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Un nuevo investigador gracias al cáncer

El científico asturiano David Hevia realiza en la Universidad de Oviedo un estudio sobre el tumor de próstata, un campo por el que se interesó tras sufrir él uno de huesos

Un nuevo investigador gracias al cáncer

Once de la mañana de un día de semana. Octava planta de la Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo. Laboratorio 8.11. Se abre la puerta y aparece un universo de probetas, telescopios y botes identificados con etiquetas de colores. Un grupo de jóvenes con batas blancas saluda efusivamente. Uno de ellos comenta. "Soy David. ¿Venís a por mí, no?".

A simple vista este grupo de personas podría estar realizando las prácticas de alguna asignatura, pero lo que aquí se está haciendo es mucho más complejo. Estas siete personas están avanzando uno de los pocos proyectos de investigación de Asturias, y de los pocos de España sobre cáncer, y lo están haciendo gracias al empeño, la ilusión y el esfuerzo del protagonista de esta historia, David Hevia. Aunque es muy difícil que se borre la sonrisa de su cara, su vida no ha sido idílica. "Pero no cambiaría nada, volvería a pasar todo de la misma forma", explica a LA NUEVA ESPAÑA.

David Hevia (Pola de Laviana, 1979) estudió Químicas en Oviedo. En 2004 empezó el doctorado en el Instituto Universitario de Oncología del Principado de Asturias (IUOPA). Se doctoró en 2009 y se marchó a Madrid. Estuvo en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) hasta 2011. "Durante ese periodo, conseguí una estancia de trabajo de 7 meses en el Anderson Cancer Center de Houston, en Estados Unidos y, en 2012, volví a casa para seguir investigando sobre el cáncer por mi cuenta". Y surge la pregunta. "¿Por qué decidió especializarse en cáncer?". La respuesta descubre el otro lado de este brillante currículum. "En el año 2000, cuando estaba en la carrera, un cáncer de huesos me obligó a pasar un año sabático en el HUCA", cuenta entre risas. "Tenía 20 años, mucha ignorancia y mucha necesidad de explicaciones. Así que, además de acosar a preguntas a todo el personal sanitario, les pedí a mis padres que me compraran libros sobre el cáncer para saber qué era lo que me estaba pasando".

Así empezó todo. "Descubrí la poca información que había sobre la enfermedad y la necesidad que había de estudiarla. Me encontré con que el avance científico era muy lento y costoso por la complejidad del cáncer". Por eso, aunque sabía que sería costoso, que trabajaría mucho por muy poco dinero y que seguramente se tendría que ir fuera de España, decidió dedicar su vida a la investigación de esta enfermedad.

"No es nada fácil ser investigador en España. Aquí no se apuesta por las personas. Es un sistema encorsetado, jerárquico y antiguo. Se basa en el 'y tú quién eres y de parte de quién vienes'. La edad cuenta más que la valía. En Estados Unidos, un doctorando puede llegar a mandar sobre su tutor si demuestra que es superior. Aquí es impensable. No se les da oportunidad a los jóvenes. Por eso hay fuga de cerebros".

Él es uno de los pocos afortunados que se puede dedicar sólo a la investigación. "Creo que somos sólo dos en la Universidad asturiana. Lo mío fue un milagro. Tenía las maletas hechas ya para irme a otro país y presenté este proyecto a las becas 'Oportunidad al talento' de la ONCE, y me dieron una. Le pedí a la Fundación que entregase el dinero a la Universidad y así poder desarrollar aquí esta investigación. Empecé en enero de 2015 y tengo de plazo hasta diciembre. Aunque puede ampliarse otro año, estamos buscando financiación porque los costes son muy elevados, y así no tener que seguir utilizando la beca y que le den más cuantía el año que viene a otros proyectos". Este trabajo, que cuenta también con la colaboración del IUOPA, está dirigido por los profesores de investigación senior de la Universidad de Oviedo, Juan Carlos Mayo y Rosa María Sainz. "El resto del equipo eran tres doctoras, que se han ido porque aquí no había ni 1.000 euros para pagarles y encontraron trabajo en otros países, dos doctorandos, un estudiante de máster, dos estudiantes de Biología y un técnico de laboratorio, que se va este mes al paro".

Parece increíble una situación tan precaria en un proyecto tan ambicioso. "Estamos estudiando qué les ocurre a las células tumorales a nivel metabólico, buscamos signos de diferencia con las células no tumorales. A partir de ahí, queremos encontrar posibles dianas que pudiesen ser atacadas con nuevos fármacos o marcadores. Nos hemos centrado en el cáncer de próstata porque estábamos familiarizados con él en el grupo". Este proyecto está ideado para desarrollarse en cinco años. "Por eso ahora, cuando ya tenemos los datos iniciales que hemos obtenido durante este tiempo de trabajo, estamos enviando solicitudes para conseguir financiación y seguir adelante".

Este joven dedica más de 70 horas a la semana a su investigación. "Estamos construyendo un puzle por las esquinas, pero así es como se avanza, y por eso no te importa pasarte el día trabajando. Comemos reunidos, llegué a estar trabajando 17 horas seguidas y pidiendo acceso a la Universidad en vacaciones y festivos". Y es que él está convencido de que invertir en ciencia es invertir en futuro. "Cada euro invertido en ciencia se convierte en 10 euros que recibe el Estado, lo que pasa que hay que esperar. Los resultados no son inmediatos, y los gobernantes de este país quieren réditos inmediatos. Pero no hay nada más rentable que la ciencia. Genera conocimiento, ilusión, imaginación, retos y salva vidas".

En cuanto a la situación de la investigación del cáncer, Hevia considera que "en la básica es dónde hay más carencias. Se tira mucho de la aplicada. Sacar un fármaco es muy rentable, pero sacar la diana en la que actúa el fármaco no es tan rentable y es mucho más costoso, pero es el verdadero avance". Desde que él estuvo ingresado, las cosas han cambiado. "Ahora avanzamos mucho más rápido, pero el cáncer sigue siendo un gran desconocido. Es una enfermedad muy compleja porque no hay dos iguales y no tiene explicación. Influye la dieta, el ejercicio, la genética, pero también hay variables incontrolables. Lo que hay que conseguir es que una persona con cáncer se muera a los 90 años, pero haciendo puenting y de otra cosa". Él, de momento, va por el buen camino. Le han quedado secuelas en una pierna que le impiden moverse con facilidad y que no le dejan olvidar. Tampoco quiere. "Yo haría pasar a todo el mundo por un cáncer que acabe bien. Es un aprendizaje único y el mundo sería mucho mejor".

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