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Morir de amor, a veces, es posible

Los mayores son los más vulnerables por su fragilidad, dificultad para superar el duelo y ausencia de motivos para seguir adelante

Dos personas mayores, paseando. MIKI LÓPEZ

¿Se puede morir por amor? ¿Y de pena? Pues sí. Y los últimos en demostrarlo han sido los cangueses Raúl Nava y Pilar Meana. Él falleció el pasado domingo con 80 años y ella, el lunes, pocas horas después, con 77. Pasaron una vida juntos, 61 años (56 de casados y cinco de noviazgo). El marido llevaba tiempo aquejado de alzheimer y su esposa, que sufrió un paro cardíaco, se volcó en su cuidado. Su caso es el cuarto similar en el último año en Asturias.

José Antonio Labra es profesor de Psicología Evolutiva de la Universidad de Cantabria, así como experto en envejecimiento. Explica que estos casos se suelen dar en personas muy mayores y que llevan una vida juntos, por lo que han compartido mucho. "Esos vínculos tan fuertes provocan que cuando uno de los cónyuges fallece, el sistema emocional no le permite al otro superarlo", argumenta. Habla también del síndrome de fragilidad al tratarse de personas de edad avanzada que carecen de los "mecanismos de afrontamiento necesarios para poder superar el duelo". Ese shock emocional tan fuerte afecta al sistema inmunológico, el encargado de proteger nuestro organismo contra las enfermedades.

Labra pone como ejemplo el de Pilar Meana, conocida cariñosamente como Pilita, pues su dedicación total y entrega en el cuidado de su esposo podría haber derivado en una "fragilidad física e, incluso, mental" por el desgaste en el cuidado, que tras el fallecimiento del cónyuge puede tener efectos negativos en su organismo. En este caso, en su corazón. "Los síntomas del duelo son emocionales y físicos, como dolor de cabeza, náuseas, opresión en el pecho, problemas cardíacos o en las mujeres, incluso, la pérdida de la regla", indica. "El cuidado de una persona mayor o enferma requiere una energía física y psicológica tremenda", dice.

"Se puede morir por la pérdida, por la falta de ese amor" porque el vacío que queda es tan grande, que las defensas del organismo bajan, por lo que es más fácil enfermar. Además, José Antonio Labra, responsable del área de Mayores de la Mancomunidad de la Comarca de la Sidra, destaca que para superar la pérdida de un ser querido es necesario enfrentarse y sobreponerse a la situación, lo que se conoce como "resiliencia". Pero este mecanismo depende de factores como la red de apoyo social o la intensidad de la relación. Se dan casos en los que el otro cónyuge fallece al año o incluso a los pocos meses debido a que su experiencia vital durante muchos años giraba por completo en torno a la persona querida y cuando ésta muere no encuentra motivo para seguir viviendo. La falta de estrategias psicológicas para afrontar la pérdida, no desean rehacer sus vidas.

La psicóloga Mayte Álvarez Bermejo lo corrobora: "es una soledad muy grande y un duelo intenso". A veces, el cónyuge que sobrevive se desatiende, lo que puede afectar a una patología previa. Confirma que cuando se produce un estrés muy potente o un acontecimiento vital estresante, como puede ser el fallecimiento de la pareja, influye en el sistema inmune, bajan las defensas, y también se puede alterar alguna enfermedad que padezca. Además, el cuerpo, a una edad avanzada, no responde igual. "A veces sienten que se acabó su proyecto de vida al enviuda", concluye.

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