Este es el cuadro más valioso de la Catedral de Oviedo y está siendo restaurado
El historiador Javier González Santos baraja, en su inventario de la basílica de San Salvador, la posible autoría de Sebastiano Conca
Las restauradoras Natalia Díaz-Ordóñez y Guadalupe Orlando aplican delicadamente el barniz que protegerá la pintura del cuadro "más valioso" de la Catedral, en el que llevan semanas trabajando. Están a solo unos días de acabar la tarea y Díaz-Ordóñez cita al historiador del Arte Javier González Santos para dar una idea más exacta de la importancia de la obra que se traen entre manos. En el "Catálogo de las pinturas de la Catedral de Oviedo", que González Santos y Javier Barón elaboraron a principios de los años 80, el gran lienzo que preside el muro testero de la sacristía y que ahora, durante su restauración, reposa en el suelo, en uno de los laterales, aparece registrado como, "sin lugar a dudas, la mejor pintura que atesora la Catedral".
"El bautismo del príncipe musulmán Cid Yahaya y su hijo por el cardenal Cisneros", que así se titula el cuadro, es un lienzo barroco, datado en el siglo XVII, y majestuoso, empezando por su tamaño (243x337 cm.) y, más importante, por su calidad artística. Natalia Díaz-Ordóñez repara, haciendo un alto en la faena, en la calidad de la encarnadura del rostro del personaje central, en la perfecta composición triangular, en el contraste de la luminosidad entre una y otra parte del cuadro, en la teatralidad de los cortinajes, en la mirada que una de las figuras retratadas lanza al espectador y en toda la simbología, riquísima, contenida en la obra.
El deán de la Catedral, Benito Gallego, contextualiza la escena: el cardenal Cisneros, confesor de Isabel la Católica, bautiza a los infieles, de toda raza y condición. El momento histórico se sitúa tras la rendición de Baza, en el 1490. Natalia Díaz-Ordóñez señala en el lienzo los rostros, morenos de los musulmanes conversos, otros más pálidos, a un nativo americano e incluso a un niño entre la multitud.
En el catálogo de Barón y González Santos el cuadro aparece consignado como un "anónimo italiano de la segunda mitad del siglo XVII para el que se ha barajado el nombre de Sebastián (o Sebastiano) Conca". Conca fue un pintor italiano, nacido en Gaeta, en 1680, de los más populares entre sus contemporáneos.
El cuadro llegó a la Catedral desde el palacio de Camposagrado, actual sede de la Audiencia, donado, en calidad de deposito, por José María Bernaldo de Quirós y Llanés, marqués de Santiago, en la segunda mitad del siglo XIX y gracias a la mediación de José María Justo de Cos y Macho, que por entonces era fabriquero de San Salvador y que con el tiempo llegó a ser obispo de Mondoñedo y, más tarde, arzobispo de Santiago de Cuba.
Una vez concluida la restauración, con la que la obra ha recobrado su luminosidad y el esplendor de los colores, se recolocará el marco que fue retirado para facilitar la tarea y el cuadro será repuesto al emplazamiento que ha ocupado durante más de un siglo, dominando la sacristía. Para contemplarlo en todo su apogeo no hace falta esperar más que unos días, prometen las restauradoras.
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