Tenía razón Anquela en una cosa: este Oviedo no se encoge en los grandes escenarios. Fue en El Arcángel, ante 18.000 espectadores, con un público entregado a la causa de Sandoval, donde los azules recuperaron su mejor versión y rozaron una victoria (1-1) que hubiera dado alas. Este Oviedo, el que maniató al Córdoba durante la mayor parte del encuentro, sí puede aspirar a todo. La pena, la felicidad incompleta, llegó a tres minutos del final. Es a lo que te expones cuando no matas un partido. Un rebote en el área y una posición muy justa acabó con el balón en la red de Alfonso. Fue el golpe a un choque serio, completo, que recuerda a los buenos tiempos. A un notable Oviedo solo se le resistió la victoria en los 3 últimos minutos.

Salieron los equipos al terreno de juego y El Arcángel, que rozó el lleno, entonó el himno local, posiblemente el más bonito de Segunda, a capella. Un mosaico verdiblanco acompañaba la escena para recordarle al Oviedo que el choque tenía duende.

Y los azules se empeñaron en darle la razón a su entrenador, con un inicio de partido más que aseado. Forlín plantó el campamento base lejos de Alfonso, síntoma de seguridad, y la sala de máquinas funcionó con exactitud. La clave, como en la buena racha, era que la pelota llegara a las alas. El centro solo era una excusa para acelerar por los flancos. El plan resultó exitoso desde el primer momento.

El Córdoba llegaba con la suerte de cara, en busca del quinto bingo consecutivo, pero no pareció sentirse cómodo en el partido. Mérito azul: las vías a Reyes y Guardiola nunca estuvieron limpias.

Antes del cuarto de hora, el Oviedo se presentó en el área rival. Mossa ganó la disputa, Rocha olió el balón sin dueño, controló y chutó desde la frontal. La pelota se fue desviada. Era un boceto de lo sucedido a los 25 minutos. En esta ocasión, Mossa sí apuró su carril hasta la línea. Centró abajo con más fuerza que precisión. No llegó Toché, sí Fernández que rechazó al centro, justo donde prohíbe cualquier manual de fútbol. Allí esperaba Fabbrini la presa. El italiano chutó con el interior, sabia elección, como un putt de golf. Y embocó en la red.

El tanto tocó al Córdoba, con un cortocircuito en el centro del campo. El partido se inclinaba del lado visitante por su efectiva labor defensiva. Esta vez Folch y Rocha, bien ayudados en las bandas, sí llegaban antes que los rivales a las acciones. Por ahí, por esa batalla, se empezaba a desnivelar la guerra.

Recordaba el Oviedo, incluso antes del gol, al equipo rocoso y pegajoso que lució al final de la primera vuelta de la Liga. No es que el juego fuera brillante, no suele suceder en esta categoría, pero el mérito consistía en minimizar al rival, en neutralizar sus armas.

Con ese guion diseñado por los azules apareció Reyes en escena para mostrar su famosa zurda, algo que el tiempo no ha marchitado. Aprovechó una falta desde la frontal para chutar con rosca por encima de la barrera. Voló Alfonso para despejar a córner y ganarse una foto de póster.

Antes del descanso intentó estirarse el Córdoba. La única jugada trenzada de los de Sandoval acabó con un disparo de Alfaro que chocó en la defensa azul antes de irse a saque de esquina. La sensación durante toda la primera parte era que la coraza de Alfonso estaba intacta, salvo ataque de inspiración de Reyes o jugada aislada de las que perseguía el goleador Guardiola. Todo en orden para los pupilos de Anquela.

Los movimientos de la segunda mitad comenzaron con un 'remake' de la falta de Reyes. En esta ocasión, la ejecución fue menos exacta y la pelota se fue arriba. Al Oviedo no le descompuso ese recibimiento del segundo acto. Se sabía la lección y siguió con su rutina: cerrar, barrer el centro y tratar de sorprender en la banda. Empleó la fórmula a los 58 minutos, pero Fabbrini se resbaló al ir a controlar un centro del profundo, ayer sí, Mossa. El italiano gozó de la siguiente, un minuto después. Retó a su par en la esquina del área, recortó y centró, pero la pelota salió rebotada sin rematador. El Córdoba quería acercarse al área azul pero en su intento iba descuidando la espalda.

Movió el banquillo Sandoval e introdujo al inquieto Jovanovic, que empezó a aparecer en todas. Disparó al lateral de la red en su primera intervención. En la segunda, una carrera al espacio, fue Alfonso el que llegó raudo. También lo intentó en un córner, pero su cabezazo se fue sin tino.

También Anquela había buscado oxígeno. Johannesson dio vuelo a la derecha por el lesionado Cotugno. Linares había entrado como reemplazo de Toché cuando, a los 78 minutos, pudo matar el partido. Su disparo, sin embargo, no obtuvo el premio. El Oviedo, que había desperdiciado la bala de la sentencia, sabía que le tocaría sufrir.

El mazazo anímico llegó a solo tres minutos del final. Un rechace con el Oviedo muy cerca de Alfonso le cayó a Aythami, otro refresco, libre de marca, que empujó para el empate. Queda la duda de su posición en el inicio de la jugada.

Ahí, con tres minutos más el añadido, el partido enloqueció. Como si fuera una eliminatoria, los dos gozaron de ocasiones. Christian y Folch pudieron hacer el 1-2 en un rechace justo antes de que Guardiola, en el último latido del partido, buscara una diagonal y disparo que la defensa azul se encargó de estorbar lo suficiente.

El partido puede analizarse desde una doble perspectiva. La visión práctica, la de los números, servirá para lamentar la oportunidad perdida. A diez jornadas de final parece claro que los puntos son lo primero. Sin embargo, el análisis más pausado, el que mira al juego de los de Anquela debe ser positivo. El equipo, con lagunas que mejorar, recuperó rutinas de sus mejores momentos de la competición. Eso, a diez fechas del fin del camino, da garantías para la pelea.