Una democracia tierna como la española, a la que aún le faltan varios hervores para encontrarle el punto, necesita con urgencia que la sociedad civil despierte. El pasado es una losa tremenda: cuarenta años de dictadura, con el aparato del régimen repitiendo sin desmayo que la política era una escuela de odios y los políticos unos desaprensivos, han hecho mella. Paradojas de la vida, de eso se aprovecharon -y se siguen aprovechando- los partidos políticos, empeñados en controlarlo todo; si es posible, hasta los más ocultos pensamientos. Por eso construyeron una partitocracia cerrada, en la que ni siquiera los partidos políticos tienen un funcionamiento democrático. ¿No es ya hora de avanzar hacia una democracia verdadera, en la que los políticos rindan cuentas ante el pueblo y no ante sus partidos?