Gijón, J. C. GEA

El cartel no deja lugar a dudas: «Hay oricios», en mayúsculas y un cuerpo como para ser leído desde la acera de enfrente. Es lo que se espera en la puerta de una sidrería gijonesa en pleno mes de febrero. Lo que no resulta tan visible es el cartel de al lado, ni saber qué hace el tipo de su fotografía, un oriental que parece sostener una tele vieja sobre uno de sus hombros. Si uno se aproxima, el tipo resulta ser un tal Nam June Paik y el mensaje del cartel, una conferencia sobre videoarte a cargo de Benjamin Weil, comisario jefe de Laboral Centro de Arte y Creación Industrial. Pero lo más sorprendente es la fecha y hora: ya mismo. Aquí mismo: en la sidrería El Globo, en horario de máximo trasiego.

La insólita combinación -«videoarte» y «sidrería» son palabras que parecen pertenecer a dos universos distintos- forma parte de la estrategia del nuevo comisario de Laboral para demostrar que una pieza de Nam June Paik y una fuente de oricios no sólo forman parte del mismo planeta, sino que es posible disfrutar de la vanguardia tecnológica del arte y de unos culetes en un clima que tiene muy poco que ver con la asepsia «cool» de la mayor parte de los centros de arte. Benjamin Weil se echó, literalmente, a la calle, no sólo para difundir entre nuevos públicos el producto que Laboral alberga, sino también para hacer pedagogía del arte actual. Cuerpo a cuerpo donde Gijón concentra la bulla.

Claro que, a decir verdad, la mayor parte del público que abarrotaba el local rumbosamente cedido por Armando Rodríguez era gente a la que le resulta bastante familiar todo lo que Weil contó, micrófono y ordenador portátil en mano, ante una pantalla instalada en un rincón de la sidrería y con un castellano afrancesado-italianizante, pero perfectamente fluido.

Casi toda la plana mayor de Laboral, artistas, comisarios, creadores de diversos palos y gestores culturales, como la directora de la Fundación Municipal de Cultura, Pilar Fernández Lafita, fueron los destinatarios principales de una charla en la que uno de los mayores expertos europeos en el arte que se ha venido haciendo con las últimas tecnologías repasó antecedentes, hitos y futuro del videoarte.

Una mesa con una docena de jóvenes no parecía excesivamente interesada, pero sí unos paisanos que dieron cuenta de un surtido de quesos mientras escuchaban -o al menos guardaban un silencio muy cortés- lo que contó el especialista parisino: un rápido recorrido desde el cine experimental de Buñuel-Dalí, Léger o Duchamp, las aportaciones decisivas de Wolf Vostell, Nam June Paik o Bill Viola, hasta el futuro inmediato de la imagen digital captada y editada con teléfonos móviles, editada en ordenadores personales y difundida por las redes sociales en un medio «cada vez más accesible, más popular y más inclusivo».

Weil describió el videoarte como una nueva forma de narración mediante la imagen en la que confluyen tanto aquel ánimo experimental de los cineastas de vanguardia como las acciones y el arte conceptual documentados mediante filmaciones, la televisión como gran proveedor de imágenes -y de ficciones con apariencia de realidad- de nuestra cultura y del acceso del común de los mortales a la filmación y el montaje de imágenes; primero con el vídeo y después con los medios digitales.

El orador recibió aplausos como propina por el buen servicio y Laboral emplazó para una nueva charla en un par de meses, empeñada en que en una sidrería quepan tanto los cantarinos como el videoarte.