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Visiones De Ciudad

Luces y sombras y futuro esperanzador

Oviedo, una ciudad que no siempre ha estado a la altura de su historia

Luces y sombras y futuro esperanzador

El origen del nombre de Oviedo es hoy aún una incógnita, a pesar de la existencia de distintas teorías. De lo que no hay duda es que en Florida, México, Paraguay y República Dominicana hay cinco poblaciones con el nombre de la capital del Principado que poco tienen que ver, tal como proclamó Woody Allen, con la deliciosa y bella Oviedo, perfecto refugio para cuando el mundo se pone peligroso. Pero, ¿es esta visión la imagen real de nuestra ciudad o está distorsionada por alguien que la observa con ojos de turista? Distorsionada o no, el director de cine ha quedado inmortalizado en una de las más de cien piezas escultóricas diseminadas por toda la ciudad.

Parece lógico que Oviedo siga conservando la capitalidad al poder considerarse, lato sensu, como la primera corte de la Monarquía española, ya que tal como dice Pérez de Ayala, Cangas de Onís solo fue una muy breve antesala. De lo que no hay duda es que, como cualquier ciudad, siempre se ha alimentado de las vivencias de las personas que habitan en ella, de sus maneras de interactuar y de su extensa historia.

Hay un hecho que cambió a esta ancestral ciudad. En 1608 Fernando de Valdés Salas fundó la universidad de Oviedo, consiguiendo así que una zona aislada y con un gran número de analfabetos se convirtiera en una ciudad de referencia. Hoy podemos decir orgullosos que nuestra universidad de 22.000 estudiantes está entre las 500 mejores del mundo según el Ranking de Shanghai 2019.

Pero conviene recordar algunas sombras del pasado que crearon inconfesables momentos vergonzosos que pueden distorsionarse con el tiempo y perder con ello la realidad. Leopoldo Alas Argüelles, primer hijo de Clarín, rector de la Universidad entre 1931 y 1937, nace en 1883 en la casa familiar de la calle Uría, enfrente de lo que hoy es "El Corte Inglés", aunque no haya ninguna placa que así lo indique, donde su padre escribiría La Regenta y donde también vivió su abuelo Genaro, que fue alcalde de Oviedo. Alas Argüelles, honesto, defensor de la democracia y de la libertad, fue una de las víctimas de la "depuración" franquista. No sirvió de nada el testimonio a su favor de Sabino Álvarez Gendín, que le sucedería en el cargo de Rector tras su detención, ni del magistral de la catedral, Benjamín Ortiz, ni las peticiones de clemencia e indulto que llegaron de todas las partes del mundo. El régimen franquista no deseaba perdonarle la vida. Juan Antonio Cabezas, periodista y biógrafo de Clarín, cree que la persecución fascista fijaba sus preferencias criminales en intelectuales como Alas Argüelles, continuadores de una "tradición española de la cultura liberal y humanista". Solamente en Granada el rector Salvador Vila Hernández corrió una suerte similar. Como curiosidad destacar que el mismo día que fusilaron a Alas Argüelles, su querido gato "Alas" se tiró por la ventana. ¿Suicidio o casualidad? Imposible averiguarlo.

Volviendo al tema es necesario incidir en que Oviedo no ha sabido, podido o querido respetar, en muchas más ocasiones de lo que desearíamos el pasado histórico que impregna su verdadera esencia. Se llevaron a cabo muchos derribos del Patrimonio monumental ovetense, que acabaron definitivamente con gran parte de la ciudad tradicional, especialmente a comienzos del siglo XX. Desafortunadamente, no se ha imitado el espíritu de las ciudades europeas que han sabido conservar su arquitectura tradicional, al mismo tiempo que integraban armoniosamente nuevas formas, culturas y colores. Son de sobra conocidas muchas actuaciones polémicas que fueron minando ese patrimonio. Indignante fue la tala del árbol del cual tomamos el gentilicio oficioso, el carbayón, roble en castellano, después del vivo debate que provocó la votación por tres veces en el Ayuntamiento antes de su desaparición en 1879.

No se comprende que la ciudad permaneciera inmutable ante la demolición en 1922 de la iglesia de San Isidoro, del siglo XIII, a la que, ya sin uso eclesiástico, el Ayuntamiento de Oviedo convirtió en una tahona dedicada a hacer "pan de fisga" el día de Nochebuena de 1793. Más aún, cuando esa demolición se llevó a cabo con un simple informe del estado de ruina y sin una previa valoración de su antigüedad, ni de su gran valor artístico, patrimonial y arquitectónico. La sensibilidad de los integrantes del Centro de Estudios Asturianos preservó la portada románica. Gracias a ello podemos apreciar su extraordinaria belleza en el Campo San Francisco.

En 1929 la iglesia fue remplazada por la obra del ingeniero Sánchez del Río. El Consistorio creó un gran paraguas de hormigón para abellugar a las lecheras que vendían sus productos. El solar pasa a conocerse como la "Plaza del Paraguas". Poco duró con ese cometido, posteriormente se construyeron bares muy conocidos como Tigre Juan o La Regenta que alojaron tanto a poetas de la Generación del 50, como del mundo de la cultura o la política los años 70.

Otro ejemplo es un señorial y emblemático palacete de la calle Toreno construido a finales del siglo XIX, símbolo de las numerosas construcciones que sucumbieron bajo el ávido desarrollo urbanístico. Me refiero al palacete que compró Manuel Valle a otro indiano cuando decidió venir a Oviedo y casarse con su sobrina Concha Heres, que fue quien acabó dando nombre al edificio, la "casa o la quinta de Concha Heres", algo bastante significativo en una ciudad donde ni siquiera hoy las mujeres superan el 5% del callejero. Fue su hijo, un conocido músico, quien lo vendió en 1943 a Pedro Masaveu por menos de cinco millones de pesetas, con la colección de pianos de cola, el extraordinario jardín y el imponente invernadero de dos pisos, de hierro y cristales, con diseño del ingeniero Eiffel. Las protestas y el pronto reconocimiento como monumento histórico-artístico no pudieron frenar al Banco de España que encargó a Derribosa, una empresa que demolió mil edificios en 35 años, su derribo para construir un nuevo edificio de gusto estético muy diferente.

Sería un largo número de derribos polémicos: en 1915 el acueducto de Oviedo, que desde el siglo XVI había abastecido a la ciudad con las aguas de las fuentes de Boo y Fitoria. En 1997 El Fontán, del que se documenta la primera referencia en 1376? por no hablar de obras que nunca tenían que haber sido diseñadas de esa manera como el Palacio de Congresos de Oviedo.

Oviedo, "la muy noble, muy leal, benemérita, invicta, heroica y buena", legendaria, artística e histórica, guardiana de tesoros y reliquias, necesita desprenderse definitivamente de Vetusta, la asfixiante, pequeña y provinciana ciudad que tan bien describió Clarín, para reconocerse como una ciudad moderna del conocimiento, plural e inclusiva, sin fronteras, donde las personas sean libres para desarrollar sus capacidades personales y dueñas de sus decisiones, sin ningún tipo de limitación impuesta por los estereotipos, el género o los prejuicios.

Una ciudad que reconozca y cuide su pasado, sus elementos simbólicos o los referentes que le son propios y que le sirvan para construir un futuro esperanzador.

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