Desde finales del mes de julio hasta el 30 de agosto las miradas del mundo de la música se focalizan en el más importante y célebre festival de música del mundo, el de Salzburgo, cita emblemática en la que se reúne la pujante burguesía europea, entreverada con nobleza decadente, alrededor de unas convocatorias que tienen tras de sí una historia gloriosa y que funcionan, a día de hoy, como una bien engrasada maquinaria económica que revitaliza de manera imponente a la ciudad natal de Mozart. El festival austriaco despliega, a lo largo del mes, una actividad frenética, con multiplicidad de propuestas musicales siendo, como es tradición, los espectáculos operísticos los que están destinados a concitar el mayor interés internacional.

Salzburgo, tras el paso del huracán «Mortier» por el mismo hace unos años, ha moderado notablemente las polémicas aunque no por ello ha perdido el riesgo en sus apuestas. La esencia de un festival está ahí precisamente, en su capacidad para sorprender e innovar y, en este sentido, sigue marcando la pauta.

«Le nozze de Fiagro» de W. A. Mozart abrió el 27 de julio la serie lírica, pero han sido las dos óperas siguientes las que más han llamado la atención, «Die Frau ohne Schatten» -«La mujer sin sombra»- de Richard Strauss ha supuesto una cima con la dirección escénica del siempre interesante y muy personal Christof Loy y con la musical de la gran esperanza germana y uno de los nombres clave en la dirección concertística internacional: Christian Thielemann, que ha cambiado sus éxitos en Bayreuth por el oropel de Salzburgo. El otro título que ha llamado poderosamente la atención es el «Macbeth» verdiano con una virulenta propuesta escénica de Peter Stein y en la batuta, Riccardo Muti, referencia absoluta cuando se habla del compositor italiano. Como no podía ser de otra manera, otros dos títulos mozartianos completan el cartel. «Così fan tutte» (con el siempre vitalista Marc Minkowski en el foso y Claus Guth como responsable escénico) y «Don Giovanni» también de Guth en la escena y con la que, a día de hoy, es la batuta emergente más solicitada del momento -con permiso de Gustavo Dudamel-, Yannick Nézet-Séguin. El 10 de agosto un sólido equipo promete y mucho con el estreno de «Vec Makropoulos» -«El caso Makropoulos»- de Janácek en una producción firmada por Christoph Marthaler y dirigida por Esa-Pekka Salonen. El ciclo operístico se complementa con un interesante programa doble que incluye «Le Rossignol» de Stravinsky junto a «Iolanta» de Chaikovski. En todos estos títulos los repartos están formados por cantantes que configuran la élite internacional. Basta citar algunos nombres: Anna Netrebko, Piotr Beczala, Dorothea Röschmann, Erwin Schrott, Angela Denoke, Bo Skovhus, Tatiana Serjan (que compartirá el rol de Lady Macbeth con la muy apreciada en Oviedo Elisabete Matos), Zeljko Lucic, Giuseppe Filianoti, Anne Schanewilms, Evelyn Herlitzius o Simon Keenlyside, entre otros muchos.

Pero no sólo de ópera vive Salzburgo. Está previsto un sólido apartado teatral con obras de Goethe o Shakespeare, entre otros autores, o un más que interesante proyecto de apoyo y difusión de jóvenes directores que se complementa con otro a cantantes.

El apartado de conciertos es deslumbrante. Lo encabezan dos formaciones emblemáticas, las Filarmónicas de Berlín y Viena. Con este punto de partida se entiende que el resto de las propuestas transitan en todo momento por territorios de excelencia. Gustavo Dudamel, como no podía ser de otra manera, estará con su Joven Orquesta Simón Bolívar, mientras que Antonio Pappano llegará con su orquesta y coro de la Academia de Santa Cecilia de Roma, la West-Eastern Divan Orchestra y Daniel Barenboim será otro aliciente, al igual que la Joven Orquesta Gustav Mahler con Sir Colin Davis o la Sinfónica de Chicago con el omnipresente Muti. Mahler tendrá fuerte peso en la programación pero también resulta, como cada año, esencial la atención hacia la música contemporánea en una oferta sinfónica de una densidad apabullante y sin competencia a lo largo del mes de agosto.