua potable y aparcamiento. Y esa zona no está integrada en el Arboreto de Miera propiamente dicho. Justamente allí, en la Pesanca, es donde las limpias aguas, aún sin contaminar, del río Infierno pasan a denominarse Espinaréu por la convergencia, en este punto, de un pequeño riachuelo que le cambia el nombre al río.

Explica el cronista oficial de Piloña, Andrés Martínez Vega, que el río Infierno es así nombrado como sinónimo de terreno dificultoso, complicado y escarpado. A la vera de este río, poblado de truchas autóctonas que viven sin conocer aún la contaminación de sus aguas, transcurrió una calzada medieval que conectaba Sellón con el pueblo de Espinaréu, que, según los estudios históricos, se fundó como localidad en la Alta Edad Media.

Las cuevas presentes en las inmediaciones de Espinaréu, las de Ferrán y Aviao, estudiadas en el siglo XIX por el conde de la Vega de Sella, albergaron restos arqueológicos que indican que esta zona estuvo ya poblada en época prehistórica.

La belleza del entorno y el misterio que contienen la cuevas han inspirado más de una leyenda. Y ha servido recientemente como escenario de la grabación de un anuncio televisivo con el que el Principado se propone promocionar los productos asturianos con denominación de origen. Dicen los vecinos del lugar que en la cueva de Ferrán existen moras encantadas que custodian antiguos tesoros, y que no es difícil que se les aparezca alguna xana a los caminantes despistados.

Riqueza paisajística y mitológica se concentra a partes iguales en un lugar bien conocido por escaladores y caminantes, ya que una senda cruza el arboreto y el área recreativa de la Pesanca para llegar hasta lo más alto de la sierra de Aves, el Picu Vízcares, a 1.419 metros de altitud. Esta senda ofrece también al caminante la posibilidad de alcanzar los montes del Infierno y llegar hasta el concejo de Caso, adentrándose de lleno en el parque natural de Redes. Indican los ornitólogos que hace unas dos décadas que el urogallo se extinguió en Piloña, pero en su defecto puede observarse una completa representación de aves rapaces, como el aguililla calzada, el azor común y el abejero europeo, entre las diurnas, y el cárabo común y el búho chico, entre las nocturnas. Ardillas, corzos y jabalíes habitan entre helechos y matorrales, en un entorno apenas alterado en pleno siglo XXI.