-Los críticos de la edificación en altura sostienen que se trata de importar un modelo urbano de Estados Unidos y Asia, que amenaza el modelo de ciudad europea.

-El rascacielos se propone como arquitectura utópica en Italia en los años diez del siglo pasado, y en Alemania, en los veinte y los treinta. No es un modelo americano. La congelación de las ciudades es una visión folclórica, franquista, lo que entendía por tipismo la sección femenina, y es contradictoria con la necesidad de un crecimiento ordenado de las ciudades y, sobre todo, con el derecho de los ciudadanos a vivir su propio momento histórico, su contemporaneidad. No podemos obligar a la gente a vestirse con trajes regionales, tampoco a las ciudades. He ganado un concurso para construir el nuevo teatro del Lago Maggiore, en el norte de Italia, un edificio nuevo en un contexto paisajístico único y con gran valor histórico. Es algo que se está haciendo en toda Europa.

-¿Y sin polémica?

-La polémica es habitual en arquitectura. Lo que no se puede olvidar nunca es la búsqueda de la calidad, no existen fórmulas mágicas.

-¿Usted cree entonces que el nuevo urbanismo debe ir por la edificación en altura?

-Hay que equilibrar. Una ciudad toda en altura sería una monstruosidad, pero una que alterne lugares peatonales de proporciones bajas y alta densidad con torres de gran altura y baja densidad es un modelo de ciudad muy atractiva. Estoy estudiando las medinas árabes, porque me han llamado para restaurar la medina de Trípoli, y lo que define este tipo de arquitectura de poca altura y alta densidad es el estrecho contacto urbano, la forma en que la ciudad se cierra al paisaje, lo ignora, mira hacia dentro. Es algo que tienen en común con ciudades históricas españolas, por ejemplo Cuenca. La ciudad medieval se cierra al paisaje, al que ignora y teme. La ciudad extrovertida del movimiento moderno y los rascacielos se abre al exterior, es de cristal y permite disfrutar de las mejores puestas de sol. Los rascacielos son una manifestación del romanticismo: ¿quién no quiere ver una maravillosa puesta de sol en Asturias desde una caja de cristal en lo alto, oyendo una sinfonía? Y son también un mensaje de optimismo creador, hacen realidad el sueño de vencer a la fuerza de la gravedad.

-¿Y las desventajas? ¿No son quizá edificios más peligrosos, iconos que pueden atraer el riesgo?

-¿Puede haber un miedo a significarse? Creo que una ciudad optimista tiene que ser una ciudad con objetos que demuestren su presencia. Eso alegra la vida. Y en las alturas en que nos movemos, hasta unos 300 metros, los problemas técnicos no son relevantes. En cuanto a los riesgos de seguridad, hay que tener en cuenta las vías de evacuación y duplicarlas, como hago en las torres de Montenuño. Pero no olvidemos que España es uno de los países en donde se producen más muertes en incendios en edificios de cinco plantas o menos, por la ausencia de escaleras de incendios. Es mucho más peligroso un edificio de cinco plantas que no esté preparado que uno de cuarenta bien hecho.

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