Sobre la polarización

O la historia de una anciana que extravió el dinero de su pensión

Ricardo Junquera

Ricardo Junquera

Os cuento: el sustantivo "polarización" ha sido elegido palabra del año 2023 por la Real Academia Española de la Lengua. Según el diccionario, "polarizar" es, entre otras cosas, "orientar en dos direcciones contrapuestas", o sea, eso que ahora está tan de moda. Hablamos de esas situaciones en las que hay dos opiniones muy definidas y distanciadas, y que cada vez más conllevan dentro ideas de crispación y confrontación. Sí, cada vez es más habitual encontrar ejemplos de diversas formas de polarización a todos los niveles: la polarización de la sociedad, de la política, de la opinión pública o de las posturas en las redes sociales. Y lo peor de esto es que como consecuencia de esa polarización, lo que hasta hace poco eran convivencias normales entre personas normales, se están transformando en convivencias marcadas por las distancias y a menudo hasta por el odio.

Cuando me enteré de que la palabra "polarización" fue elegida como palabra del año 2023, me vino a la cabeza una historia que leí hace muchos años no recuerdo ahora dónde, cuando me acuerde ya os lo digo, y que creo que es todo un ejemplo de convivencia contraria a ese concepto de polarización. Me apetecía contárosla y allá va:

Una anciana que había quedado viuda hacía muchos años, su marido murió en un accidente poco después de la boda, vivía de una pensión mínima; y esto que le sucedió le pasó cuando le tocó cobrar por primera vez el importe de su pensión en euros en vez de en pesetas. Resulta que le pagaron con sólo dos billetes y unas monedas. Cuando la pobre mujer vio que esos dos únicos billetes eran los que tenía para todo el mes, los guardó con mucho cuidado en su bolso, no fuera a perderlos; y al llegar a casa y antes de subir la escalera, vivía en un segundo piso, se aseguró de que estuvieran allí; y sí, allí seguían.

Un rato más tarde, la buena señorina quiso salir a hacer algo de compra, y volvió a mirar en el bolso para asegurarse de que los billetes estaban dentro, pero, santo cielo…no, no estaban.

Llena de nervios y preocupación, lo primero que hizo fue bajar hasta el portal; se le tenían que haber caído allí cuando abrió el bolso al entrar. Pero tampoco estaban. Y con todo el peso del mundo en su cabeza, volvió a subir a su casa. ¿Qué iba a hacer todo un mes sin dinero para poder comprar lo que necesitara para vivir? Se le ocurrió escribir una nota pidiendo al vecino que hubiera encontrado los billetes, que por favor se los devolviera, que eran suyos y también lo único que tenía para poder pasar el mes; y colgó la nota en el portal.

Cuando se acostó aquella noche tampoco pudo dormir, pensando en cuál de sus vecinos, era una pequeña comunidad de solo seis viviendas, podría haber encontrado los billetes, y dando además por hecho que fuese el que fuese, ya no se los iba a devolver. Y se acordó del vecino del primero, recién divorciado; seguro que su dinero iba a acabar en cualquier antro de perdición. O del vecino del otro primero, ese carnicero malencarado; a saber también en qué se lo gastaría ese mal hombre. O de la vecina de enfrente, esa viudita alegre que a veces llegaba tarde a casa. O de las vecinas del piso de arriba, ese par de chavalas que de cuando en cuando montaban una juerga hasta las tantas. ¿En qué malgastaría su dinero el vecino o vecina que lo hubiera encontrado?

Cuando ya de mañana se levantó, lo primero que hizo fue volver a mirar en el bolso, aunque sabía que allí no estaban los billetes, pero por si acaso volvió a mirar; y oh…cielos, estaban allí, sí, en un pliegue del forro, que se había roto. Avergonzadísima consigo misma por todo lo que había pensado de sus vecinos aquella noche, iba a bajar al portal para quitar el cartel que puso el día de antes, pero en ese momento llamaron al timbre de su puerta: era el vecino de abajo, el divorciado, que resulta que había encontrado los billetes. "No, no, muchas gracias, pero ya los encontré, esos deben de ser otros, pero muchas gracias igual", respondió ella aun más avergonzada. Y al poco volvieron a llamar al timbre. Esta vez era el carnicero malencarado el que también los había encontrado. Y después fue la viudita alegre; y después las dos chicas, que traían no dos billetes, sino cuatro que sumaban lo mismo. Sí, todos sus vecinos, aquellos que aquella noche pensó que eran tan malos y depravados, mira tú qué casualidad, habían encontrado los billetes perdidos y habían ido a devolvérselos. Así pasó.

La lástima es que una historia como esta es difícil que se repita hoy. La cosa esa de la polarización cada vez nos está separando más a unos de otros, incluso dentro de las propias familias. Una pena. Por eso me acordé de la historia que os he contado cuando oí que "polarización" es la palabra del año. A este paso, ya veremos en qué acabaremos cuando seamos nosotros los que perdamos nuestros billetes.

Suscríbete para seguir leyendo