Alma de Oviedo

El ingeniero que iba un paso por delante

Enrique Álvarez-Uría aprendió a buscarse la vida en la Escuela de Minas, un talento que puso mucho en práctica en su vida profesional

Enrique Álvarez-Uría, en una pista del Club de Tenis de Oviedo.

Enrique Álvarez-Uría, en una pista del Club de Tenis de Oviedo. / Luisma Murias

Chus Neira

Chus Neira

Que la Escuela de Minas iba en serio y que allí, al menos en aquellas cuatro primeras asignaturas de iniciación, no te iban a enseñar Matemáticas o Cristalografía pero sí a buscarte la vida y probar actitudes y aptitudes lo supo Enrique Álvarez-Uría cuando se encontró en un examen con preguntas y problemas de una materia que jamás habían visto en clase:

–Perdón, es que esto no lo enseñó.

El ingeniero que iba un paso por delante

Enrique Uría, en Pekín, donde vive su hija, con su nieto. / Chus Neira Foto: Luisma Murias

–Pero si yo lo enseño en clase, entonces ustedes ya sabrían hacerlo.

(1) Enrique Uría, en Wimbledon en 2014. (2) En Pekín, donde vive su hija, con su nieto. (3) El primero por la izquierda, en una foto de la familia de Gerardo Álvarez-Uría tomada  en 1954. (4) Con su propia familia en 1984. (5) Enrique Álvarez-Uría y Paloma Berros posan con sus tres nietos.

Enrique Uría, en Wimbledon en 2014. / Chus Neira Foto: Luisma Murias

El ingeniero que iba un paso por delante

El primero por la izquierda, en una foto de la familia de Gerardo Álvarez-Uría tomada en 1954. / Chus Neira Foto: Luisma Murias

Puede que una de las destrezas que más le ayudaron luego en la vida a este ingeniero de cultura inquieta y decidido impulso empresarial fuera esta de ir un paso por delante. Con esa visión de futuro, tres años más tarde de aquella revelación en las aulas de la calle Independencia, se plantó en la academia de Paco Mori en Cabo Noval convencido de que dominar el inglés era importante. El gusanillo del idioma le acabó llevando hasta Brighton con 19 años, no sin antes haber tenido que pasar un interrogatorio en el despacho del comisario Claudio Ramos, que no entendía qué iba a buscar fuera aquel chaval, en el verano de 1966.

El ingeniero que iba un paso por delante

Enrique Álvarez-Uría y Paloma Berros posan con sus tres nietos. / Chus Neira Foto: Luisma Murias

Con perspectiva, todos aquellos planes parecen hoy el entrenamiento de los años americanos que llegarían luego sin casi proponérselo. Estados Unidos había sido en su infancia las películas de John Ford en el cine Santa Cruz, cinco horas de sesión continua. Vivían en la calle Magdalena, en medio de un bullicioso Antiguo lleno de vecinos, tranvías y lecheras. En casa eran cuatro hermanos, su madre, Julieta Álvarez, familia venida de Argentina, y su padre, Gerardo Álvarez-Uría, médico con consulta en casa y tertulias frecuentes en Peñalba y el Paredes. Los veranos, antes de Luanco, se pasaban en el Palacio de Hevia (Siero) hasta que la familia lo vendió a Pedro Masaveu. Ni ese mundo ni el de los años universitarios con excursiones por Casa Tuto tuvieron nada que ver con lo que se encontró en Chicago, becado por la UNESCO para estudiar Computer Science en el Instituto Tecnológico de Illinois. Los profesores te invitaban a casa los fines de semana y te ofrecían un sandwich y una Coca-Cola mientras ellos, quién lo diría de un paisano de cuarenta años, se servían un vaso de leche. Enrique manejó un Ford Mustang Azul del 66 aquel año y medio, viajó por el gran cañón. Los americanos dieron por hecho que se iba a quedar pero sus planes eran otros. Ya conocía a Paloma Berros y tenía un buen trabajo esperándole en Oviedo como analista de sistemas en Hunosa. Tampoco eso le mantuvo atado al futuro y todavía pudo anticiparse varias veces a lo que venía. En los años ochenta se puso a trabajar para él, socio de las minas de Guardo (Palencia). Fundó su propia ingeniería y llegaría a desarrollar el primer parque eólico de Asturias en Pico Gallo (Tineo), antes de lanzase a las fotovoltaicas, con plantas en Valladolid y Sevilla a las que todavía sigue atento cuando los partidos de tenis le dejan tiempo.

El ingeniero que iba un paso por delante

Con su propia familia en 1984. / Chus Neira Foto: Luisma Murias

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