La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

JUAN PONS | Barítono, participa en las clases de International Opera Studio en Gijón

"Ahora, en la ópera, se hace todo con prisa y los cantantes no duran mucho"

"Lo importante es que haya una Opera Studio que prepare un par de obras, en Gijón o donde sea, aunque aquí el ambiente es muy bueno"

Juan Pons. JUAN PLAZA

El menorquín Juan Pons (Ciudadela, 1946) está considerado como uno de los grandes barítonos dramáticos de la segunda mitad del siglo XX. Ha cantando con los mejores y en los más selectos escenarios: de la Scala de Milán al Metropolitan, en Nueva York. Estos días está en Gijón, donde comparte sus muchas sabidurías con los intérpretes seleccionados por International Opera Studio.

-¿Qué lleva a una estrella internacional como usted a participar en este proyecto?

-Estoy ya fuera de la carrera, pero participo como jurado en concursos y "master class", de San Petersburgo a Budapest. Tengo la fortuna de seguir en el ambiente que ha sido toda mi vida. Escucho a la gente joven, que me apasiona por ver si hay nuevos talentos. Lo disfruto mucho. Y dar clases me encanta, porque es la manera de devolver todos los consejos que me dieron, a lo que se añade los más de cuarenta años de mi carrera. Transmito lo que a mí me dieron los maestros.

-¿La transmisión de conocimientos es importante?

-Creo que sí, aunque han cambiado las cosas. Se hace todo muy precipitadamente y, por desgracia, los cantantes no duran mucho. En una ópera hay que transmitir, y si tú no sientes, pues no transmites.

-Uno de los jóvenes intérpretes de Ópera Studio me comentaba que uno de los problemas de España es que apenas hay pasos intermedios entre el Conservatorio y el Teatro Real...

-No es del todo cierto, pero sí es verdad que, a veces, se contrata para el Teatro Real a alguien para hacer el Marullo y resulta que se sabe todo el "Rigoletto" menos ese personaje. Bueno, tienes que saberte de la "pe" a la "pa" el Marullo. Hay que estar preparado e ir con pies de plomo.

-Que una institución como Opera Studio surja en una ciudad que tiene menos tradición operística que Oviedo, por ejemplo, indica que algo está cambiando en la relación de los españoles con la ópera...

-No sé. Yo agradezo estar ahora aquí, más después del calor que he pasado en Sevilla e Italia. Lo importante es que haya una Opera Studio, sea donde sea, que prepare un par de obras con maestros, pianistas, repertoristas... Cada cosa en su sitio, pero aquí hay un ambiente muy bueno.

-¿Qué ha econtrado entre los jóvenes intérpretes seleccionados para esta primera experiencia de Opera Studio?

-Hay unos cuantos que son fabulosos, con una intuición y una gran ductilidad. Les he pedido que se graben y se escuchen. Hay que hacerles ver cuándo está la nota en su sitio. No sé qué pasa ahora que no se insiste en poner la posición alta, la máscara, para que el sonido sea homogéneo; la frase empieza y termina; hay que pronunciar bien, que se entienda. Son muchas cosas y la palabra debe entenderse. No quiero que se cante todo de garganta, sino de aquí.

-¿Con ese "aquí" se refiere a la cabeza o al diafragma?

-A la máscara. El diafragma ayuda a respirar y a aguantar. La gente está con mucha teoría y poca práctica. Hay que hacer las cosas fáciles, sin complicarlas.

-Usted pertenece a la generación de José Carreras y Plácido Domingo. No parece que hayan surgido después cantantes españoles tan mediáticos, excepto quizás Carlos Álvarez, también barítono. ¿Por qué?

-Para mí ha sido un privilegio actuar en esta época, con Montserrat (Caballé) inaugurando el teatro de la Maestranza, cantar en las Olimpiadas; tener a Kraus, con quien grabé "Marina", a Plácido, a Carreras...

-Pero detrás no han surgido figuras de esa talla.

-Y han durado poco, como decíamos antes.

-¿A qué es debido?

-Pues no lo sé. Son muchas cosas. Hay que autocriticarse y ver qué sucede. Recuerdo que una vez estaba con Plácido en Japón y había un chico joven, que hacía de Silvano. Estaba ensayando y hubo una mirada de complicidad entre Plácido y yo. Él dijo, textual, "esperemos verlo cantar en un par de años en los teatros". Y cantó, incluso papeles importantes, como el barítono del "Werther", pero desapareció. Duran poco y no sé el porqué.

-¿Aquella experiencia de los tres tenores -bueno, usted también cantó con Pavarotti en el Metropolitan y con Plácido Domingo en las Olimpiadas de Barcelona-, fue importante para la ópera? Hay opiniones encontradas.

-Es una polémica tonta. Si usted hubiera preguntado a cada uno de los tres dónde hay que hacer una ópera, hubieran respondido que en un teatro. Ahora bien, aquellos conciertos en estadios o en (las Termas) Carcalla ayudaron a popularizar la ópera. Y, además, mucho. También fue una suerte para ellos coincidir. No le hizo ningún mal a la ópera y los tres siguieron cantando en los teatros. Lo veo positivo. En Verona se hace ópera, ahora bien ¿es el sitio ideal? En verano sí, pero no en invierno. Es como lo de los tres tenores. ¿Cuál es el mejor lugar? El teatro.

-Desde su mucha experiencia, ¿qué consejos daría a los jóvenes intérpretes que han acudido este verano a Gijón?

-Los consejos que me dieron a mí. Me dijeron: absorbe de tus maestros, pero cuando encuentres un cantante que te guste, pregunta y pregunta. Y fíjate también en los que no te gustan. Debemos buscarnos siempre a nosotros mismos; es algo que sirve para muchos aspectos de la vida.

-¿Cuál es su personaje operístico preferido?

-Hay varios.

-Falstaff, seguro...

-Falstaff, sí. Como cantante y actor me gusta Falstaff. Está, claro, Rigoletto, que es casi un cliché; me gusta el (Barón) Scarpia (de "Tosca"), que es la ópera que más he cantado; me gusta el verismo de "André Chenier" o de "Pagliacci"... Todas estas cosas. Como cantante y actor, Falstaff, y como cantante, Simón Boccanegra, que tiene todos los matices y muchos colores diversos.

Compartir el artículo

stats