Oviedo, M. S. MARQUÉS

«En la primera mitad del siglo XI había en el territorio ástur una conciencia lingüística que empezaba a asignar cometidos diferenciados a dos lenguas: el latín, como lengua de referencia en la que se redactaban los documentos oficiales, y el romance ástur, imprescindible para la comunicación de la sociedad». La afirmación, que remonta los orígenes de los textos en asturiano medieval al siglo XI, es parte de la ponencia con la que abrió ayer Xosé Lluis García Arias, les Xornaes d'Estudiu de la Academia de la Llingua.

Catedrático de Dialectología de la Universidad de Oviedo, García Arias habló de «Conciencia llingüística y testos medievales», un recorrido por los orígenes, implantación y posterior decadencia del asturiano.

Los primeros indicios de nuestro romance primitivo hay que buscarlos en el escrito conocido como «La Nodicia de Kesos» del año 974, un texto que recoge la anotación de gastos hecha por el despensero del monasterio leonés de Rozuela. Es el primer signo de que algo empezaba a cambiar y de que el latín dejaba paso a la lengua popular romance.

En ese tiempo empieza a acuñarse el término de lengua materna para la lengua popular, y Arias pone como ejemplo un testamento realizado por un presbítero de la catedral de Oviedo en 1133 que cuenta con un original en latín y otro en «lengua materna». En esa diferencia ven los estudiosos la presencia clara de la lengua del país donde se escribe.

No queda duda para el filólogo de que «el romance ástur, la lengua materna, está llamando para su reconocimiento a las puertas de la historia», y para corroborar lo dicho se apoya en la traducción al asturiano medieval realizada en el siglo XI de un texto del latín con el que se llama a repoblar la ciudad de León después de su destrucción por los árabes. «La traducción era necesaria porque la lengua de uso diario era la única forma de llegar a la gran masa popular iletrada». Para el profesor es evidente que la presencia del romance ástur está ya plenamente presente en la vida diaria durante el siglo XI, al que considera «el siglo de la conciencia lingüística ástur». El texto es importante por su antigüedad, «es uno de los escritos en asturiano más antiguos que conocemos, anterior a los Fueros de Oviedo y Avilés, y al Fuero Xulgu», afirma García Arias.

Todo parecía apuntar hacia el despegue del idioma asturiano, favorecido por la presencia de un latín aún sin reformar que resultaba incomprensible para la mayoría de los ciudadanos. A finales del XII y principios del XIII se da un paso significativo y la lengua materna comienza a imponerse en los textos oficiales, que iban a escribirse en romance ástur. Para Arias fue «un paso importante hacia la consolidación social», pero todo se complicó con los avatares de las coronas. «Las fechas en las que el romance escrito irrumpe en la vida pública coinciden con un momento en el que la corona declina y el Reino leonés empieza a subsumirse en el castellano a raíz de su unión en 1230». Castilla cobra mayor relevancia en el momento más idóneo para que el romance ástur sustituyera definitivamente al latín, o, como explica el ex director de la Academia de la Llingua, «cuando nuestro romance ástur está en condiciones de lograr un mayor arraigo institucional es cuando el castellano recibe su mayor impulso».

La escritura de la lengua ástur medieval avanza cuando las tierras ástures están ya bajo el dominio político castellano. Pero fue un remontar engañoso porque dos factores van a ser cruciales para frenar ese despegue. Por un lado, la actuación de Alfonso el Sabio con la eficaz normativización del idioma que difunde la cancillería castellana y con la que no podrá competir el cultivo cada vez más unitario del asturiano. El otro elemento que influyó, según Arias, en el desarraigo de la lengua asturiana -con la que no había podido del todo la expansión del castellano- se consolida con la toma del control político de Asturias por parte de los Trastámara, magnificada en la creación de la figura del Príncipe de Asturias como heredero de la Corona de Castilla.

La sustitución lingüística empieza a manifestarse a finales del siglo XIV y acabará triunfando a finales del XV, cuando el profesor asegura que se extendió el vocablo bable, «una denominación ofensiva para nuestra lengua, tendente a desprestigiarla al utilizar un adverbio con el origen en el latín "barbaré"».