Opinión

Semana para Oviedo

Pasión resucitada en nuestra ciudad

Casi sin darnos cuenta estamos ya a las puertas de una nueva Semana Santa, esos días diferentes que llenan las calles de nuestra ciudad de un aroma especial, que nos envuelven en una esfera distinta, entre lo místico y lo humano. Han pasado muchos años, pero todavía nos asombra y nos sobrecoge adentrarnos en la espesura y en el misterio de estos días, en el gran grito de toda una historia, de todo su sentido, de todo el drama del hombre y de la humanidad que se concentra en lo que celebramos esta Semana de Pasión.

Estremece contemplar el silencio, a corazón abierto, sin prejuicios ni clichés, con una mirada sincera, como hacen la mayoría de los ovetenses, acontecimientos que en esta semana nos envuelven y sobrecogen: desmesuras de dolor, despojos de amor sin límites, amor desbordante. Son días en los que en nuestras calles se hace real, se hace vivo y patente algo que desde hace siglos venimos celebrando entre la locura y lo apasionado, el gran acontecer plasmado en liturgias, cultos populares, manifestaciones artísticas, todo un misterio de vida, la actualización de lo humano que desborda, que se convierte en el símbolo de todo lo que se nos escapa, lo que nos trasciende, lo que nos desborda en divinidad, que se hace pasión, muerte y resurrección.

Qué paradoja ver las calles de una ciudad tan vetusta, tan provinciana y demasiado alcanforada, una ciudad tan poco apasionada y demasiado comedida, cómo se reviven acontecimientos que sucedieron lejos y lejanos: gentes que tiraban sus mantos por el camino, unos amigos que se sentaban en torno a una cena y escuchaban palabras que penetraba en su corazón, oraciones y desvelos entre los olivos, pasiones, condenas, cruces, sepulcros, Y, entre tanta desesperanza, la vida. Todos estos hechos han roto de manera definitiva y para siempre el dominio del mal, aniquilado nuestros temores y nuestras angustias, llenan nuestras calles de algo luminoso y nuevo: de reconciliación, de paz, de vida.

Cierto es que tenemos una capacidad majestuosa para olvidar los acontecimientos más tremendos, incluso para analizarlo todo, por insignificante que sea. Es por eso que en estos días se nos invita a detenernos, a pensar de lo que todos esos acontecimientos significan. Ahí lo tenemos, una nueva y gran esperanza, todo el mundo, la de todos los tiempos y un grito: "por nosotros, por todos nosotros..."; no son palabras vacías, ni un mero recuerdo, porque el que pasea por nuestras calles y sigue gritando "amor por todos nosotros" sigue vivo, es el gran símbolo de la victoria del amor sobre la muerte.

Cuántos sentimientos manaran estos días de lo profundo de nuestras vidas, nuestras calles se llenarán de hermosura, de poesía, de música, de escultura, de toda una hondura, de la consistencia y de la belleza que se hace realidad. Vamos a vivir nuestra Semana Santa, nuestras procesiones, hermosas, ondas y dramáticas, pasos sobre hombros y gritos. Nazarenos y Cristos, Dolorosas y Soledades, Esperanzas y Resucitados.

Pasos y cofradías que saldrán por las angostas calles de nuestra ciudad para anunciar a todos una gran noticia, para gritar hechos que han cambiado nuestra historia, que todavía hoy pueden cambiar nuestro mundo, que lo seguimos necesitando como un mensaje vivo e indispensable de amor y de esperanza. Y solo esperamos que todos los ovetenses salgamos una vez más a las calles a contemplar, a gritar, a decir, aunque sea en silencio... a tantos ovetenses paralizados e diferentes en las aceras, que se acerquen y contemplen lo más grande y decisivo, lo más iluminador, lo más esperanzador y sangrante, lo más maravilloso e inimaginable que haya ocurrido; a sentir en lo profundo de su ser la experiencia de una verdad que se ha hecho misterio, la mejor de las herencias que hemos recibido de nuestra historia, el legado de una entrega de amor cargada de contenido porque la hemos oído, visto y vivido. Que se acerquen a contemplar algo sublime, nada mundano, imágenes que hacen presente y transparentan amores infinitos, misericordias y consuelos que nos abrazan y nos levantan.

Semana Santa que culminará en una noche de luces y de fuego, de Cristo resucitado, fundamento de esperanza, raíz de un amor sin límite, metafísica de grandezas inimaginables para la pequeñez humana. Y por las calles empinadas de nuestra Vetusta contemplaremos ese drama sobrecogedor y gozoso al mismo tiempo de todo un amor que es Pasión y Cruz perenne y se hace una vida desbordante y gloriosa que nos llena y esperanza. Os invito a vivir sin miedo, sin vergüenzas, sin desmesuras ni vaciedades, sin turisteos ni exageraciones, la profundidad de un misterio que hace de Oviedo un calvario de esperanzas.

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