-¿Qué sucedió finalmente con su idea para la Fábrica de La Vega?

-A unos les pareció bien y a otros mal. Pero yo tampoco moví nada. Sólo lo haría si los sindicatos estaban de acuerdo. Lo que sí encargué fue un boceto porque había cuatro cosas muy importantes que proteger.

-¿El qué?

-La relación de la fábrica con San Julián de los Prados, el claustro de Santa María de la Vega, la capilla y las construcciones del XIX que probablemente no haya muchas más en España como ciudad fabril. Luego, Gabino de Lorenzo, en sus enredos, intentó convertir eso en una operación de las que gustan en Oviedo y a mí me disgustan, de especulación urbanística. Pero ahí no había posibilidad de especular nada.

-El Ayuntamiento asegura que tiene derechos históricos.

-El Ayuntamiento ahí no tiene nada. Ni nadie. El Estado español es el único que tiene derechos. Es de analfabetos sostener lo contrario. El convento se expropió y la comunidad de benedictinas de la Vega se integró en San Pelayo. De hecho allí hay ahora una doble distinción: abadesa y priora. Una es por San Pelayo y otra por recuerdo de La Vega.

-¿Pero no hubo una doble cesión en el XIX?

-La cesión al Ayuntamiento sólo es en uso. Para la venta era estatal. Porque ¿qué pagó el Ayuntamiento a las órdenes religiosas? ¿Qué era entonces, un regalo? Lo que era municipal era el uso.