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Hablan los vecinos de Trubia del detenido por el asesinato de Erika: "Era rarín, puñón, no hablaba con nadie"

El acusado de acabar con la vida de la niña de 14 años ya había sido condenado por otro acoso

Edificio donde vivía el presunto asesino

Igor Postolache, el hombre de 30 años detenido por el asesinato de la joven Erika Yunga en un portal de la calle Vázquez de Mella, llevaba más de una decada afincado en Trubia, con sus padres y su hermana. Ayer, la villa cañonera se agitaba entre el silencio, cierta prudencia y el horror de pensar que pudo haber pasado allí. Sus vecinos de Soto de Abajo, primero, y de los pisos nuevos junto al cuartel de la Guardia Civil, donde compraron después, hablan de un joven "rarín", "puñón", que no se relacionaba con nadie. Nadie conoce incidentes en Trubia, aunque sí consta que fue multado por acosar verbalmente a una chica en 2019, y se le puso una multa de 240 euros.  Esos eran sus únicos antecedentes penales aunque tenía otros policiales.

En su ficha policial sí que figura otro arresto: el que tuvo lugar en el año 2021. Fuentes policiales precisan que aquel presunto caso de acoso se produjo en otro barrio de la ciudad que no era el de Vallobín, donde el supuesto asesino de Erika Yunga era poco menos que un espectro fantasmal. Ni los vecinos, ni el carnicero, ni en la cafetería sabían nada del hombre de 31 años que, según apuntan todos los indicios, agredió y asesinó brutalmente a la joven de 14 años cuando subía por las escaleras a su casa. Pero el año pasado, en otra zona de la capital, Igor P. atemorizó a varias chicas por, presuntamente, acosarlas verbalmente por la calle, un suceso que precipitó su detención.

Este periódico ha conocido que el agresor atacó a la joven por la espalda y la primera puñalada la asestó en el cuello, lo que prácticamente impidió que la menor, que acababa de entrar en el portal del edificio en el que ambos vivían, pudiera defenderse.

El reguero de sangre revela que el presunto asesino condujo prácticamente a rastras a la niña y ya malherida hasta la vivienda que había alquilado, en la primera planta del edificio de la calle Vázquez de Mella en el que también vivían Erika y su familia, aunque tres pisos más arriba.

De hecho el acusado, que sigue ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos del HUCA, y al que ayer retiraron la respiración asistida y permanecía estable, apenas habría tenido tiempo de agredir sexualmente a su víctima, puesto que no pasaron ni diez minutos desde que la niña llamó al timbre de su casa y su hermano bajó al portal a buscarla, a la vista de que tardaba. Fue entonces cuando el joven encontró restos de sangre por la escalera que conducían al piso que ocupaba el agresor y también una chaqueta de su hermana, motivo por el que dieron aviso inmediato a la policía.

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