La Nueva España de Siero

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José Antonio Coppen

Bitácora de Lugones

José Antonio Coppen Fernández

En favor de la capacidad de síntesis

Esmerémonos en tratar de aplicar la máxima de que "la brevedad es el alma del talento"

"La brevedad es el alma del talento", dice la frase incluida en alguna de las obras del más ilustre autor inglés. Y partiendo de ella, leída hace muchos años y que llevo marcada a fuego en la frente, me esmero siempre en tratar de hacer uso de la capacidad de síntesis. Por ello, soy crítico cuando observo pesadez. En un mundo tan mediático y saturado de información, una buena práctica para los autores sería ejercitar precisamente la capacidad de síntesis, decir solo lo necesario en cada momento: no emplear cuatro palabras en lo que puede decirse con dos, de lo contrario podemos dejar de ser eficientes. Y esa concesión sirve tanto para la información y los artículos periodísticos, las charlas o conferencias, la presentación de libros u otros acontecimientos para los que se convoca a los ciudadanos, sin olvidarnos en las películas de cine, en muchas de las cuales podría evitarse bastante metraje.

Estamos recordando ahora mismo lo que en la sinopsis de la película francesa "El juego de los idiotas" decía su director y guionista, Francis Veber: "No entiendo a los que escriben una película de 2 horas y 20 minutos para encontrarse con 40 minutos de escenas de sobra. Si la película se escribe con el ritmo adecuado, no será necesario recuperar nada durante el rodaje o en el montaje". Y añade el autor: "La película ideal es aquella que debe durar 1 hora y 30 minutos y cuyo primer montaje mide 1 hora y 32 minutos, lo cual obliga a arañar 2 minutos para acelerar el ritmo, sin que haya despilfarro de película".

De hecho, la filosofía del cineasta podría aplicarse a cuantos temas nos hemos referido antes. Estamos cansados de asistir a actos de distinta naturaleza, en la que la capacidad de síntesis brilla por su ausencia. Pero no solo a la hora de hablar, también en escritos y artículos donde el solo hecho de ver su extensión produce cierto rechazo, salvo excepciones que así lo requieran por la profundidad del tema. Y en unos casos y otros, a veces tenemos la impresión de que sus autores no son capaces de encontrar el final.

Tampoco nos olvidamos de las piezas musicales, pues a poco que prestemos atención a las letras, nos daremos cuenta que, por repetitivos, algunos estribillos acaban resultando cansinos. Hoy no escucharíamos canciones de hace unos años que en cuatro minutos repetían diez veces el estribillo. De modo que incluso en el género musical es preciso transmitir los mensajes evitando caer en la pesadez de la reiteración. No nos olvidamos de la música clásica, que también incurre en excesivos pasajes, no hará falta citar, como ejemplo, el Bolero de Ravel, reiterativo hasta el agotamiento.

En definitiva, estamos convencidos de que en los autores de los diversos campos culturales subyace un componente derivado de un ego más desarrollado de lo normal. Siempre recordamos que todos tenemos ombligo y ego, pero hay casos que rayan en lo exagerado. Ciertamente, si no se controla el ego, la capacidad de síntesis no fluye. Celebraríamos que el nuevo curso los autores practiquen la tan necesaria capacidad de síntesis. Es un ejercicio nada fácil para los adeptos al vicio de la pesadez, pero debemos esforzarnos en resumir, sintetizar, pues esto supone ganar tiempo y espacio, a la par que centrarnos en el mensaje, que al final es lo que realmente debiera preocuparnos. Lo demás son ganas de rizar el rizo y cansar a la audiencia.

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