Entrevista | Joaquín Serrano Párroco de Lugones, nuevo arcipreste de Oviedo

"La Iglesia es plural, hay conservadores y progresistas, y eso es enriquecedor"

"En Oviedo somos 101 sacerdotes, es un reto y me preocupa hacerlo bien: milagros los hace la Virgen de Lourdes, y solo cuando quiere"

Joaquín Serrano, en su despacho de la iglesia de Lugones.

Joaquín Serrano, en su despacho de la iglesia de Lugones. / Fernando Rodríguez

Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

Joaquín Serrano Vila (Candás, 1965) es, desde la semana pasada (el Arzobispado informó del nombramiento el 23 de noviembre), el nuevo arcipreste de la diócesis de Oviedo, una responsabilidad que compatibilizará con sus obligaciones parroquiales al frente de San Félix de Lugones y Santa María de Nozana en Viella. Fue su madre la que le inculcó una religiosidad cotidiana que se afianzó en la escolanía parroquial.

–¿Descubrió su vocación a través de la música?

–Alguna relación hay entre ambas cosas. En Candás había un sacerdote muy carismático, Valeriano Muñoz, que llevaba la escolanía; después llegó el actual párroco que lleva casi 30 años allí, José Manuel García Rodríguez, y yo le ayudé con ella. Se generó una confianza entre nosotros y fue él quien me planteó la cuestión de la vocación. Por aquel entonces, desde los 18 años, yo era guardia civil; pasé por varios destinos, siempre en Tráfico, y terminé en Gijón.

–¿Nunca había pensado en ser cura?

–Con 17 o 18 años lo único que quería era organizar mi vida. En el ámbito religioso me encontré cómodo, iba a misa los domingos y Candás era un pueblo bastante religioso; la escolanía también imprimió carácter en todos aquellos críos que formamos parte de ella y de ahí salieron más sacerdotes, no solo yo. Cuando decidí convertirme en sacerdote pedí la excedencia en la Guardia Civil y me fui al Seminario, acabé y en mi primer nombramiento, en 2003, me mandaron a las parroquias del Suroccidente asturiano: Cerredo, Degaña, Tormaleo… A lo más suroccidental. Allí me tiré siete inviernos, porque allí el tiempo se cuenta en inviernos. Es una zona minera, de gente muy noble. Fue un aprendizaje duro, de paisaje y paisanaje, que curtió. Yo me hice cura allí arriba, fue donde me forjé y supe lo que era una vocación ministerial. Yo recomendaría a todos los curas que salen recién ordenados que pasen por una experiencia de vida pastoral rural.

–De allí a Lugones.

–El entonces arzobispo de Oviedo, Carlos Osoro, me nombró arcipreste de aquella zona. Fue mi primera experiencia de coordinación con los compañeros. Un arcipreste en definitiva no es otra cosa que un coordinador de zona. Sustituí a otro sacerdote, el párroco de Cangas, don Jesús Bayón. Para mí aquella fue una etapa de aprendizaje. En 2008 el Arzobispo me pide que venga a Lugones, y aquí llevo 14 años: llegué el 26 de octubre de ese año.

–Cambió una parroquia rural por una urbana y compleja.

–Completamente, y soy párroco también de Viella. Lugones es una parroquia muy plural, una Babel. Coexisten varias realidades: el pueblo periférico de Oviedo, rural, ganadero, un pueblecito; la gente que vino con las fábricas, de toda Asturias, de toda España, a la Nodular, a la fábrica de Santa Bárbara… empresas en torno a la siderúrgica, que estaba en su momento potente. Mi padre fue un currantillo de Ensidesa. Para mí el cambio fue duro. En el Suroccidente era muy feliz. Hoy estoy a gusto también aquí. Trabajo mucho, hay mucho que hacer y el dinero no cae del cielo, aunque estemos cerca de Dios. Y en Viella, desde 2013, más de lo mismo.

–Lugones es una parroquia multicultural.

–Tenemos una población inmigrante importante: una comunidad estable de colombianos, que son buena gente; ecuatorianos, están llegando venezolanos y cubanos… El cronista, José Antonio Coppen, hizo hace unos años un cálculo de las nacionalidades que habían pasado por Lugones y contabilizó 72.

–¿Cómo encaja esa disparidad en la Iglesia católica?

–La gente llega con su propia forma de entender y de vivir la religión. Quizás uno de los retos actuales de la Iglesia en España sea integrar todas esas visiones y formas de expresar la religiosidad. No hay otra, si queremos estar en el mundo es lo que toca. La Iglesia tiene la obligación de acoger toda la disparidad. El Concilio Vaticano II ya dijo que había que estar atentos a los signos de los tiempos. Aquí tenemos sobre todo poblaciones latinas, son religiosos, a veces más que los españoles. Quizá vienen con otras costumbres, porque en Latinoamérica hay mucha influencia de otras religiones, de la santería… Llegan con un poco de empanada mental respecto al catolicismo, pero en su corazón hay una llamada profunda a la vida religiosa y hacia la verdad. Los domingos en misa tengo gente de todo tipo. La Iglesia es la única institución que no pregunta de dónde vienes, cómo te llamas, con quién has estado… La nuestra es una realidad de acogida y de esperanza. Yo puedo decir, no sé si con cierto orgullo, que los domingos mis misas están llenas.

–Ahora, como arcipreste, ¿qué tendrá que hacer?

–La labor del arcipreste es la de coordinar a todas las parroquias, para que todo tenga un sentido y haya una pastoral conjunta, para hacer el camino juntos, y también estar un poco pendiente de los sacerdotes en sus necesidades, de aquellos que están enfermos, que tienen algunas limitaciones o necesidades. En esto yo soy novato, cuento con que me ayude el anterior arcipreste, Marcelino Garay, más veterano y conocedor de todas estas cosas.

–¿Cuántos sacerdotes coordinará?

–He echado un vistazo y he visto que somos 101 sacerdotes en Oviedo: 42 en activo, otros tantos en la Casa Sacerdotal, unos en activo y otros ya jubilados. Por ahí anda la cosa. Es mucho trabajo y me preocupa hacerlo bien, es un reto y, claro, milagros los hace la Virgen de Lourdes y solo cuando ella quiere.

–No debe ser sencillo atender a todos los sacerdotes que tiene bajo su coordinación.

–Somos personas con criterio e independencia, hay gente que no participa, gente que siempre está disponible. En la Iglesia somos plurales. Aquí puedes encontrar conservadores, progresistas... y eso es enriquecedor.

–No se incorporan muchos jóvenes.

–Hay un envejecimiento de la población y del sacerdocio, y faltan vocaciones. Ahora mismo hay un Seminario que está funcionando bastante bien. Se están generando vocaciones, con lo cual el horizonte mejora algo. Comprometerse es algo complicado hoy en día.

–La Iglesia católica no tiene hoy, ni mucho menos, la influencia que tuvo en otros tiempos.

–Ahora hay una visión de la sociedad más laica, en la que se insertan distintas religiones con la entrada de nuevas poblaciones. Obviamente ya no estamos en el nacionalcatolicismo, pero la Iglesia sigue teniendo mucha presencia, y en absoluto vinculada al poder, a la vista está, porque no hemos recibido cobertura ninguna de los sucesivos gobiernos de la nación. Hay que atender a toda la población independientemente de cuál sea su credo, religión, raza, todas estas cosas que contempla la Constitución, pero nosotros no somos irrelevantes, seguimos estando presentes en un diálogo interreligioso de acogida, como no podría ser de otra manera. A fin de cuentas, ellos también buscan a su dios y su dios es el nuestro, vamos por diferentes caminos para llegar al mismo lugar.

–La Iglesia tiene una vertiente social.

–No somos una ONG. Hay quien, con la intención de restituir el valor de la Iglesia, la presenta así. Evidentemente existe el compromiso de dar, pero la Iglesia no es eso. Ayudamos a los pobres a través de Cáritas, de Manos Unidos, de diferentes instituciones sociales y caritativas, es nuestra premisa evangélica, pero no somos nosotros los que tenemos la obligación de resolver los problemas del hambre en el Mundo. Son los que manejan los dineros, los que nos gobiernan, los que tienen que buscar un mundo más justo e igualitario.

–¿Confía en el Papa Francisco I o está en el grupo de sus detractores?

–Yo la obediencia la tengo asumida plenamente, por mis antecedentes. Hay facciones y divisiones. Yo creo que muchos esperaban algunos cambios sociales y no los han visto porque no son cosas tan sencillas de cambiar, por mucha buena voluntad de apertura que tenga el Papa.

–¿Usted se ha encomendado a algún santo para afrontar su nueva tarea?

–A la Virgen de Covadonga, por supuesto, y a San Félix. Esta de Lugones es la parroquia de San Félix y la de Candás también, yo nací bajo la protección de su patrón San Félix, que tiene una historia poco conocida, fue martirizado por la zona de Tarragona en la época de Diocleciano.

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