"Hemos visto casos de censura inconcebibles, pero siempre ha habido criterios distintos y opuestos en todo esto. No sé dónde está el límite del arte, yo sólo procuro mantener el mío, que es no molestar gratuitamente. Y, si criticas algo, tener argumentos suficientes para hacerlo". El ilustrador Alfredo González (Agüeria, Aller, 1933) hacía ayer esta reflexión tras recibir la distinción como "Asturiano del mes" de abril de 2017 de manos de Ángeles Rivero, directora de LA NUEVA ESPAÑA. Un galardón que González agradeció "de corazón" a todos los que hacen este periódico, y en cuyo acto de entrega tuvo un recuerdo emocionado para otro referente de los ilustradores asturianos: Alfonso Iglesias.

"Mi padre, minero picador, leía LA NUEVA ESPAÑA en voz alta, con la unción de un cuáquero leyendo la Biblia. Eran tiempos de vacas y mineros; ahora, ni hay mineros ni vacas. Me contaba mi padre que a los 5 o 6 años ya leía los letreros grandes del periódico. Por LA NUEVA ESPAÑA me fui enterando de las andanzas de Herrerita y Antón, mis héroes del fútbol, y de las aventuras de Pinón y Pinín, 'que de Pinón ye sobrín', a los que esperaba ansioso todos los domingos. Conocí a Alfonso, su creador, con quien trabé cierta amistad cuando ya vivía en Madrid. Era un hombre sencillo, cordial y amistoso", relató González, que recibió el galardón acompañado de su esposa, Marisa Morales Tena, y de sus primos los músicos Edu Vega y Vicente Sánchez.

Hace ahora un año, Alfredo González publicó su autobiografía ilustrada, "La ventana de atrás. Desmemorias de un dibujante", y fue distinguido por este periódico. Después llegaría, ya en octubre, el Premio Nacional de Ilustración, el "culmen", como él mismo reconoció, a una dilatada trayectoria durante la cual dignificó, con sus extraordinarias ilustraciones, publicaciones como "La Codorniz", "El Papus" y "El Jueves", o los periódicos "El País" y "El Mundo", entre otros. González es el autor de la ilustración con la que este periódico felicitó las pasadas Navidades a sus lectores: una mirada a esa Catedral de Oviedo que, reveló, "me sé de memoria".

Ahora, ya jubilado, sigue con atención a los nuevos valores de la ilustración, aunque muestra un cierto escepticismo ante los cambios tecnológicos. "Hay cantera de ilustradores, pero con la informática ha cambiado todo. No digo el arte exactamente, sino la ilustración, el grafismo, el diseño, ya están hechos a máquina. Y ahí viene la única crítica que yo haría, que es que se parece todo. Salvo raras excepciones que he visto, muy buenas, desde un spot a una ilustración en un libro o en el periódico. Cosas admirables, como las de mi amigo Cruz Novillo, que es un diseñador como no ha habido otro", reflexionó.