Alma de Oviedo
El ingeniero que iba un paso por delante
Enrique Álvarez-Uría aprendió a buscarse la vida en la Escuela de Minas, un talento que puso mucho en práctica en su vida profesional
Que la Escuela de Minas iba en serio y que allí, al menos en aquellas cuatro primeras asignaturas de iniciación, no te iban a enseñar Matemáticas o Cristalografía pero sí a buscarte la vida y probar actitudes y aptitudes lo supo Enrique Álvarez-Uría cuando se encontró en un examen con preguntas y problemas de una materia que jamás habían visto en clase:
–Perdón, es que esto no lo enseñó.
–Pero si yo lo enseño en clase, entonces ustedes ya sabrían hacerlo.
Puede que una de las destrezas que más le ayudaron luego en la vida a este ingeniero de cultura inquieta y decidido impulso empresarial fuera esta de ir un paso por delante. Con esa visión de futuro, tres años más tarde de aquella revelación en las aulas de la calle Independencia, se plantó en la academia de Paco Mori en Cabo Noval convencido de que dominar el inglés era importante. El gusanillo del idioma le acabó llevando hasta Brighton con 19 años, no sin antes haber tenido que pasar un interrogatorio en el despacho del comisario Claudio Ramos, que no entendía qué iba a buscar fuera aquel chaval, en el verano de 1966.
Con perspectiva, todos aquellos planes parecen hoy el entrenamiento de los años americanos que llegarían luego sin casi proponérselo. Estados Unidos había sido en su infancia las películas de John Ford en el cine Santa Cruz, cinco horas de sesión continua. Vivían en la calle Magdalena, en medio de un bullicioso Antiguo lleno de vecinos, tranvías y lecheras. En casa eran cuatro hermanos, su madre, Julieta Álvarez, familia venida de Argentina, y su padre, Gerardo Álvarez-Uría, médico con consulta en casa y tertulias frecuentes en Peñalba y el Paredes. Los veranos, antes de Luanco, se pasaban en el Palacio de Hevia (Siero) hasta que la familia lo vendió a Pedro Masaveu. Ni ese mundo ni el de los años universitarios con excursiones por Casa Tuto tuvieron nada que ver con lo que se encontró en Chicago, becado por la UNESCO para estudiar Computer Science en el Instituto Tecnológico de Illinois. Los profesores te invitaban a casa los fines de semana y te ofrecían un sandwich y una Coca-Cola mientras ellos, quién lo diría de un paisano de cuarenta años, se servían un vaso de leche. Enrique manejó un Ford Mustang Azul del 66 aquel año y medio, viajó por el gran cañón. Los americanos dieron por hecho que se iba a quedar pero sus planes eran otros. Ya conocía a Paloma Berros y tenía un buen trabajo esperándole en Oviedo como analista de sistemas en Hunosa. Tampoco eso le mantuvo atado al futuro y todavía pudo anticiparse varias veces a lo que venía. En los años ochenta se puso a trabajar para él, socio de las minas de Guardo (Palencia). Fundó su propia ingeniería y llegaría a desarrollar el primer parque eólico de Asturias en Pico Gallo (Tineo), antes de lanzase a las fotovoltaicas, con plantas en Valladolid y Sevilla a las que todavía sigue atento cuando los partidos de tenis le dejan tiempo.
Suscríbete para seguir leyendo
- La mujer que se tiró por la ventana tras matar a su madre en Oviedo la mordió por todo el cuerpo cuando agonizaba
- La mujer que se tiró por la ventana tras matar a su madre en Oviedo convivió seis días con el cuerpo
- Javier Gutiérrez apadrina el regreso del cine al centro Oviedo: así son las cuatro salas de Embajadores Foncalada
- Arranca el plan para levantar 250 pisos en Pontón de Vaqueros, aparcado desde 2008
- La Guardia Civil detiene a dos personas en Oviedo que recibían paquetes con metanfetamina desde los Países Bajos
- La veterana cocinera de un colegio de Oviedo que no se quiere jubilar: "Siempre me sentí en familia
- Santa María del Naranco fue concebido como el mausoleo del rey Ramiro I: todos los secretos del sorprendente hallazgo que cambia la historia oficial
- La Senda de los 20.000 Pasos de Oviedo al Monsacro, una ascensión al paraíso