Opinión

El resucitado de Teatinos

El estreno de la imagen de una cofradía sencilla, pero cargada de esperanzas, utopías y sueños

Este Sábado Santo, a eso de las doce de la noche, saldrá por primera vez a las calles oscurecidas de nuestra ciudad "El Resucitado" de Teatinos, bueno, de nuestra Hermandad y Cofradía del Resucitado, nueva y novedosa en el panorama de nuestro pequeño mundo ovetense de religiosidad popular. Tal vez lo hagamos con demasiada sencillez y sin grandes estruendos, no llegamos a la riqueza ni la majestuosidad de otros pasos de nuestra ciudad, somos todavía una pequeña familia cargada de utopías, de esperanzas y de sueños. Es verdad que acompañaremos una hermosa talla, de una belleza, de mirada profunda, de debilidad sentida, que recoge el esfuerzo y el empeño de cientos de personas que sentían la necesidad de culminar nuestra Semana Santa con el acontecimiento central y la razón de ser de todo un misterio de fe, que más allá de sufrimientos, agonías y desesperanzas siempre ha sido un mensaje de vida nueva y resucitada. No quiere ser un remate procesional, sino una puerta que se abra y que nos empuje a la novedad deslumbrante de una vida que se hace camino entre demasiadas tinieblas y desesperanzas.

Es cierto que muchos no estáis familiarizados con el Evangelio y os resultan lejanas o difíciles muchas de las escenas, históricas y teológicas, de un Jesús que se aparece en tantos momentos, de tantas maneras y con tantos gestos diferentes a los hombres y mujeres que habían compartido su camino. En todas trata de decirnos algo, pero también se dibuja la misma situación: Jesús toma la iniciativa, ellos le reconocen, no sin dificultad, pero recuerdan sus gestos, y él les envía una nueva tarea. Y todo termina siempre con un "es él, está vivo, está otra vez entre nosotros".

Esto es lo que deseamos al salir con nuestro Resucitado: gritar por todos los rincones de nuestra ciudad, que no deberíamos cansarnos de celebrar, de vivir la evidencia de un Jesús que "pasa", que Jesús "ocurre", que Jesús "es" en nuestra vida. Está en lo cotidiano, como les ocurrió a los apóstoles. En su trabajo y comió con ellos. Se mostró a ellos con otro gesto cotidiano, como es compartir la comida con ellos. Queremos repartir un mensaje de un consuelo y una esperanza grandísimos. Ese mensaje es que Cristo está en todo. Está con nosotros, viviendo lo que vivimos, viendo lo que vemos, alegrándose con lo que nos alegra y sufriendo con lo que nos hace sufrir. La certeza de que podemos encontrarle en cada cosa que hagamos o nos suceda.

Esta experiencia se enriquece aún más con la conversación que mantiene Jesús con Pedro. Tres veces le pregunta Jesús a Pedro si lo ama. El apóstol se entristece, porque piensa que Jesús duda de él. También, porque tres veces el que dudó de Jesús fue Pedro. Las preguntas de Jesús a Pedro, sin embargo, no son una acusación, sino una llamada posterior a "apacentar el rebaño", como hoy hace la Iglesia.

Aplicado a nosotros, que también somos esa Iglesia, el mensaje de Jesús a Pedro también nos interpela. De hecho, dice a Pedro, "Sígueme". Es decir, tú y yo, que creemos en Él, que lo encontramos en lo cotidiano, vamos a seguirle en nuestra vida e invitar a que otros lo hagan. Esa es la mejor noticia que tenemos y la que da sentido a todo lo demás. Ni las normas, ni las estructuras, ni los nombres...no. "Jesús ha resucitado y te quiere". Ese mensaje sucede cada día, a cada hora, a cada instante...hasta la eternidad. Es el Jesús Resucitado que se hace cotidiano y que ocurre, y está deseando ocurrir en tu vida y encontrarse contigo.

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