“El Oviedo del futuro es tecnológico, pero también más humano. Se abre a lo nuevo sin perder solera y depende de lo que los ovetenses seamos capaces de impulsar y soñar”. Con estas palabras sintetizó Ángeles Rivero Velasco, subdirectora general de LA NUEVA ESPAÑA, su visión de la ciudad, en el pregón con el que ayer abrió las celebraciones del Martes de Campo. Un discurso en el que Rivero puso a la Sociedad Protectora de La Balesquida como ejemplo del respeto y conocimiento de las raíces propias y del espíritu de confraternidad que deben guiar a Oviedo en su esfuerzo por liderar el futuro de la región.

El pregón de ayer era especial. Por primera vez desde la Guerra Civil, Oviedo se quedó, el año pasado, sin Martes de Campo, y hay muchas ganas de recuperar la fiesta. Se percibía esa ilusión en un nutrido teatro Filarmónica, por el que pasaron ovetenses como Pablo Junceda, director general de Sabadell Herrero; Juan Carlos Rodríguez-Ovejero, presidente de la Fundación Ópera de Oviedo; Ramón Rodríguez, director del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA); Carlos Paniceres y José Manuel Ferreira, en representación de la Cámara de Comercio; Margarita Fuente y Margarita Collado, presidenta y vicepresidenta en Asturias de la Asociación Española Contra el Cáncer; o el concejal del PP Gerardo Antuña, que acudió en representación del Gobierno Municipal. La esperanza por retornar al Campo estaba especialmente latente entre los socios de La Balesquida, con su presidente, José Antonio Alonso, al frente, quien hizo alusión a ese esperado retorno de la fiesta al introducir el acto. Willy Pola, directivo de la Sociedad, fue el encargado de presentar a la pregonera, destacando, además de una trayectoria profesional que la ha convertido en “todo un referente informativo”, su apoyo infatigable a La Balesquida y su elevada categoría humana, destacando su carácter sencillo y su empatía.

Margarita Fuente y Margarita Collado, en el pregón. Irma Collín

En su pregón, Ángeles Rivero también profundizó en esta idea, la del renacer de una fiesta crucial y necesaria. “Este Martes de Campo adquiere, debido a las circunstancias, un doble y feliz alcance. Vale por dos, el que en 2020 no pudo ser y el que en este 2021 se convoca con ánimo renovado”, señaló. Rivero profundizó en esta idea con argumentos y con documentos, con fotografías y crónicas procedentes de la hemeroteca de LA NUEVA ESPAÑA. Entre ellas auténticas joyas como una noticia del 19 de mayo de 1937, cuando se trabajaba en recuperar el festejo tras el paréntesis de la Guerra Civil. “Mañana habrá que resucitar la fiesta, pero con toda la nobleza ritual de su origen: fiesta religiosa, fiesta civil, fiesta profana”, señalaba el cronista, construyendo un inesperado diálogo con el presente.

Mas la pregonera no se limitó a la recuperación del pasado, sino que utilizó toda esa tradición, todo ese legado, para plantear un modelo de ciudad: el de una urbe abierta, moderna, integradora y despierta, cuyos límites desbordan los municipales. “Oviedo es la capital de Asturias y puede serlo también de una pujante área metropolitana que nos ponga, con todo merecimiento, en el mapa de las grandes ciudades españolas y europeas”, precisó.

Al igual que Oviedo debe mirar al pasado para modelar su identidad, Rivero construye esta idea de ciudad desde su propia biografía. “Soy una gijonesa estudiada en Madrid, madurada en Avilés y felizmente afincada en Oviedo; en realidad una ovetense del siglo XXI, porque fue en los primeros compases de esta centuria cuando mi desempeño profesional me trajo y ancló ya definitivamente a esta bella ciudad”, relató, para añadir que “me siento habitante de Ciudad Astur, esa conurbación que conforman las tres ciudades del centro de Asturias”.

Ángeles Rivero, durante el pregón. Irma Collín

Este liderazgo que Rivero reclama para Oviedo no es algo extraño en la historia de la ciudad. El propio título del pregón, “Los Caminos de Oviedo”, aludía al papel protagonista de la capital en la creación del Camino de Santiago, un papel que el Ayuntamiento reivindica con fuerza en el marco del año santo Xacobeo, con la campaña “Oviedo, origen del Camino”. Rivero destacó la presencia del alcalde, Alfredo Canteli, y de parte de la corporación en la Feria Internacional del Turismo (Fitur), que se celebra estos días en Madrid, y en la que Oviedo promociona “el impagable legado de Alfonso II, un monarca adelantado a su tiempo que supo ver en el hallazgo de los restos de un apóstol un filón para cohesionar y redimensionar su reino”.

Ese legado forma parte indisociable de una ciudad que, como señalaba la pregonera, “aspira a revitalizar su casco antiguo y proyectarse hacia el futuro como Patrimonio de la Humanidad”. Pero Oviedo no es únicamente pasado, sino que es una ciudad viva y versátil que “se rejuvenece en barrios como La Corredoria, aunque cimentará su porvenir en La Vega y El Cristo”, y también una sede congresual, una capital de compras y un enclave que “rezuma cultura a través de su ‘manzana de los museos’, los Premios Princesa, una magnífica temporada de Ópera a la que solo desde la miopía política se le puede negar apoyo, y una programación cosmopolita que se abre a nuevos públicos”. Un proceso en el que Ángeles Rivero aprecia cierta “gijonesización” de un Oviedo abierto al teatro, el “indie” y la vanguardia artística, en un proceso complementario a la “ovetensización” de un Gijón que aprende a paladear la música clásica.

Todo forma parte de ese intercambio enriquecedor entre las grandes ciudades del centro de la región. “El intercambio es constante y los asturianos salimos ganando”, señaló Rivero. Y en ese proceso, como ya ha hecho en el pasado, a Oviedo le toca liderar la conquista del futuro. “Echamos la vista atrás, pero no para recrearnos desde la nostalgia en el Oviedo que ya no es, sino para aprender de la historia y tomar impulso hacia el Oviedo que debería ser o nos gustaría que fuese”, precisó Ángeles Rivero, que dedicó los últimos instantes de su pregón para felicitar a La Balesquida y tener un cariñoso recuerdo hacia Alberto Polledo, directivo de la Sociedad recientemente fallecido. Tras la lectura, muy aplaudida, el cuarteto de guitarras “EntreQuatre” cerró el acto con un concierto.

"EntreQuatre", durante el concierto. Irma Collín

Los Caminos de Oviedo

Ángeles Rivero Velasco

Autoridades, directivos y miembros de la Sociedad Protectora de la Balesquida, señoras y señores, amigos y amigas, buenas tardes.

Para mí es un placer, y al mismo tiempo un orgullo, poder dirigirme a ustedes en una celebración tan ovetense, tan popular y, sobre todo, tan querida.

Permítanme antes que nada un breve capítulo de agradecimientos, como verán, insoslayables. Hagamos, de paso, un recorrido por la historia de La Balesquida a través de algunas de las muchas imágenes que forman parte del archivo fotográfico de LA NUEVA ESPAÑA y que ya vemos en pantalla.

Gracias, en primer lugar, a la Sociedad Protectora de La Balesquida por pensar en mí como pregonera en una edición tan señalada. Aunque con un año de retraso debido a la pandemia, La Balesquida celebra su 90.º aniversario con una salud envidiable y me complace enormemente que se me haya concedido el honor de pregonarlo. Más si cabe tras revisar la ilustre nómina de pregoneros que atesora esta institución.

"La tradición no se hereda, se conquista", escribió el autor francés André Malraux refiriéndose a la historia común. Quizá por esa razón La Balesquida viene siendo año tras año un logro de sus socios, en particular, y de los ovetenses, en general, que la mantienen y miman como parte de su acervo cultural. Mi más entusiasta felicitación, por tanto, a la Sociedad Protectora y a quienes la han traído hasta aquí con admirable tesón.

Gracias también a Willy Pola, ovetense pata negra, directivo de La Balesquida y amigo, por su cariñosa presentación. Y por lo que ha tenido que ver en que hoy esté aquí ante ustedes en la antesala del festejo más entrañable del calendario ovetense, que tiene en esta ocasión una relevancia especial por causas previstas, las ligadas al 90.º aniversario ya mencionado, pero también sobrevenidas.

Elegido por los ovetenses como una ocasión distintiva para reunirse en un ambiente de fiesta, este Martes de Campo adquiere, debido a las circunstancias, un doble y feliz alcance. Vale por dos, el que en 2020 no pudo ser y el que en este 2021 se convoca con ánimo renovado. Sirve además en bandeja una oportunidad única para el reencuentro tras un año largo de confinamientos, restricciones y desescaladas por causa del maldito virus que nos ha estrellado de bruces contra nuestra vulnerabilidad y que tanto nos ha cambiado la vida.

Gracias, finalmente, a todos ustedes por acompañarnos esta tarde a pesar de las incomodidades asociadas a estos tiempos de distancia social. Salir de casa para acudir a un teatro entraña riesgos que obligan a embozarse y extremar precauciones. Precisamente por ello valoro el esfuerzo y me siento feliz.

Oviedo ha sabido sobreponerse y hacer bien las cosas para que hoy podamos estar aquí en condiciones de seguridad. Ha dado ejemplo en España y fuera a la hora de reabrir sus equipamientos culturales y mantener en la medida de lo posible su programación, una urgencia para las familias que viven de ella y un bálsamo necesario para nuestra fatiga pandémica. Enhorabuena por ello, extensiva, claro está, a la Sociedad Protectora, que un año después nos devuelve la fiesta.

Mi infancia y juventud discurrieron a orillas del Cantábrico, con veraneos de secano en Tierra de Campos donde aprendí a "fabricar" chicle masticando granos de trigo y disfruté de los mejores cielos estrellados que recuerdo. Era la España de las primeras temporadas de "Cuéntame".

Soy una gijonesa estudiada en Madrid, madurada en Avilés y felizmente afincada en Oviedo; en realidad, una ovetense del siglo XXI, porque fue en los primeros compases de esta centuria cuando mi desempeño profesional me trajo y ancló ya definitivamente a esta bella ciudad. Nunca pasé tardes maravillosas en el Benidorm, aquel merendero del Cristo del que tan buen recuerdo guardan los ovetenses de ciertas generaciones.

Me siento habitante de Ciudad Astur, esa conurbación que conforman las tres ciudades del centro de Asturias. Mi trabajo me ha permitido vivirlas con intensidad y conocerlas a fondo desde la privilegiada atalaya que es un periódico como LA NUEVA ESPAÑA. Las tres me gustan y en las tres he acabado por echar raíces y hacer buenos amigos. Acostumbro a decir que si me pierdo me busquen en la autopista "Y", porque seguro que me encontrarán en alguno de sus ramales. 

Amanezco cada día en Oviedo, visito a mis padres en Gijón y apuro el fin de semana en Salinas como si de un mismo espacio urbano se tratase. No es el mío un caso excepcional, sino la personificación de una realidad tozuda que acabará imponiéndose y obligando por la fuerza de los hechos a tejer complicidades pese a piquillas territoriales y recelos políticos aún no superados. Oviedo, Gijón y Avilés son ciudades próximas y complementarias. Tienen más en común de lo que muchas veces estamos dispuestos a admitir, y juntas, que no revueltas ni por supuesto subordinadas, pueden conseguir bastante más que yendo cada una por su lado.

Sostengo una teoría que no tiene por qué resultarles cierta, pero que aún así me gustaría compartir. Quizá como consecuencia de la interacción creciente y el intercambio continuo, Oviedo de alguna manera se "gijonesiza" y Gijón se "ovetensiza". Opera sobre ellas un proceso evolutivo que lleva al diálogo y la convergencia sin que ello implique, en modo alguno, pérdida o renuncia a la personalidad de piedra y salitre que les viene siendo propia. ¿Sorprendidos? Les pondré algunos ejemplos, desde mi punto de vista, ilustrativos:

Oviedo, una ciudad de tradición conservadora, tuvo en el mandato pasado un tripartito de izquierdas mientras que Gijón, feudo de la izquierda durante más de tres décadas, estuvo ocho años gobernada por la derecha. Oviedo se abre al teatro, el "indie" y la vanguardia artística en tanto que Gijón disfruta sin complejos de rancia progresía de la clásica y la lírica. El comercio gijonés gana clase y el ovetense desenfado. Firmas del Gijón más playu se instalan con éxito aquí a la vez que negocios del Oviedo más carbayón triunfan en la villa de Jovellanos. El intercambio es constante y los asturianos salimos ganando.

No es momento de marearles con datos de población, economías de escala, ciudades inteligentes o PIB, pero tampoco quiero dejar escapar la ocasión de expresar públicamente mi deseo de que el espíritu de confraternidad que abandera La Balesquida cale más allá de la fiesta. Oviedo es la capital de Asturias y puede serlo también de una pujante área metropolitana que nos ponga, con todo merecimiento, en el mapa de las grandes ciudades españolas y europeas. Dicho queda sin ánimo polemista ni aleccionador, sólo con afán de alentar el consenso convencida de que en nuestro mundo digital y global, cada vez más acelerado, el tamaño importa y el desencuentro nos vuelve minúsculos.

Después de lo que con acabo de confesarles sobre mis orígenes, convendrán conmigo en que mi elección como pregonera responde más a causas periodísticas que personales. Si estoy aquí es porque represento al diario de Oviedo, que lo es al tiempo de todos los asturianos. Y el hecho de que no sea la primera vez que un responsable de LA NUEVA ESPAÑA se sube a esta tribuna -Isidoro Nicieza, hoy director general, lo hizo en 2008 como director- constituye para todos cuantos hacemos el periódico un motivo de satisfacción enorme. Porque vemos en el doblete una expresión de afecto que recibimos como un regalo y, sobre todo, como un estímulo para intentar superarnos cada día.

En LA NUEVA ESPAÑA decimos con orgullo que el éxito de nuestra cabecera es la consecuencia de dos amores: el que sienten los asturianos por su tierra y el que demuestran por la lectura de prensa. El primero es evidente y del segundo dan buena cuenta los registros históricos de difusión y audiencia que permiten al diario de una pequeña comunidad periférica y uniprovincial como la nuestra, de poco más de un millón de habitantes, codearse con los grandes como octavo periódico de información general más leído de España tanto en papel como en internet.

El sólido liderazgo de LA NUEVA y su fuerte penetración en el territorio al que sirve es un caso insólito en la prensa española que constituye, en realidad, una conquista de los asturianos con indiscutible sello de Oviedo; recuerden que aquí empezó todo y aquí sigue el bastión. Sin su elevado nivel de exigencia, su fidelidad y su extraordinaria calidad como lectores jamás hubiéramos llegado tan alto ni estaríamos hoy aquí pregonando la Balesquida. Gracias, de corazón, por su apoyo inestimable. Y disculpen la digresión. Me he venido arriba cuando lo que toca no es hablar de mi libro, sino a propósito de la gran invención de doña Velasquita Giráldez en el siglo XIII. Retomemos, pues, el hilo.

El pregón de una fiesta secular como la del Martes del Bollu, la más antigua del calendario ovetense, invita a repasar la historia y transitar por caminos comunes, a compartir vivencias y rememorar momentos dichosos. No voy a detenerme en una cronología que ustedes conocen sobradamente ni en experiencias personales que son más suyas que mías. Como periodista que soy, tiraré de hemeroteca. La primera alusión a La Balesquida que encontramos en LA NUEVA ESPAÑA data del 19 de mayo de 1937, cinco meses justos después de la fundación del periódico, en plena guerra civil, y alude a la progresiva recuperación del festejo tras la constitución de la Sociedad Protectora en enero de 1930.

La noticia dice así: "El alto aprecio de lo pasado, no simplemente por serlo, sino como arranque para el futuro, nos lleva a estimar en su valor y a querer entrañablemente nuestras preciosas tradiciones. Por eso en el día de ayer hemos tenido un recuerdo, que queremos fijar hoy en las cuartillas, para aquella efemérides local, eminentemente artesana en su origen y plenamente popular en el festejo, en cuyo escenario (el hermoso Campo de San Francisco) se confundían anualmente en un holgado regocijo todos los ovetenses, altos y bajos. De aquellos desfiles ceremoniales de antaño sólo había quedado eso: la fiesta campesina y familiar. Mañana habrá que resucitar la fiesta, pero con toda la nobleza ritual de su origen: fiesta religiosa, fiesta civil, fiesta profana".

Al lado de esta reseña el diario se hacía eco de lo que contaba un evadido de Bilbao. Cito textualmente: "La población está ya totalmente en manos de los anarquistas, comunistas y mineros asturianos, que desbordaron por completo a los nacionalistas". Estábamos, como ya hemos dicho, en guerra.

En años posteriores las crónicas de la que empezó siendo la fiesta de los sastres, el día en que Oviedo comía pan y vino como símbolo de prosperidad gremial, recogen detalles sorprendentes. No me resisto a dar cuenta de algunos de ellos, exentos, eso sí, del patrioterismo de la época y del soporte en aquel entonces.

El primero de los pasajes, del 30 de mayo de 1939, dice así: "Los gremios competían para ver cuál de ellos presentaba el mejor cuerpo de danzas, por ejemplo, para asistir a las fiestas religiosas. Algunos gremios tenían la picardía de reforzar sus cuadros de danzas con gitanos disfrazados de normales vecinos de la ciudad, y era de ver cómo los otros gremios protestaban de semejante 'timo' y arrancaban disposiciones municipales prohibiendo que en los grupos de danzantes figurasen gitanos, y gitanas, porque así ¡pocas gracias merecía el grupo triunfador!".

Un día después celebrábamos en las páginas del diario que los ovetenses de fina sensibilidad que tendieron albos manteles sobre la tupida yerba del Campo de San Francisco "no dejaron, como era costumbre, tirados aquí y allá, envoltorios de papel grasiento, con los restos de la merienda, que era, por lo regular, de arroz con pimientos morrones". El periodismo era por aquel entonces un oficio, cuando menos, pintoresco, y mis colegas de la época se fijaban en cosas peregrinas.

En mayo de 1940 contábamos que "la simpatiquísima fiesta del Martes del Bollu era como el despertar a la primavera y como la iniciación de todas las demás fiestas y romerías que a partir de la Balesquida se sucedían, sin interrupción, sábados y domingos, hasta muy pasado San Mateo".

Mediado el siglo XX la celebración que nos ocupa no sólo había logrado renacer de sus cenizas sino que, gracias al mimo de los "balesquidos", lograba ir a más. En los archivos de LA NUEVA ESPAÑA hay decenas de crónicas que lo atestiguan. Citaré, como muestra, la de otra conmemoración. En mayo de 2005, coincidiendo con el 75.º aniversario de la Sociedad Protectora, LA NUEVA ESPAÑA titulaba en primera: "La lluvia dio una tregua y el Martes de Campo fue, un año más, multitudinario". Como esperamos que lo vuelva a ser muy pronto, con el concurso de los ovetenses nada más que las circunstancias lo permitan.

Vamos terminando. Difícilmente podremos encauzar nuestro futuro con acierto si no sabemos de dónde venimos. Difícilmente podemos saber a dónde vamos sin conocer qué nos ha traído hasta aquí. Oviedo vuelve ahora sobre sus pasos para reivindicarse como origen del Camino en plena celebración del Xacobeo. Precisamente, el Alcalde y parte de la Corporación Municipal están hoy en Fitur, la gran feria internacional del sector turístico, para promocionar el impagable legado de Alfonso II, un monarca adelantado a su tiempo que supo ver en el hallazgo de los restos de un apóstol un filón para cohesionar y redimensionar su reino. Una promoción, esta del Camino, a la que desde el periódico nos hemos sumado de manera entusiasta y en la que abundaremos con sendas exposiciones en la Sala de LA NUEVA ESPAÑA y en Trascorrales muy pronto.

Echamos la vista atrás, pero no para recrearnos desde la nostalgia en el Oviedo que ya no es, sino para aprender de la historia y tomar impulso hacia el Oviedo que debería ser o nos gustaría que fuese. Una ciudad que apoyándose en los vestigios más monumentales de su pasado, el Prerrománico, el conjunto catedralicio, el Camino de Santiago y la rica edificación barroca, aspira a revitalizar su casco antiguo y proyectarse hacia el futuro como Patrimonio de la Humanidad

Oviedo se rejuvenece en barrios como La Corredoria, aunque cimentará su porvenir en La Vega y El Cristo. Intenta recuperar pujanza comercial y volver a la vida después de la pandemia como ciudad de negocios, sede congresual y capital de las compras. Rezuma cultura a través de su "manzana de los museos", los Premios Princesa, una magnífica temporada de Ópera a la que sólo desde la miopía política se le puede negar apoyo, y una programación cosmopolita que se abre a nuevos públicos. Pero necesita desperezarse, retener a sus jóvenes, ponerse aún más guapa y actualizar su talento porque el futuro se presenta disruptivo, biosanitario, digital y sostenible. El Oviedo del futuro es tecnológico, pero también más humano. Se abre a lo nuevo sin perder solera y depende de lo que los ovetenses seamos capaces de impulsar y soñar.

Decía hace un momento -y concluyo- que cuando se trata de abrir nuevos caminos viene bien conocer los ya transitados. En la labor de recordarnos de dónde venimos, en la labor de preservar nuestras tradiciones y de conservar una de las fiestas más apreciadas y también disfrutadas por los ovetenses ha desempeñado un papel encomiable la Sociedad Protectora de la Balesquida durante ya 91 años. Felicidades a la Balesquida, mi reconocimiento público a todos los socios con un recuerdo muy especial para Alberto Polledo, y larga vida a la Sociedad Protectora.

Salud, ahora con más motivo que nunca, y fiesta.

Muchas gracias