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Ramón Díaz

Orientalia

Ramón Díaz

Bufones, la octava maravilla

Los bufones, bujones o bramadorios son un espectáculo asombroso. Aún más, si cabe, para quien los visita por primera vez. Oír sus bramidos sobrecoge. Ver cómo surge de pronto el agua a toda velocidad del suelo y cómo se eleva, poderosa e imparable, hasta superar en ocasiones los veinte metros impresiona. Pocas visiones habrá tan sorprendentes en la costa europea. Y están aquí, en esta patria chica oriental. No sólo en Llames, también en Santiuste, en Puertas... Y los que se han perdido, porque antes había costumbre en algunos pueblos de cegarlos o de tirar en ellos las basuras y hasta las reses muertas. Si estos prodigios naturales estuvieran en otro país, o incluso en otra comunidad autónoma, se elevarían loas, encomios y alabanzas. Estarían en un altar y se venderían como la octava maravilla del mundo. Pero en esta tierra de bufones (de todo tipo) paradójica, tan pequeñina y grandona a la vez, siempre se desprecia lo propio. Y así nos va.

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