Opinión | Con vistas al Naranco

Transferencia de prisiones a Cataluña

La lucha catalana por la asunción de competencias

"Entre todos la mataron". Dicho popular.

No recuerdo si era la afamada Comisión Mixta de Transferencias del Estado a las Autonomías o un mero órgano consultivo, sí retengo que me encontraba en Madrid y el gobierno asturiano, del que formaba parte, me localizó para que asistiera a reunión en la antigua Presidencia, en Castellana, 3. Presidía de anfitrión Manuel Brosetta, al que conocía de catedrático de Mercantil, Secretario de Estado, luego asesinado por ETA. A mi lado una delegada de Canarias se enzarzó en confrontación dialéctica sobre la competencia exclusiva de la lucha canaria que no me interesaba en absoluto, pero me resultó sorprendente a la simultánea enterarme que la Generalitat de Cataluña aceptaba competencia en Prisiones que nadie quería. Me acordé de Maurici Serrahima al que visité en octubre de 1967 siendo yo estudiante. Propicié aquel encuentro por tratarse de un especialista en Marcel Proust, tema que me apasionaba por encima de Cervantes o Clarín… Maurici, empecinado en su independentismo, aprovechó para adoctrinarme en la descentralización del Estado que inexorablemente llegaría en la que Cataluña no asumiría excesivas competencias, pero éstas debían ser completas pues ¡los suyos gestionarían ejemplarmente! ¡Era el 67! En el 82, la Cataluña de Pujol, no sé si con beneplácito del admirable Tarradellas, recibía competencia en materia de la que a mi juicio se arrepentiría.

Han pasado años, un preso en terapia asestó puñalada mortal a Nuria, cocinera pedagoga. Me acordé de Carlos García Valdés, la mejor actualización que me fue dado conocer de Concepción Arenal o Victoria Kent. La de Nuria no es simple anécdota en la casuística criminógena (¡qué buena evocación de Antonio Arias a las lecciones de Jesús Bernal!) y, en efecto, ha habido revuelo contra la Directora de la Generalitat. Las autoridades catalanas tardaron cuarenta años en percatarse de algo que, modesto abogado provinciano y consejero regional, noté enseguida. En la avidez separatista a ejercitar por fases de Serrahima tampoco cabía quizá hacerse cargo inmediato de Prisiones pero nadie, que yo sepa, ha devuelto competencias.

Me equivoco, esa insólita vía de devolución o regreso fue explorada por Juan Luis Rodríguez Vigil. Juan Luis quiso propiciar la fusión del Hospital General, heredado de la Diputación, con la Residencia Covadonga radicada todavía en el Ministerio de Sanidad. Siendo 1982, es a imaginar los obstáculos neutralizados de renunciar el Principado provisionalmente al emblemático Hospital para unificación pacífica de servicios duplicados.

Prisiones y Tribunales de Justicia no deberían, en cualquier caso, cuestionarse. ¡Qué pena del Consejo del Poder Judicial sin renovar!

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