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Fiesta y sueño

Posada de Llanes. Fiesta de San José. A las cuatro de la mañana –la noche es joven– el volumen de la música alcanza tal magnitud que a 700 metros del lugar del evento es imposible conciliar el sueño. Y así, sin sueño, llevamos desde primeras horas de la madrugada. Con el tachún-tachún de la orquesta retumbando en el dormitorio. Con el derecho al descanso a los pies de los caballos del jolgorio. A merced del operario que descontrola el volumen de la música y esperando inútilmente que algún responsable de la Comisión se dé cuenta del agravio y lo remedie. Y atentos que se nos viene encima el verano azul, con su aluvión de fiestas y la consiguiente tormenta perfecta de orquestas en camión talla XXL. Compitiendo entre sí en nocturnidad, decibelios y generación de insomnio. Con lo fácil que sería, con un mínimo de sentido común y civismo, restringir horarios y volúmenes para permitir a los unos divertirse y a los otros descansar.

Pero por desgracia y de momento, fiesta nocturna y sueño parecen incompatibles en Llanes. Y no hay derecho. Toca mover ficha a la autoridad competente y como dicen los tecnócratas, regular el sector. Cuanto antes, mejor.

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