Andryi Lunin: la leyenda del para-penaltis de la Champions empezó en Oviedo

El ucraniano, cedido media temporada en Asturias, detuvo 3 de las 7 penas que le lanzaron como azul

Lunin, en un entrenamiento con el Oviedo en El Requexón.

Lunin, en un entrenamiento con el Oviedo en El Requexón. / Irma Collín

Nacho Azparren

Nacho Azparren

Una noche espectacular de Champions en el Etihad dejó un héroe inesperado en un final de infarto: Andryi Lunin. El ucraniano se convirtió en el salvador del Real Madrid durante el choque de vuelta ante el Manchester City (1-1) y alargó su figura en una tanda de penaltis donde le dio el pase a los suyos con dos lanzamientos detenidos: a Bernardo Silva y Kovacic.

Pero la pericia de Lunin en los lanzamientos desde los once metros no es nueva. Fue en Oviedo, durante la segunda mitad de la temporada 2019/20 donde mostró sus dotes en este tipo de acciones.

Entonces, el Oviedo, en graves problemas clasificatorios, buscaba un portero para el equipo entrenado por entonces por Javi Rozada, sucedido después por el Cuco Ziganda. Los contactos del club azul con el Madrid lograron convencer para que Lunin, 20 años por entonces, recalara en el Tartiere.

Su llegada fue clave para amarrar la salvación. Y mostró su dominio desde los once metros. Le lanzaron 7 penalti en los 22 partidos jugados. Logró detener 3 de ellos: ante el Albacete, el Cádiz y el Deportivo de la Coruña. 

Buen sabor de boca

El paso de Lunin por el Oviedo dejó un gran sabor de boca deportivo y, también en lo personal. En El Requexón reviven anécdotas de aquel chico tímido que llegó con la titularidad estipulada –así se lo prometieron Arnau y Rozada al propio Lunin y a su padre en una comida antes de firmar– tras varias cesiones fallidas y que se acabó consolidando como un meta destacado en la categoría. Lunin hizo grandes amistades en el vestuario del Oviedo y mucha vida en la ciudad, aunque vivía en un modesto piso con su novia en Lugo de Llanera. Se aficionó a la gastronomía asturiana y tenía ya una rutina fija para acudir a distintos restaurantes. En la plantilla recuerdan sus manías.

La más señalada en el vestuario es sin duda su obsesión con la comba. Lunin, jugador metódico en sus horarios, podía pasarse casi una hora saltando y saltando a la cuerda antes de empezar a entrenar. Las bromas en el vestuario del Oviedo por su afición a la comba fueron una constante en toda la campaña, que fue una especie de máster para el meta por los vaivenes que pasó el Oviedo para salvar la categoría.