Ambas, Isabel Blanco y Naraia Muro, coinciden en que recibieron una buena formación. «Puedo desempeñar cualquier trabajo dentro de mi profesión», asegura la primera, que acabó sus estudios con una nota de 9,6. Ella recomienda la experiencia: «En las clases se compaginaba teoría y práctica, y los profesores eran más cercanos que en Bachillerato». No titubeó en su elección: «Si quieres cursar estudios superiores, el módulo de Imagen Personal tiene muchas salidas: Enfermería o Fisioterapia, por ejemplo»

Muro, de 27 años, atribuye su buena suerte laboral a la calidad de la educación que recibió, pero también a su propio tesón. «En el ciclo todos los días trabajaba, haciendo programas reales en condiciones reales. Todo es mejorable, recibí una buena formación y me lo curré. Hay que trabajar y estar dispuesto a hacer prácticas voluntarias, sin remunerar», refiere.

Rubén Suárez, natural de Areñes, en Pola de Siero, de 27 años, es otro de los premiados en la convocatoria nacional. No sabe lo que es el paro y desde que acabó Edificación y Obra Civil en el Instituto Fleming, en Oviedo, apenas ha estado inactivo. Su vida laboral había comenzado antes, en una empresa de ese mismo ramo, y una vez obtenido el título en Formación Profesional la reanudó de inmediato. «Ahora estoy trabajando de delineante en la empresa ICF-Llanera, como eventual, pero desde hace ya año y medio», explica. Su expediente académico acaba con un rotundo 10, pero la nota, opina, no es determinante para los contratadores. En las prácticas incluidas en el ciclo formativo las empresas desconocen las calificaciones de sus becarios, explica, y para muchos estudiantes ésa es la vía de entrada en el mercado laboral. «La mayoría de mis compañeros están empleados, muchos se quedaron en la misma empresa en la que hicieron las prácticas», según Suárez.

No siempre es tan fácil. Que se lo pregunten a la mierense Nuria Garzón. «Estuve diez meses buscando algo del ciclo formativo que había acabado», reconoce, y acabó en Cartagena, donde encontró un empleo de delineante. Antes de conseguir el título de Fabricación Mecánica, en la Fundación Masaveu de Oviedo, había completado otro ciclo formativo, en Informática. «Como tardaba en encontrar un empleo me dedique a estudiar», comenta. Garzón lo intentó antes con la Universidad. «Me matriculé en Informática, pero el primer año fue matador, no había más que Matemáticas. No era lo que yo quería y me pasé al ciclo formativo, mucho mejor».

De este quinteto magistral de titulados en Formación Profesional el único que actualmente no trabaja es Carlos Señorans, mierense de 37 años. Se quedó en paro hace un mes. Él también es de los que pasó por la Universidad. «Hice la carrera de Física», cuenta, pero lo suyo era la informática, y así, tras varios cursos, enlazando un empleo con otro, Señorans llegó al Colegio Sagrada Familia-El Pilar de Pola de Lena y se matriculó en Administración de Sistemas Informáticos. En su expediente también luce un espléndido 10, que, confía, no tardará en reportarle un empleo.

Hoy, en la gala de celebración de los diez años de las transferencias educativas, los cinco recibirán el premio que los acredita como mejores expedientes regionales de Formación Profesional del curso pasado.