La Nueva España de Siero

La Nueva España de Siero

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ricardo Junquera

Sobre el testamento ológrafo

Una recomendación de que no se haga uso de él si no es en los casos excepcionales para los que se pensó

Como ya hace tiempo que no tocamos el tema jurídico, vamos allá hoy con uno, el del testamento ológrafo. Vaya por delante que estas líneas no van a ser un manual de cómo hacerlo, sino más bien lo contrario, una breve explicación de lo que se trata y una recomendación de que no se haga uso de él si no es en los casos excepcionales para los cuales se pensó esta fórmula de documentar una última voluntad.

Testamento ológrafo es aquel que el testador escribe de su puño y letra, es decir a mano, en su casa o donde sea, y con los demás requisitos que el código civil exige para su validez y que aquí no voy a enumerar –pues repito no quiero hacer un manual de cómo hacerlo– y que lo guarda en su casa o también donde sea hasta que toque ir a buscarlo. La cuestión es que últimamente cada vez nos están llegando a las notarías más testamentos ológrafos de gente que ha fallecido y cuyos herederos creen que es presentarlo y ya está. Y quizás no sea más que la punta del iceberg de lo que nos puede estar por llegar.

Y ahora voy con los motivos que creo puede tener el incremento de ese tipo de testamentos y las consecuencias de su uso.

La primera es una razón que cada vez estamos viendo más, al menos en nuestro ámbito y supongo que también en la mayoría de las profesiones y trabajos: con las nuevas tecnologías cualquiera es capaz de tener acceso, a punta de dedo, a información sobre el tema que le interese. Y los hay capaces de entrar primero en el código civil, que ya tiene su mérito, y después en una de esas páginas de “todo coches” o “foro yeguas” o una de tantas otras con las denominaciones que se pongan, y de creerse que en un par de horas, o menos, se han metido en la cabeza todo el derecho civil desde las XII Tablas de Roma hasta las últimas modificaciones pasando antes por las siete partidas de Alfonso X, y redactar a partir de ahí un testamento con fideicomisos incluidos. Y no va de coña, que ya nos ha tocado verlos.

La segunda creo que es una razón presuntamente económica, pues evidentemente el testamento ológrafo al testador le sale muy barato: lo escribe en su casa, lo guarda y punto. Y tan pichi, que para eso ya se informó antes. Y después te vas a tomar una caña con la satisfacción de lo bien hecho.

Ahora vamos con las consecuencias.

La primera, en cuanto al tema de documentar una última voluntad en ese tipo de documentos, cuidado, hay que saber lo que se está haciendo. No siempre lo que se quiere hacer se puede hacer. Os aseguro que con esto del internet nos llega cada vez más a menudo, repito que al igual que supongo pase en otras profesiones, gente que no te pregunta cómo puede hacer lo que quiere hacer, sino que viene a explicártelo, que ya lo sabe todo, y a veces incluso lo traen por escrito. Y si tienes tiempo y ganas les preguntas y hasta te contestan. Hay documentos de ese tipo que me gustaría guardar, son dignos de una antología del disparate, un agujero negro del derecho. Ya nos ha tocado ver unos cuantos testamentos ológrafos inaplicables por deficiencias jurídicas o no válidos por cuestiones de forma.

La segunda es en cuanto al tema económico y esto me gustaría decírselo directamente a los que ya tengan hecho uno o previsto hacerlo: vamos a ver, campeón, o campeona, que lo que has hecho, en el caso de que sea válido, a ti te ha salido gratis, sí, pero a los que vienen detrás, es decir, a tus futuros herederos, no va ser lo mismo; que ese testamento, si es que lo encuentran, hay que adverarlo y protocolizarlo, es decir, darle validez jurídica, empezando por tener que acreditar que esa letra y esa firma es la tuya, y siguiendo después por tener que notificar a todos los que pudieran tener derechos en tu herencia o parientes más cercanos, uno a uno, por si tuvieran algo que decir o alegar. Y es posible que haya que hacer hasta alguna publicación oficial. O sea, que has hecho un pan con unas tortas, que lo que tú te ahorraste le va a costar bastante más caro a tus herederos con tantas vueltas y trámites necesarios para acreditar que eso que escribiste tú efectivamente lo escribiste tú y además vale.

Y por último un consejo, que el testamento de cada uno es su última voluntad, lo que queda de tu persona en el plano jurídico después de que te vayas. Vamos a hacerlo en serio: o te pones en manos de un profesional, que para eso están, y cuyo coste no sé bien cuál será, que uno es colegiado pero no ejerciente, y que en todo caso será barato para el resultado obtenido; o te vienes a una notaría y por cuarenta euros aproximadamente, IVA incluido, te vuelves a casa con tu testamento hecho y con la seguridad de que será válido y va a estar a buen recaudo y protegido hasta la próxima eternidad. Tú mismo.

Lo que sí tengo claro, al menos al día de hoy, es que si algún día me toca pasar por la mesa de un quirófano no voy a decirle al cirujano “a ver, maestro, corta por aquí y después sigue por allí, que lo he visto en ‘foro globos’ y es así como hay que hacerlo”. Creo que no. No sé ustedes.

Compartir el artículo

stats