Devoción en Silencio por las calles de Oviedo: "Pone los pelos de punta"

El arzobispo Sanz Montes preside una de las procesiones más sobrias de la Semana Santa

Hora y media antes de la procesión del Silencio caían chuzos de punta en Oviedo y los cofrades cruzaban los dedos para que el mal tiempo amainase. A las ocho y media de la tarde aún se veían algunos paraguas, pero eso no impidió la celebración de uno de los acontecimientos más esperados de la Semana Santa ovetense. La plaza de Feijoo ya estaba llena mucho antes para esperar la salida de una comitiva que desfiló con devoción y sobriedad –al más puro estilo castellano– por el entorno de la iglesia de Santa María le Real de la Corte y estuvo presidida por el Arzobispo, Jesús Sanz Montes.

Devoción en Silencio

Devoción en Silencio / Félix Vallina

La primera en salir del templo fue la Santa Cruz, una cruz desnuda, tallada en madera de plágano y portada por tres de los cofrades, todos ellos ataviados con túnica blanca y capirotes de color morado. El sepulcral silencio de la calle sólo se rompió con los tambores de los cofrades y la música de la Agrupación Musical Sagrado Corazón de Jesús de Oviedo. A continuación le tocó el turno al Santo Cristo Flagelado, un paso que acaba de ser restaurado y que los cofrades sacaron de la iglesia con suma delicadeza para no dañar la imagen. Las treinta personas que cargaron con la imagen tuvieron que agacharse para que la imponente figura no sufriese percance.

Devoción en Silencio

Devoción en Silencio / Félix Vallina

El trono dorado, con rosas rojas y faroles de madera del tallista leonés Manuel López Becker salió a hombros desafiando a una noche fría y sus treinta porteadores mecieron el paso para girarlo y enfocar la calle San Vicente en dirección a Jovellanos. La última en salir fue la Virgen de la Amargura. Lo hizo sobre un trono de madera con detalles en plata, un manto de rosas blancas e imponentes cirios alumbrando una imagen con un largo manto de color morado. La Virgen también llevaba una rosa roja en una de sus manos extendidas hacia los asistentes. "Esto pone los pelos de punta", explicaba en voz baja María del Mar Fonseca, una ovetense que ayer no quiso perderse una de las procesiones con más encanto de la Semana Santa.

Los tres pasos tardaron alrededor de media hora en salir de la iglesia de Santa María la Real de la Corte. Este año los cofrades decidieron no sacar en procesión a otra de sus imágenes icónicas: la piedad. Entre paso y paso iban las damas de mantilla, los cofrades, los representantes de la Junta de Hermandades de Oviedo, algunas autoridades militares y cerrando la comitiva el párroco de La Corte y consiliario de la Cofradía, José Ramón Garcés Martínez, y el Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, Tras ellos, todos los ovetenses y visitantes que disfrutaron de la sobriedad del Silencio.

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