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Asturias pierde a uno de sus últimos molineros, Antonio Soto, de Parres

Paisano carismático, muy querido por vecinos y viajeros, falleció el pasado jueves a los 96 años

Una de las últimas imágenes de Antonio Soto, en el interior de su molino. | LNE

Antonio Soto, uno de los últimos molineros tradicionales en Asturias, falleció el pasado jueves a los 96 años. Parres, concejo al que pertenece su pueblo, Huexes, perdió así a uno de sus vecinos más queridos y uno de los últimos profesionales de la molienda en activo en el Principado, un hombre que, como señalaban quienes bien lo conocían, estuvo moliendo hasta hace muy poco tiempo.

La noticia del fallecimiento de este carismático paisano, muy querido tanto por la gente de su pueblo como por mucha otra que se acercaba hasta su molino para conocerlo en persona y saber de su oficio, cogió por sorpresa a sus vecinos, que siempre hablaban de él como una persona fuerte, trabajadora, muy enamorada de su trabajo y de su molino, y que gustaba de departir con cuantos se acercaban al lugar.

Y es que Antonio Soto había conseguido convertir su molino, a orillas del río Chicu, en punto de peregrinación de turistas que, conocedores de su afabilidad, se acercaban hasta allí para verlo y disfrutar de la belleza del entorno.

Siempre molió para consumo humano, nunca para ganado, como él mismo solía explicar. Trigo, centeno, escanda y maíz no tenían secretos para él. En los últimos años señalaba que había una buena demanda de su labor artesanal.

Aunque casi toda su vida estuvo entregado a su trabajo de molinero, también tuvo que emigrar en los años sesenta a Francia y Austria para, tal como comentaba en su día a este diario, sacar adelante a su familia. Sin embargo, en cuanto fue posible, regresó definitivamente al terruño y al oficio por el que siempre será recordado: el de molinero del molín de la Teyera, construcción y entorno que siempre mantuvo cuidado e impecable.

“El secreto está en ser honrado, no engañar a nadie. Se garantiza un sabor mejor en alimentos como los tortos porque no es triturado como con el eléctrico, es molido piedra contra piedra, y eso se nota”, señalaba este hombre en uno de los reportajes que sobre su figura y su oficio publicó este periódico.

Durante casi toda su vida estuvo moliendo tanto para vecinos de Fíos, Calabrez, Collía, Cuadroveña, Tresmonte o Pendás como para otros que acudían a él de fuera del concejo. Afable, buen conversador, su bonhomía y su amor por la molienda y el molino hacen que su pérdida sea muy sentida por cuantos lo conocieron.

Seguramente que ese molino, en memoria de quien fue Antonio Soto, seguirá activo a través de alguno de sus cinco hijos y once nietos, como él mismo señalaba a este diario hace tiempo. “Mi hijo Mauricio Manuel se ocupa del ganado, pero me ayuda mucho. Seguiremos manteniendo la actividad por tradición, aunque hoy en día no es rentable, yo muelo más que nada por estar entretenido un rato”, afirmaba.

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