Entrevista | Anabel Montes Mier Activista ovetense y rescatadora en la ONG Emergency

"No estaba preparada a nivel mental para lo que vi en el Mediterráneo"

"Lo más complicado de la crisis de los refugiados fue no entender cómo era posible que aquello estuviera sucediendo en pleno 2019"

Anabel Montes Mier, en el palacio de Valdecarzana de Avilés.

Anabel Montes Mier, en el palacio de Valdecarzana de Avilés. / Ricardo Solís

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Anabel Montes Mier (San Esteban de las Cruces, Oviedo, 1987) vive en Cudillero cuando no trabaja como rescatadora en la ONG italiana Emergency. Participó ayer en la clausura de la 23.ª Asamblea Regional de Amnistía Internacional (AI) que se celebró en el salón de actos del palacio de Valdecarzana. Montes Mier estuvo al frente de la misión del "Open Arms" durante la crisis de refugiados del verano de 2019: la Italia de Matteo Salvini impedía el desembarco mientras que el resto de la Unión Europea "se ponía de perfil", según criticaron los rescatadores. Conversa con LA NUEVA ESPAÑA unos minutos antes del cierre del encuentro anual de Amnistía Internacional.

–Vuelve a la mar.

–El jueves. Sí. Subo a bordo de un barco de Emergency.

–Según tengo entendido, lleva desde mayo en tierra.

–En mayo había dejado el trabajo porque necesitaba...

–¿Respirar?

–Eso. Parar y respirar. Y después de parar y respirar vuelvo otra vez a trabajar; pero, bueno, no va a ser como antes.

–En mayo lo que dejó fue Médicos Sin Fronteras.

–Sí. Ahora voy a Emergency. Una de las razones por las que he aceptado trabajar con ellos es porque la tarea, a excepción de esta semana que viene, es de segunda línea: temas de coordinación, desde tierra, y sólo voy a bordo muy de cuando en cuando.

–Trabajar de capitana imagino que fue muy duro.

–De capitana, capitana nunca trabajé allí. Allí estaba en la coordinación en escena. Sí, claro, no me arrepiento de nada, pero el nivel de esfuerzo y de estrés, de estar lejos... tiene sus pros, pero los contras ya los he conocido.

–Nació en Oviedo. ¿Qué le atrae del mar?

–Hay una historia que yo ya no sé si es real del todo o una ensoñación. Me la repite mi familia: siempre, cuando era pequeñita me apuntaron a clases de natación porque en el mar siempre me iba para dentro y mi madre tenía miedo que me ahogara. Desde que tengo uso de razón, yo estoy en el agua: en la piscina. De la piscina pasé a competir y de competir pasé a ser socorrista. Empecé a formarme y acabé en esta historia.

–¿Qué fue lo que la condujo al rescate?

–Fue en 2015, cuando estalló eso que llamaron "crisis de los refugiados", la mayoría, por la guerra de Siria, pero no sólo. En la empresa en la que yo trabajaba cuando vivía en Barcelona, una empresa donde solucionábamos problemas de la gente... bueno, justo con las personas con la que yo trabajaba se habían ido para allá, para el Mediterráneo. Llevaban allá un mes y medio, no entendía muy bien qué estaba pasando... cuando lo vi me pregunté: "¿Por qué no voy a ir allí?" Si dedico mi tiempo a que una persona no tenga percances en un tiempo de ocio, ¿cómo no voy a hacer lo mismo por alguien que lo necesita? Me fui allí de voluntaria a probar porque no estaba preparada a nivel mental para lo que vi allí, en el Mediterráneo.

–A nivel profesional sí.

–De aquella tenía la titulación más básica: patrón de navegación, lo justo para estar con las lanchas en la playa. Y el título de socorrista. Le hablo de aquel momento, en 2015. También tenía cursos de formación de rescate en lagos, en ríos, pero siempre orientado al ocio. Ahí cambié el chip: quería utilizar lo que yo sé, que era relativamente poco, de una manera profesional.

–Una de las cosas por las que se hace usted notoria es cuando se enfrentó con el vicepresidente italiano Matteo Salvini, que impedía al "Open Arms" atracar y eso terminó con usted procesada y con él también.

–Sigo diciendo que fue una coincidencia: entonces estaba yo de coordinadora. Pero también hay una parte, al final, de insistencia personal de estar allí. En 2018 fui yo la acusada. No dejé el trabajo, seguí, se cayeron las acusaciones, tardaron muchos años, hubo muchas idas y venidas. En vez de decir que con un conflicto internacional ya era suficiente, dije: "No, no. La vida de estas personas está por encima". Me animó a seguir que siguiera diciendo cosas que a nivel legal e internacional no tenían cabida. A base de insistencia o cabezonería, llámese ego, fue que no me rendí en aquella crisis. Esto acabó con otro conflicto en el que el acusado fue él: Matteo Salvini. Y la que fue a testificar fui yo.

–¿Qué fue lo peor de saber que estaba a 800 metros del puerto en un barco cargado de persona a las que no dejaban bajar a tierra?

–Lo más complicado fue no ser capaz de comprender cómo era posible que eso estuviera sucediendo en 2019, siendo consciente, por supuesto, de que estaba en una posición de privilegio: yo, al final, volvería a casa, pero ellos quizá no.

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