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Cangas de Onís pueblo a pueblo

Tresanu crece con acento inglés

"La gente es amable y el nivel de vida muy bueno", aseguran Nina y Dick Reeve, dos de los últimos británicos en mudarse a la localidad canguesa

Nina y Dick Reeve, con el monte Sueve al fondo. C. CORTE

María Luisa Álvarez Blanco no sabe inglés pero se entiende perfectamente con las dos parejas de británicos que recientemente se mudaron a vivir a la localidad canguesa de Tresanu. Cuando les habla de los cuarenta veranos que pasó en la majada de Fana cuidando del rebaño, haciendo queso de Gamonéu y sirviendo comidas en La Tiese, los nuevos inquilinos asienten, convencidos de que están ante una auténtica fuerza de la naturaleza. Y es que, a punto de cumplir los 86 años, aún atiende su huerta, sus geranios y dondiegos, elabora algún queso para consumo propio y cocina para ella y para su hijo Luis González, prejubilado del campo. Los dos comparten el amor por los animales y por su pueblo que, lejos de despoblarse, en la última década ha sido testigo de la incorporación de seis nuevas familias. Casi todas tienen una reivindicación común: que arreglen la carretera y acondiciones cunetas en ella para evitar inundaciones. "Se mudaron unos madrileños y el taxi que venía a recoger a sus hijos para ir a estudiar no quería pasar porque decía que la vía estaba muy mala", aseguran los lugareños.

La ubicación privilegiada de Tresanu, a las puertas del parque nacional de los Picos de Europa y a 30 minutos de la costa son algunos de los factores que explican este "boom" poblacional. "Aquí confluyen varios caminos que te permiten llegar a Llabra, a Nueva y a Peruyes para enlazar con diferentes carreteras, y a Cebia o a Cardes, lo que pasa que algunos están deteriorados", lamenta Álvarez. Su otra hija, Carmen, está empeñada en llevársela a Ribadesella pero la octogenaria no cambia la tranquilidad de Tresanu "por nada del mundo". Tampoco González, que se entretiene cuidando de su vaca "Lucera". "Antes teníamos muchos animales y subíamos hasta con los cerdos caminando de noche al puertu, pero el lobo fue haciendo de las suyas y aunque aún tenemos cabaña en Acebéu ya ni subimos por pena de ver lo despoblado que quedó", esgrime este vecino de 63 años, que antaño participaba siempre en el Festival de la castaña y productos de la huerta de Arriondas, donde cosechó varios premios.

Igual de enamorados de este pueblo, perteneciente a la parroquia de Llabra, están el matrimonio formado por Nina y Dick Reeve, naturales de Camberley. El inglés realizó un viaje al sur de España para participar en una prueba ciclista y al ver en una revista de viajes imágenes de Cangas de Onís se quedó prendado. Pronto programó una excursión de fin de semana a la zona con su mujer, en la que se ambos se sintieron "como en casa". Cautivado por las vistas del Sueve decidió fijar allí su residencia tras su jubilación como policía de la sección de pedofilia. En 2006 compraron en Tresanu un par de cuadras viejas a través de una inmobiliaria, pero la crisis frenó su intención de rehabilitarlas como alojamientos rurales hasta fechas recientes. "Nuestra intención es quedarnos aquí porque la gente es muy amable, en Cangas hay un ambiente muy internacional y el nivel de vida es muy bueno", afirma la pareja, que presume de ver desde casa la cruz del Picu Pienzu cuando está despejado.

Los de la familia Reeve no son los únicos apartamentos rurales de Tresanu, un pueblo tradicionalmente ganadero que ya no cuenta con profesionales en activo del sector agrario. Desde 2005 hay unas instalaciones similares en el barrio de Carrocéu, donde reside José Antonio Cortés, de 77 años. "Estaría bien que arreglaran la carretera y pusieran algunos indicadores para la gente de fuera porque por aquí llegan perdidos a diario gente en cochazos preguntando por el restaurante El Molín de Mingo", dijo.

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