La Nueva España de Siero

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Ricardo Junquera

Sobre testamentos, solidarios o no

Estos días están apareciendo en varios medios de comunicación anuncios de más de una Organización No Gubernamental ofreciendo la posibilidad de que se hagan testamentos que llaman solidarios, es decir, en los que los testadores establecen alguna disposición en favor de esas ONG. Loable propósito, que para ciertos fines todo lo que se pueda dar es poco.

Pero vamos con el tema en sí del testamento. Picado por la curiosidad de cómo podían explicarlo, entré a ver un vídeo de una de esas ONG. En el vídeo, un conocido deportista ya retirado explicaba con claridad el guión que le habían puesto y, en líneas generales, me pareció muy correcto salvo en que, cómo no, alguna patadilla tenía que haber: en un momento dado, nos dice que el testamento, una vez firmado, tiene que ser guardado por el testador en un lugar seguro. Vamos a ver buen hombre, o el que haya escrito la cosa, si usted va a una notaría, como bien dice en el vídeo, por cuarenta euros más o menos, se le informa de cómo puede hacer su testamento de acuerdo con lo que usted quiere y puede hacer, se le prepara, se lo explica también el notario y si está todo correcto lo firma. Una vez firmado se le entrega una copia, si la quiere –que a veces el testador no quiere llevarla por aquello de que nadie pueda encontrarla por casa y saber lo que ha hecho– y en la propia oficina notarial se guarda y custodia el original de su testamento hasta el fin de los tiempos. Usted no tiene que preocuparse de más, salvo de cambiar su testamento si en el futuro quiere hacerlo.

Así de fácil. Y de conveniente. Que por hacer testamento no va a darnos un "yuyu" o algo así, que todavía hay gente que, solidario o no, tiene miedo de hacerlo. Y además, ya explicamos aquí más de una vez las ventajas de tenerlo hecho no solo para evitar trámites más costosos a los futuros herederos, sino sobre todo por disponer uno de sus bienes en la forma en la que de verdad uno quiera y pueda hacerlo, e incluso en ocasiones por ahorrarse un buen pellizco fiscal, que a veces también así puede ser la cosa.

Y en cuanto a lo de testamento el último, voy a contar una anécdota que oí a un notario que estuvo hace más de cincuenta años en un pueblo gallego, acerca del caciquillo del lugar, que tenía tres hijas en edad casadera, que alguna gracia tenían que tener las muchachas porque a pesar de que eran hijas de quien eran no había forma de casarlas. Un día apareció el padre por la notaría con un posible futuro yerno, el de la hija mayor. Y el padre, delante de aquel chico, hizo testamento mejorando en todo lo posible a su primogénita; la flor de mi vida, la continuadora de mi hacienda, que decía. El chico feliz; el padre también; y tan felices los dos marcharon a tomar un vino para celebrar la ocasión. Y en un momento, sin que el muchacho se apercibiera, el padre volvió corriendo a la notaría y le dijo al notario que aquel primer testamento que ya no, que lo había pensado mejor y quería hacer otro con sus tres hijas iguales. Poco después se celebró la boda de la primogénita del cacique con aquel ilusionado rapaz. Y también poco después volvió por la notaría aquel hombre con el futuro yerno de su segunda hija; y más de lo mismo, que su hacienda para esta otra hija, la luz de sus ojos. Y al poco, zate, otro testamento y las tres iguales. Y con la tercera lo mismo. En poco más de un año casó aquel paisano a sus tres hijas. Y tres por dos seis, pues seis testamentos.

El día que faltara el suegro, aquellos tres yernos creo que iban a tener buen conocimiento de qué es eso de testamento el último. Y además solidario. Creo que sí.

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