Milán ofrecía su semblante más triste y ceniciento aquella mañana lluviosa del 28 de mayo de 1980, cuando el periodista del «Corriere della Sera» y presidente de la asociación de prensa lombarda, Walter Tobagi, cayó abatido a tiros delante del portón del garaje de su casa en la via Andrea Solari. Dos jóvenes se le acercaron y le dispararon. Uno de ellos, Marco Barbone, lo remató en el suelo. El atentado terrorista fue reivindicado por la Brigada XXVIII de Marzo, grupo de extrema izquierda, en medio de la ola de violencia que caracterizó a Italia entre finales de la década de los setenta y el inicio de los ochenta, la etapa que se conoce como los años de plomo (anni di piombo).

Barbone, junto a Paolo Morandini, Mario Marano, Francesco Giordano, Daniele Laus y Manfredi Di Stefano, integraban el comando encargado de asesinar al periodista. La mayor parte de estos jóvenes, empeñados en cambiar el mundo a tiros, pertenecían a familias de la burguesía de Milán. Barbone, el líder, era hijo de Donato Barbone, directivo de la Editorial Sansoni, y Morandini, del crítico de cine del diario «Il Giorno», Mario Morandini. La novia del primero, Caterina Rosenzweig, niña bien, rica heredera, jugó un papel relevante en el caso. Alumna de Tobagi en la Universidad de Milán, vivía en una casa de la via Solferino, a pocos metros de donde se encontraba el lugar de trabajo del periodista al que seguía en todos sus pasos. El comando se reunía allí.

A partir del arresto, cuatro meses después del crimen, Marco Barbone y Mario Marano, los asesinos del periodista, se declararon arrepentidos y decidieron colaborar con la investigación que acabó con los miembros de la Brigada XXVIII de Marzo en la cárcel. Ellos, en cambio, consiguieron que se les rebajase la pena de 30 a 8 años y en 1983 ya estaban en la calle. Este hecho desató en el Parlamento y en la sociedad una dura polémica sobre las desastrosas consecuencias de la ley de los arrepentidos para los principios del Estado de derecho.

La noche antes de su asesinato, Tobagi presidió un encuentro en el Círculo de la Prensa de Milán, sobre la libertad de información y la responsabilidad del periodista frente al terrorismo. En el debate, muy agitado, había sido objeto de duras agresiones verbales. No era nuevo en aquellos años en los que el compromiso con la verdad y estar en primera línea informativa hicieron de Tobagi un blanco fácil de las iras, tanto de los compañeros comunistas de la redacción del periódico donde trabaja como de otros estamentos milaneses.

En un momento de la reunión, Tobagi, refiriéndose a la larga serie de atentados terroristas, abrigó con sus palabras una duda que no tardaría en despejarse: «Quién sabe a quién le tocará la próxima vez». Nueve horas más tarde caía muerto sobre el asfalto. Dejaba mujer, Maristella, y dos hijos, Luca y Benedetta. La pequeña tenía 3 años y es ahora periodista en el mismo diario donde trabajaba su padre. Ha escrito un libro cuyo título representa por sí sólo el sentimiento que encierra, Come mi batte forte il tuo cuore, extraído de un precioso verso de la poeta polaca Wislawa Szymborska. En el libro responde a las preguntas que tantas veces, a lo largo de su vida, se hizo sobre el asesinato. Entre otras, el desconcierto que le produjo que su padre, un hombre progresista, fuese un primer objetivo de los terroristas de la izquierda. Benedetta recordó después de aquello el día de la muerte de Walter, pero no las sensaciones que tuvo. En el patio del colegio repetía a sus pequeños e incrédulos compañeros: «Papá está muerto: le han disparado, ¡bum, bum!».

El desaparecido escritor Leonardo Sciascia enseguida supo por qué habían atentado contra Tobagi: «Lo han matado porque conocía el método». Es decir, sabía cómo operaban y tenía el suficiente coraje para contarlo con pelos y señales. En los años de plomo había que ser muy valiente para enfrentarse con honradez profesional a los hechos. «Escribir claro resulta difícil», solía comentar el periodista asesinado. «Tobagi no era un periodista de investigación pero daba nombres, analizaba e interpretaba lo que sucedía», escribió no hace mucho de él en «La Repubblica» Roberto Saviano, el autor amenazado por la Camorra.

El libro de Benedetta Tobagi reabrió a finales del año pasado el debate sobre el asesinato de su padre, un caso que por las ramificaciones pertenece a lo que en Italia llaman «giallo» y aquí «novela negra». El 16 de febrero de 2004, el diputado Marco Boato pidió en Montecitorio la reapertura judicial del caso, después de que saliese a la luz que los carabineros manejaban siete meses antes del asesinato una información donde figuraban los nombres del comando que perpetró.

Benedetta escribió que aquella mañana del 28 de mayo de 1980 los asesinos de su padre mataron también su inocencia. En Italia, la pregunta sigue siendo, ahora que se van a cumplir treinta años de la muerte de un periodista libre: ¿por qué Tobagi?