Se ha producido en Oviedo un conato de prohibición general de belenes en los centros escolares públicos. Ahora vamos con ello, pero antes conviene anotar un suceso que atañe a la mitra. La Santa Sede está a punto de nombrar un obispo para Huesca y para Jaca -puede que esta misma semana-, lo que significa que el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, será liberado en unas semanas de la administración apostólica de las que fueron sus diócesis anteriores. La liberación de Sanz abre también el camino para que el obispo auxiliar, Raúl Berzosa, sea nombrado titular de una diócesis. Orense sigue sonando para él.

Viniendo a los belenes, el representante del PSOE en el Consejo Escolar Municipal de Oviedo ha propuesto suprimir la iconografía navideña cristiana en todo colegio público, pero la propia Paloma Sainz, portavoz socialista en el Ayuntamiento, dio marcha atrás. Confiábamos en que fuera pasando la fiebre de rechazar los signos culturales occidentales y cristianos, pero se ve que aún hay reflujos, y con descoordinaciones notorias dentro de los partidos, como acaba de verse en el PSOE ovetense.

Pero el hecho de fondo es otro: en diez colegios ovetenses no se instalarán belenes para atender la petición en tal sentido de algunas familias. En el caso de que los peticionarios fueran minoría, estaríamos ante una verdadera injusticia, circunstancia que resolvería una nueva ley de Libertad Religiosa como la que tentó el Gobierno de Zapatero y después ha mandado al cajón a causa de las discrepancias internas. El borrador de dicha ley era equilibrado y definía lo público, o estatal -un colegio, por ejemplo-, como espacio de neutralidad. Pero no se quedaba ahí. Si se consagrase lo público a la estricta neutralidad -algo casi metafísico-, ni las calles podrían exhibir ciertos nombres, pues habría una minoría que los impugnase (por ejemplo, Santiago Carrillo tiene calle en Gijón, lo cual, visto lo que lamentablemente está cayendo con su designación como hijo predilecto de la villa, podría ser motivo de ofensa para algunos).

En el caso de los centros públicos, su declaración de neutralidad absoluta privaría a los alumnos de que al menos tuvieran alguna referencia sobre uno de los relatos más bellos de Occidente y que más ha guiado su progreso: eso es precisamente lo que representa el belén.

Pero decíamos que el referido borrador de ley daba un paso más: lo público es espacio de neutralidad, pero también de expresión legítima para cualquier creencia religiosa civilizada (esto es lo que menos gustaba a los detractores interiores). Sería discutible ecualizar cristianismo e islamismo en Europa -por ejemplo-, y Angela Merkel ha declarado que el multiculturalismo ha muerto en Alemania; pero la solución de un espacio neutro compartido permitiría que los alumnos de religión católica colocasen el belén sin conatos adversos.