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Churros de plata en Llanes

El popular negocio de Juanita Varela cumple 25 años y suma incondicionales de sus dulces: "No los hay así en otros sitios"

Lucía Díaz entrega unos churros a un cliente. CRISTINA MURUZÁBAL

"No se encuentran churros así en otros sitios". Esta frase se escucha con frecuencia entre los clientes de la Churrería Juanita, que celebra sus bodas de plata como parte indispensable del paisaje de Llanes. En estos 25 años, su incansable propietaria, Juanita Varela, ha preparado este dulce postre a miles de llaniscos y visitantes que se han agolpado en la ventana de su negocio. Un negocio que se ha convertido ya en parte de la familia, pues tras su retirada, su nieta, Lucía Díaz, no lo ha dudado y ha decidido ponerse al frente para evitar el cierre de este lugar ya histórico.

La historia de Juanita es la de una vida de trabajo. Marchó con su marido a Australia, donde trabajó y vivió durante siete años, para, a su vuelta, vender tortillas y otras comidas típicas de playa en las inmediaciones de El Sablón. Pero sería después, hace unos veinticinco años, cuando comenzó en lo que ha sido su vida: los churros.

"Le compré la churrería a la señora que estaba antes, Chucha 'la Churrera', y ella fue quien me enseñó, porque hacía churros muy buenos", cuenta Varela, que atendía el negocio a la vez que cuidaba y criaba a sus cinco hijos. Para ella, el secreto de sus creaciones está en la masa y, más concretamente, en la cantidad de sal. "Echar mucha no puede ser porque están malos, pero si se echa poca se queda la masa sosa", afirma Varela, quien con los años se ha convertido en una experta en la materia. Una labor en la que no ha estado sola, pues su nieta comenzó a ayudarla cuando tan solo contaba con 14 años. "Le veía hacer la masa, pero al principio solo me dejaba limpiar y cortar", recuerda Díaz de sus primeros veranos junto a su abuela en el que hoy es su negocio.

De momento, confiesa que los clientes la han acogido muy bien, pero lo que mas valor tiene es que ha conseguido el beneplácito de la persona más importante, su abuela, que no duda en alabar el buen sabor de los churros que elabora su nieta.

Eso sí, que nadie piense que Varela se ha marchado del todo. Porque, aunque ya no está en la primera línea del negocio, sigue acudiendo a menudo para visitar la que aún es su casa y está siempre dispuesta para ayudar a su nieta en caso de que esta lo necesite.

De momento, este emblemático negocio llanisco continúa haciendo felices a los amantes de los churros. Entre ellos, a la hija de 4 años de Díaz que, si bien aún es joven para aprender los entresijos de la ocupación familiar, lo no es para degustar y saborear sus resultados, que, según cuenta su madre, tanto le gustan.

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