Los ovetenses han integrado como algo común en su ciudad encontrarse con grupos de personas caminando a buen ritmo y de forma grácil con la ayuda de bastones. Se trata de una práctica saludable que cada vez cuenta con más adeptos, de distintas edades. Pero ¿qué es la marcha nórdica y cómo ha llegado a asentarse en Oviedo? Es la cuestión que se plantea el espectador de este desfile cuando lo observa por primera vez.
Según explica la fundadora de “Marcha Nórdica Asturias”, Isabel García-Bernardo, “el bastón de montaña hace la función de apoyo. En este deporte es el punto de partida de la marcha natural y actúa como impulso”. La actividad, como su propio nombre indica, nace en los países nórdicos en los años 30 del pasado siglo debido a la necesidad de los equipos olímpicos de esquí de fondo de encontrar un modo de mantenerse en forma. Y cobró auge en tierras asturianas cuando García-Bernardo comprendió su potencial para liberar toxinas del cuerpo y la mente. “Pasé por un cáncer de mama. Durante la quimioterapia me recomendaron hacer ejercicio en exteriores, descubrí esta modalidad y encontré unos beneficios brutales”.
Aquello que comenzó como afición acabó convirtiéndose en un modo de vida. La antes procuradora pasó a ser instructora y unas caminatas de hora y media que, por norma general, parten del Campo San Francisco, fueron ganando seguidores. Antes de la pandemia llegaron a concentrarse más de un centenar de marchadores dispuestos a lanzarse a la conquista de diferentes rutas, fuera en la nieve, el asfalto, el monte o incluso la arena de la playa. Desde niños de 10 años hasta personas mayores que no pierden su vitalidad se han sumado a esta tendencia. Ejemplo de ello es María Jesús González, que a sus 86 años mantiene el ritmo acompasado del grupo en todo momento. Comenzó por casualidad hace tres años junto a su hija, cuando se topó con una excursión de uno de estos grupos de caminantes en Ribadesella: “Desde entonces continúo con la práctica. Me da agilidad y aporta beneficios a todo el cuerpo”.
Pilar García está de acuerdo con esta afirmación de la veterana del equipo, y revela que las metas que alcanzó con la marcha nórdica le ayudan a superarse día a día: “Padezco artrosis. He tenido grandes dificultades para desplazarme y caminar. Sin embargo ahora puedo hacer rutas de hasta 12 kilómetros”. Y añade que esta práctica “me ayuda a reducir de forma notable la ansiedad y el estrés”. Ese es uno de los puntos fuertes para los amigos de los bastones: liberar tensión. “A veces no somos conscientes de las cargas que acumulamos en el cuello, los hombros e incluso la mandíbula”, asegura García-Bernardo, que durante sus calentamientos insiste en este punto como uno de los más importantes: la relajación. Por eso mismo, la marcha nórdica también ha tenido gran aceptación entre los adolescentes que lo practican, que aparcan los problemas durante un rato para centrarse en seguir el compás que marca el cuerpo.
De esta manera, los bastones se han convertido en una oportunidad para socializar y pasar un buen rato, tal como aseguran las aficionadas, que llegan a considerarlos una prolongación de sus extremidades. “Vas caminando sin ellos y aún los sigues sintiendo”, asegura Mari Ángeles Palacio.
